Ha llegado el momento de crear el Impuesto Mundial a las Transacciones Financieras

Author: 
Jana Silverman Coordinadora de Campañas y Comunicaciones Secretariado Internacional de Social Watch

Cediendo a la presión ejercida por ONGs de todo el mundo, el Fondo Monetario Internacional abrió un proceso de investigación sobre los posibles impactos de un impuesto a las transacciones financieras mundiales (ITF). Diversas ONGs que trabajan en los temas de finanzas y desarrollo están preparando sus comentarios por escrito y participarán en reuniones presenciales con funcionarios del FMI para incidir en la implementación del impuesto. La posibilidad de convertir la visión de Keynes y Tobin en política financiera concreta es ahora más palpable que nunca. La sociedad civil debe mantener la presión.

La propuesta de aplicar un impuesto a las transacciones en los mercados financieros no es nueva; comenzó a perfilarse durante la Gran Depresión, cuando nada menos que John Maynard Keynes propuso un impuesto general sobre las transacciones de Wall Street con el fin de frenar la volatilidad. En la década de 1970 cuando, una vez más, el mundo enfrentaba preocupaciones económicas, el economista James Tobin amplió y refinó la propuesta para centrarse en los problemas relacionados con la especulación monetaria y las drásticas fluctuaciones de las tasas de cambio. Después de caer en el olvido por otra década, resurgió la demanda por un “Impuesto Tobin” o Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) en el contexto de la crisis financiera asiática de fines de 1990. Desde entonces se ha mantenido de manera prioritaria en la agenda de las organizaciones de la sociedad civil preocupadas por los efectos sociales y económicos de las finanzas sin restricciones. En el contexto de la actual crisis económica, que ha subrayado de forma espectacular la necesidad de un ITF mundial, se están desarrollando nuevas oportunidades para la promulgación de este impuesto.

El concepto detrás del ITF es simple: a través de la imposición de un gravamen muy pequeño a las transacciones de acciones, bonos, opciones, cobertura por riesgos crediticios y otros derivados más complejos, se desalentarán las operaciones especulativas a corto plazo, y así se estabilizarán los mercados y se generarán también ingresos necesarios para los gobiernos. En Gran Bretaña ya está en vigor una versión reducida del ITF, que impone un “timbre fiscal” de 0.25% a determinadas transacciones relacionadas con acciones y valores que circulan en la Bolsa de Londres desde 1986. Sólo con esta medida parcial, el gobierno recauda más de 30 mil millones de dólares al año.

El atractivo y la viabilidad de esta medida es cada vez más evidente para cada vez más gobiernos, que se van recuperando de los efectos de la actual crisis financiera y se ven afectados por las grandes cantidades de deuda derivada de los paquetes de rescate ofrecidos para salvar a los especuladores que fueron los que nos llevaron a este caos económico en primer lugar. Debido a esto, en su última reunión celebrada en Pittsburg, el G-20 encargó al FMI la preparación de un informe sobre opciones políticas posibles para que “el sector financiero pueda aportar una contribución justa y sustancial hacia el pago de cualquier carga asociada con las intervenciones del gobierno para reparar el sistema bancario”, y una de las opciones que se investiga actualmente es el ITF. Varios líderes mundiales, como el Primer Ministro británico Gordon Brown, ya están dando su entusiasta aprobación a la medida, mientras que la Unión Europea en su conjunto hizo un llamamiento al FMI para que considerara la implementación de un ITF en su cumbre de diciembre de 2009.

Además de este flujo de apoyo, el ITF todavía tiene bastantes detractores, entre los que destaca el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner. Estos críticos sostienen que el ITF reduciría la liquidez de los mercados, penalizaría a los inversores de clase media, y reduciría la eficiencia del mercado. Sin embargo, se puede demostrar que los efectos del impuesto sólo se registrarán en los activos que ya tienen mucha liquidez, con lo que la liquidez del mercado en su conjunto disminuiría sólo de forma marginal. Además, las repercusiones en los pequeños inversores será mínima, porque  ya se están estableciendo disposiciones sobre el ITF para eximir a las operaciones de los fondos de pensiones y determinados fondos de inversión, que son los principales vehículos a través de los cuales la clase media invierte su dinero. Y es difícil preocuparse por la posibilidad de que se reduzca la eficiencia del mercado, cuando la crisis ha demostrado tan dolorosamente que las así llamadas “eficiencias” no pueden garantizar la estabilidad y prosperidad económicas, y en cambio sólo crean lagunas en las que la especulación improductiva se reproduce.

A pesar de estas críticas, el movimiento mundial en defensa del ITF es cada vez más fuerte. Arraigado en la labor de ATTAC, este movimiento se fundó en Francia a fines de los años 1990 por activistas anti-globalización a favor de aplicar un “impuesto Tobin” a escala mundial. La campaña internacional por el ITF ahora incluye a sindicatos, organizaciones de derechos humanos y grupos anti-pobreza. Ya se han registrado algunos éxitos iniciales – por ejemplo en Alemania, una coalición de organizaciones de la sociedad civil (incluidos los miembros de la red Social Watch Alemania, como el Foro de Políticas Globales Europa, WEED y Pan para el Mundo) recolectó más de 60.000 firmas para solicitar que el Parlamento alemán discuta la introducción de dicho impuesto. En los Estados Unidos, la bien difundida campaña Americans for Financial Reform logró promover el tema del ITF con los políticos y en los medios de comunicación, motivando incluso que el New York Times se pronunciara a favor del impuesto en su editorial del 26 de enero.

También vale la pena mencionar que, cediendo a la presión ejercida por decenas de ONG de todo el mundo, el FMI inició un proceso de investigación sobre los posibles impactos de un ITF mundial abierto a la participación de la sociedad civil. Diversas organizaciones que trabajan en los temas de finanzas y desarrollo, como las integrantes de Social Watch el North-South Institute de Canadá y el Center of Concern de Estados Unidos, están preparando sus comentarios por escrito y participarán en reuniones presenciales con funcionarios del FMI para incidir en la implementación del impuesto. Es de esperar que estas intervenciones den lugar a una recomendación positiva por parte del FMI cuando presente sus observaciones sobre la viabilidad y conveniencia de un ITF en la próxima cumbre del G-20 en junio de este año.

Es evidente que todavía quedan muchos desafíos antes de que el ITF se convierta en una realidad global. El apoyo a la medida se ha concentrado principalmente en Europa, y en algunos países en desarrollo (u organizaciones de la sociedad civil con sede en países en desarrollo) que expresaron su aprobación explícita al impuesto. También existe la preocupación de que el ITF sea implementado como una medida meramente temporal, con el mandato específico de generar fondos para pagar la deuda pública incurrida por los paquetes de rescate del sector financiero, en lugar de ser concebido como una política que puede sentar las bases para una reestructura más profunda del sistema financiero mundial. No obstante, la posibilidad de convertir la visión de Keynes y Tobin en política financiera concreta mediante la creación de un ITF a escala mundial es ahora más palpable que nunca, especialmente si la sociedad civil mantiene la presión a nivel nacional e internacional.