La crisis no ha terminado – no sin un esfuerzo global coordinado contra el desempleo y a favor de la sostenibilidad ambiental

Author: 
Jens Martens

La actual crisis refleja un modelo ciego en cuanto a los temas ambientales y de derechos humanos y confunde el crecimiento económico con el progreso dentro de la sociedad. Se necesita, ahora,  un análisis coherente sobre las causas comunes de las múltiples crisis y sus interrelaciones. Esto supone superar la actual fragmentación en el discurso sobre el desarrollo de la política, la ciencia y la sociedad civil.

Jens Martens[1]

En todo el mundo desarrollado, la crisis económica y financiera mundial parece estar llegando a su fin. Los ministros de finanzas del G-20 ya discuten las estrategias de salida. Los principales bancos internacionales, como Goldman Sachs o el Deutsche Bank, disfrutan, una vez más, de ganancias trimestrales que totalizan miles de millones. Como si nunca hubiera habido una crisis, los fondos de cobertura  están más activos que nunca en los mercados financieros internacionales.

Sin embargo, las olas del tsunami generado por la crisis mundial apenas están llegando a los países en desarrollo, golpeándolos con enorme potencia a pesar del tiempo transcurrido. La crisis está teniendo en el sur un gran impacto social y económico.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que el número de desempleados registrados había aumentado en 34 millones entre 2007 y 2009. Además, millones de personas han sido empujadas hacia el empleo informal, debido a la falta de sistemas de seguridad social. El número de personas que viven en situación de extrema pobreza también está aumentando una vez más. De acuerdo con estimaciones realizadas por el Banco Mundial se puede esperar  que 263 millones de personas o más  vivirán  en la pobreza para 2015, lo que no hubiera ocurrido de no haber mediado la crisis. En 2009 el número de personas padeciendo hambre superó los mil millones - el número más alto en la historia de la humanidad. Se espera que este número disminuya este año, pero continúa siendo más elevado que antes de la crisis.

Ante este panorama sombrío, las perspectivas de cumplir los objetivos de desarrollo acordados internacionalmente, incluidos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ODM, para 2015, retroceden más cada día. Junto con la crisis climática y la crisis alimentaria aún sin resolver, la financiera se ha convertido en una crisis mundial de desarrollo.

Hasta ahora, los gobiernos no han dado una respuesta adecuada a las drásticas consecuencias de la crisis. En particular, la gestión de la crisis del G-20 ha brindado muy poca atención a las necesidades de las personas de los países más pobres.

Sin duda, la crisis ha provocado cambios en el discurso sobre políticas económicas. La fe ciega de los economistas neoliberales en las fuerzas de autorregulación del mercado ha sido sacudida de raíz. Hasta ahora, sin embargo, estos cambios no se han visto reflejados en modificaciones correlativas y sustanciales en cuanto a las políticas. En lugar de eso, una tendencia hacia más de lo mismo  vuelve a ser evidente. Un ejemplo de esto  es una observación realizada por Holger Schmieding, economista en jefe para Europa del Bank of America., quien teniendo en cuenta el colapso de Lehman Brothers, señaló:
"Lehman fue un accidente. Ahora el lugar del accidente ha sido despejado, y el tráfico puede volver a fluir de nuevo. "

Este, precisamente, es el enfoque erróneo. En lugar de eso,  es necesario un programa integral que haga frente a la crisis mundial de desarrollo, desde sus raíces, mitigando su impacto social y ambiental y previniendo futuras crisis. Además de reglamentaciones efectivas  y de reformas en el sistema económico y financiero mundial, son necesarios cambios fundamentales que tiendan hacia a un Estado de Bienestar Verde  y a un paradigma de desarrollo integral basado en los derechos.

Afrontar las crisis actuales es imposible sin que el Estado desempeñe un papel más activo. Reparar los impactos sociales y ambientales de la crisis y superar los problemas estructurales de la pobreza y de la destrucción del medio ambiente requiere una política activa de empleo, sistemas de seguridad social, y una política económica en armonía con el medio ambiente y el clima. Con este fin, tres iniciativas han sido formuladas en Naciones Unidas, y las mismas deberían ser aplicadas prontamente por los gobiernos:

En primer lugar, con el fin de prevenir que la crisis económica se convierta en una crisis de desempleo de larga duración  a nivel mundial, el Pacto Mundial para el Empleo aprobado por la OIT tiene que aplicarse plenamente. La lucha contra el desempleo debe ser una prioridad para los gobiernos. Esto se aplica especialmente a los crecientes niveles de desempleo entre los jóvenes. En esto deben tener máxima prioridad la inversión pública en infraestructura, en programas de empleo que deben ser orientados en el temario de la OIT para el trabajo decente, así como la introducción de salarios mínimos para contrarrestar el creciente fenómeno de los trabajadores pobres. Una política activa de empleo también debe abordar el problema del aumento de los acuerdos informales de trabajo así como las precarias relaciones de empleo que afectan a las mujeres.

En segundo lugar, la OIT ha señalado que el acceso a la seguridad social es un derecho humano. Pero en particular, en tiempos de crisis, un sistema eficaz de seguridad social es también una necesidad económica y política – la reducción de la pobreza, el fortalecimiento del poder adquisitivo de la gente y, consecuentemente, de la demanda familiar, y la prevención de las tensiones sociales y los conflictos sociales. La OIT ha desarrollado el concepto de un Piso de Protección Social Mundial basado en cuatro pilares:

  • acceso universal a la salud pública
  • garantización de asignaciones estatales por todos los niños
  • pensión básica universal proporcionada por el Estado para las personas de edad avanzada o con discapacidad
  • garantizar el apoyo estatal para los desempleados y subempleados que viven en la pobreza.

Esta seguridad social básica debe existir en todos los países e impedir que las personas caigan en la pobreza como resultado de la crisis económica.

En tercer lugar, se necesita una gran inversión en tecnologías respetuosas del medio ambiente y medidas para reducir el consumo de energía para limitar la amenaza del cambio climático. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) se ocupó de las propuestas para un Nuevo Acuerdo Verde y las desarrolló en una iniciativa global. El PNUMA está solicitando a los gobiernos invertir por lo menos 750 mil millones de dólares, alrededor del 25% de los paquetes de estímulo en todo el mundo, en cinco áreas:

  • mejora de la eficiencia energética de los edificios
  • desarrollo de las energías renovables
  • establecimiento de sistemas de transporte sostenible
  • protección de la infraestructura ecológica del planeta, incluidos los sistemas de agua dulce, bosques, suelos y arrecifes de coral
  • inversión en la agricultura sostenible, en particular, en la agricultura ecológica.

Los cambios en las políticas no son suficientes. Hay necesidad de un cambio  fundamental del paradigma de desarrollo dominante. Las crisis actuales reflejan un modelo de desarrollo que está orientado en base a un enfoque de modernización, ciego a los temas ambientales y de los derechos humanos, que confunde el crecimiento económico con el progreso en la sociedad. El modelo considera la lucha contra la pobreza como un reto esencialmente técnico en el que la categoría de la justicia social no desempeña papel ninguno.

Ahora resulta necesario un análisis coherente de las causas comunes de las múltiples crisis y sus interrelaciones. Esto supone superar la actual fragmentación del discurso sobre desarrollo en política, ciencia y sociedad civil. Dependiendo de los respectivos actores, este discurso se centra en tópicas estrechas como el alivio de la pobreza y los objetivos de desarrollo del milenio, el cambio climático, el comercio e  inversión, y los derechos humanos y los conflictos.
Debe ser reconsideraro un modelo integral de desarrollo, basado en seis pilares:

  • sostenibilidad del medio ambiente,
  • justicia social,
  • eficiencia económica,
  • participación democrática,
  • diversidad cultural,
  • responsabilidad internacional.

Un modelo de este tipo debe basarse en el derecho internacional y en los derechos humanos universales, incluidos los derechos de las mujeres y los niños.

Del 20 al 22 de septiembre, la Asamblea General de la ONU acaba de una cumbre de los ODM en Nueva York. La próxima Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible se llevará a cabo en 2012 en Río de Janeiro - 20 años después de la Cumbre de la Tierra de 1992. El tiempo entre estas cumbres proporciona una excelente oportunidad para reflexionar sobre las deficiencias evidentes del modelo tradicional de desarrollo y crecimiento - y para promover el discurso sobre nuevos modelos de bienestar y desarrollo.

[1] Publicado originalmente en YaleGlobal, 20 de septiembre 2010