El FMI y el Banco Mundial descubren la equidad

Revista Finance & Development

Fuentes: Finance & Development

La inequidad preocupa ahora también a las instituciones financieras internacionales y a los académicos que les dan sustento a sus operaciones, luego de un largo periodo durante el cual gran parte de las organizaciones de la sociedad civil mundial advertían que combatirla no era un mero capricho ideológico, sino de una práctica política cuya ausencia resulta fatal para la economía y el desarrollo humano.

El ejemplo más reciente de ese viraje es la edición de septiembre en inglés de la revista trimestral de análisis del Fondo Monetario Internacional (FMI), “Finance & Development”, que dedica la portada y 25 de sus 56 páginas interiores a una cobertura especial titulada “All for one: Why inequality throw us off balance” (“Todos para uno: Por qué la inequidad nos desequilibra”).

“Solíamos pensar que el crecimiento económico global nos haría ascender a todos, y que si los ricos se enriquecían más nos beneficiaríamos todos y mejoraría nuestra calidad de vida. Era el acuerdo tácito del sistema de mercado”, escribió en su nota introductoria el director de la revista y jefe de Comunicaciones del FMI, Jeremy Clift.

“Pero las investigaciones actuales demuestran que la inequidad está al alza en muchos países y que la brecha entre ricos y pobres se ensancha, particularmente en el último cuarto de siglo”, agregó Clift, quien tiene un diploma de la Escuela de Economía de Londres.

La exigencia de ajustes fiscales a los países que acuden al FMI para solucionar problemas de liquidez ha sido en muchos casos la justificación para el recorte de gastos sociales, medida que tenía como consecuencia una mayor desigualdad.

Pero, como observó Clift en su artículo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que incluye entre sus 34 miembros todos los países del Norte industrializado, advierte hoy que “la creciente inequidad alimenta el resentimiento social y la inestabilidad política”.

Ya en su informe de 1998, dedicado especialmente a la cuestión de la equidad, Social Watch alertaba, recogiendo décadas de experiencia de la sociedad civil, que “la desigualdad económica erosiona” las igualdades “social, política y jurídica”, por lo que se trata de “la más objetable de las desigualdades”.

“La igualdad política puede […] incrementar […] la igualdad económica. Pero lo más probable es que suceda lo contrario: que las desigualdades económicas se traduzcan en influencias políticas” en manos de los más ricos, según el informe.

El cambio de postura de las instituciones financieras internacionales y de los expertos que sustentaban sus teorías coincide con un estudio publicado este año por los psicólogos Shigehiro Oishi, Selin Kesebir y Ed Diener, el cual constató que la duplicación del ingreso de las familias estadounidense registrado desde 1962 no aumentó la felicidad de sus integrantes, pues el desigual reparto de la riqueza operó como contrapeso.

“En promedio, los estadounidenses han sido más felices en los años de mayor equidad” y menos en los de mayor inequidad, según este informe, que atribuye el fenómeno a que los pobres “perciben el mundo como injusto si solo los ricos se enriquecen”, lo cual reduce su confianza en los demás.

“Los economistas son más críticos de la inequidad ahora que antes”, sostuvo Branco Milanovic, quien no es cualquier economista sino el principal del Grupo de Investigadores del Banco Mundial, en su artículo para Finance & Development.

“La opinión de que la inequidad en el ingreso perjudica el crecimiento —o que mejorarla lo sostiene— se ha generalizado en años recientes. Históricamente, predominaba la posición contraria: que la inequidad es buena para el crecimiento”, agregó Milanovic, quien se ha dedicado a estudiar la desigualdad económica y la pobreza desde los años 80.

Dos expertos del Departamento de Investigaciones del FMI, Daniel Leigh y Prakash Loungani, participaron como coautores de uno de los artículos de Finance & Development que refuta viejos argumentos de la institución para sus recetas, según los cuales “la reducción del déficit fiscal puede estimular el crecimiento en el corto plazo”.

Además, aseguraron, tales políticas “elevan el desempleo, a la corta y a la larga”, lo cual, a su vez, “amenaza la cohesión social”.

El economista Facundo Alvaredo, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Argentina, fue aun más lejos en su artículo al concluir que las tercas estadísticas cuestionan la presunción antes habitual de que el crecimiento económico y la reducción de la inequidad “van de la mano”.

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