Antes de cumplir los cinco años

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2001
Legal Research and Resource Center for Human Rights

La pobreza sigue siendo elevada en Egipto y los indicadores sociales y demográficos, sobre todo en los sectores de salud y de educación, indican la necesidad de una intervención significativa. Existe una diferencia sustancial en los niveles de ingreso entre las distintas regiones, siendo el PBI per cápita urbano casi el doble del PBI per cápita rural.Egipto es un país de ingresos medios bajos (LMI) con un PNB per cápita de casi 1.200 dólares (1999). La adopción de una política de “puertas abiertas” en 1975 resultó en una década de rápido crecimiento económico apoyada por grandes influjos de ayuda extranjera, remesas de egipcios residentes en el exterior y de los ingresos procedentes del petróleo y el turismo. La caída en los precios del petróleo en 1986 marcó el fin de una década de crecimiento económico, subrayando la volatilidad de las principales fuentes de ingresos de Egipto y los límites de su estrategia de crecimiento. A medida que aumentaron el desempleo y la pobreza surgieron serios desequilibrios macroeconómicos.

El gobierno respondió mediante la adopción de una serie de reformas económicas y un programa de ajuste estructural en 1991 para estabilizar la economía y restaurar el crecimiento. Mediante el programa de estabilización el gobierno logró revertir el bajo crecimiento que caracterizó el período 1986-1992. El PBI per cápita real creció entonces a una tasa anual promedio del 2% hasta 1996.

El Ministerio de Planeamiento prevé que el crecimiento tendrá un promedio del 2,5% hasta el 2002. La inflación se redujo del pico de 21% en 1992 al 7% en 1996. La situación fiscal mejoró a medida que el déficit presupuestal se redujo del 18% del PBI en 1991 al 1,37% en 1996.[1] A pesar de estos logros, existen indicios de una futura crisis en el empleo. Se calcula que el desempleo asciende a 11%.[2] Con un ingreso anual estimado de 560 mil incorporaciones nuevas al mercado de trabajo en los próximos 10 años, el desafío para crear suficientes empleos será abrumador.

58% vive en la pobreza

El Banco Mundial calcula que la pobreza en Egipto afecta al 33% de la población. De esa cantidad, el 7% vive en extrema pobreza. El leve descenso en la pobreza general desde 1990 se atribuye a una caída en la pobreza rural que superó el incremento de la pobreza urbana. Si se emplea la línea de pobreza superior, se agrega un quintil de personas que viven en pobreza leve, elevando el porcentaje total de pobres al 58%. De ellos, el 23% sufre de pobreza del ingreso y el 34% de pobreza de capacidad.[3]

La pobreza sigue siendo elevada y los indicadores sociales y demográficos, sobre todo en los sectores de salud y de educación, indican la necesidad de una intervención significativa. Existe una diferencia sustancial en los niveles de ingreso entre las distintas regiones, siendo el PBI per cápita urbano casi el doble del PBI per cápita rural.[4] Existen disparidades geográficas y regionales similares para otros indicadores de desarrollo humano:

 

Indicadores de Desarrollo Humano 

Indicador

Urbano

Rural

Alfabetización

74%

51%

Mortalidad infantil/ 1.000 nacimientos

51

86

Mortalidad de menores de cinco años/ 1.000

64

116

Viviendas con agua por cañería

96%

69%

Acceso al saneamiento

97%

70%

Fuente: Informe de Desarrollo Humano de Egipto 1996

El primer ministro declaró el 15 de febrero del 2001[5] que el nivel de inversión debería incrementarse en un 6% para cubrir estos desafíos. El ahorro público debe aumentar a través de medidas impositivas y la reducción de transferencias y subsidios, incluyendo las transferencias a las empresas públicas. Técnicos de la oposición prevén que el desempleo ascenderá al 17% en el 2005 a medida que la fuerza de trabajo siga creciendo. A menos que se encuentre una solución al problema del empleo, la pobreza también aumentará.

Alta mortalidad materna e infantil

El porcentaje destinado a la salud por el presupuesto nacional en el 2001 es 4%. Esto es bastante bajo comparado con otros países de ingresos medios bajos, que gastan del 6% al 10% de sus presupuestos en la salud.[6] El gasto general en la salud es del 3,7% del PBI. La consecuencia de estos bajos niveles de gasto es que los egipcios están en peor situación que otros países de ingresos medios bajos.[7] Algunos ejemplos son los elevados porcentajes de mortalidad infantil y materna: el 8,5% de los niños muere antes de los cinco años y del 1% al 7% de los nacimientos resultan en la muerte de la madre. Existen grandes diferencias entre el medio urbano y el rural. La mortalidad infantil y de niños menores de 5 años es tres veces superior en el medio rural, mientras la mortalidad materna es cinco veces superior.

Existen importantes problemas de equidad en el acceso a los servicios, dependientes del ingreso y la ubicación geográfica. El gasto público es regresivo. Sólo el 16% del dinero de la salud beneficia al quintil más bajo del ingreso y el 24% a los grupos superiores. De conformidad con estas inversiones trastocadas, el gasto público per cápita es un 67% superior en las zonas urbanas más ricas que en las áreas rurales más pobres.[8] Más de la mitad de los costos de salud (56%) se pagan mediante tarifas de usuario, y en el sector privado estos gastos particulares los pagan más que nada las personas de bajos ingresos. El gasto y el consumo de fármacos es hasta un 50% superior en Egipto que en otros países de ingresos medios bajos, y el uso de dichos fármacos es, con frecuencia, excesivo e inadecuado.

Progresos en la alfabetización

La alfabetización aumentó a lo largo de los años con la mejoría del acceso a las instituciones educativas. En 1996 la tasa de alfabetización era del 61,4%, frente al 50,4% de 1986.[9] El analfabetismo afecta principalmente a la población de mayor edad: más del 60% de los hombres y el 80% de las mujeres mayores de 65 años no recibieron educación institucionalizada, comparado con sólo el 6% de los niños y el 18% de las niñas entre 10 y 19 años.

El nivel educativo sigue siendo mayor para los hombres. No obstante, las mujeres experimentaron una mejoría importante en el acceso a la enseñanza, y las diferencias educativas se redujeron para la población más joven. La diferencia en el número medio de años de enseñanza recibidos entre los dos géneros en el grupo de 20 a 24 años es de 3,3 años, y de sólo un año para los menores de 20.[10] A nivel nacional, el 55,5% de los hombres y el 43,2% de las mujeres entre 20 y 24 años habían completado la enseñanza secundaria. En parte, esto fue el resultado de políticas que garantizaban el empleo público para hombres y mujeres con diplomas secundarios y títulos universitarios. Dicha garantía se anuló en 1996. Aún no queda claro cuál fue el impacto en la voluntad de los padres para financiar la enseñanza superior de sus hijos, especialmente de las hijas.

En el acceso a la educación también influyen las diferencias geográficas. El nivel educativo en el medio rural sigue siendo menor al del medio urbano. El número medio de años de educación para la población masculina es de 7,6 para los habitantes urbanos y de 4,9 para los rurales. Para las mujeres, la diferencia es un promedio de 6,1 para los habitantes urbanos en comparación con 1,0 para los rurales. En gran medida esto es resultado del bajo nivel educativo entre las mujeres de mayor edad del medio rural en el Alto Egipto.

Empleo femenino

En Egipto existen 12,7 millones de hogares,[11] de los cuales 12,6% son dirigidos por mujeres.[12] El tamaño promedio de los mismos es de 4,6 personas por hogar. Los hogares son más pequeños en los distritos urbanos (con cuatro personas por hogar) y mayores en los distritos fronterizos (con cinco personas por hogar).

El empleo femenino ha sido regido por normas y tradiciones sociales. Según el Islam, la división del trabajo entre el hombre y la mujer debe ser idealmente complementaria. Se espera que el hombre sea el sustento económico de la familia y que la mujer pueda disponer libremente de su propio ingreso. Sin embargo, en la práctica, sobre todo entre las mujeres más pobres, ese ingreso se utiliza para los gastos del hogar, especialmente para los niños.

El empleo fuera del hogar es cada vez más común entre las mujeres jóvenes del medio urbano, pero sigue siendo la excepción en el Egipto rural. A pesar de esto, muchas mujeres rurales son económicamente activas dentro de la agricultura, en la cría de aves y la producción lechera. Cuando se orientan al mercado local, estas actividades de granja con frecuencia constituyen una fuente importante del ingreso habitual del hogar, especialmente en lo que tiene que ver con los gastos cotidianos. El ingreso de los granjeros hombres es más zafral y está asociado con el período de la cosecha, por lo cual se gasta en compras o gastos más grandes.

La división del trabajo en las familias tiende a organizarse según la edad, al igual que por género. Se espera que los hijos varones sean el sustento económico de sus padres cuando estos lleguen a una edad avanzada. Por lo tanto, los ancianos sin hijos varones que los mantengan constituyen un grupo vulnerable que depende de la ayuda de organizaciones religiosas humanitarias. Las familias extendidas son más comunes en el medio rural que en el urbano. Las conclusiones de una investigación antropológica en un pueblo del Delta[13] sugieren que las familias nucleares van en aumento.


Notas:

[1] Cifras del Ministerio de Finanzas.

[2] Informe de Desarrollo del Banco Mundial 1999/2000.

[3] Informe del Banco Mundial, citado en la prensa.

[4] Ibid.

[5] Periódico Al Ahram, febrero del 2001.

[6] Banco Mundial, op.cit.

[7] Ibid.

[8] Ibid.

[9] Informe de Desarrollo Humano de Egipto 1996.

[10] EDHS, 1995.

[11] Agencia Central de Estadísticas (CAPMAS), 1997.

[12] Informe de Desarrollo Humano de Egipto, op.cit. 

[13] Bach, 1997.