El género en tiempos de crisis: se necesita un nuevo paradigma de desarrollo

El género en tiempos de crisis: se necesita un nuevo paradigma de desarrollo

Social Watch Gender Working Group[1]

A pesar de algunos avances, la aplicación de los compromisos con la igualdad de género es todavía lejana. El progreso irregular hacia los Objetivos de Desarrollo del Mileno (ODM) – todos los cuales tienen dimensiones de género – así como la pobreza y la desigualdad en aumento se deben no sólo a impactos y crisis externos sino a desequilibrios estructurales subyacentes. Las autoridades responsables deben repensar la macroeconomía y reconocer que las economías dependen de una extensa economía del cuidado en la que la mano de obra es principalmente femenina. Ha llegado el momento de un nuevo paradigma de desarrollo con derechos y oportunidades iguales para todos y todas. ¿Podrá ONU Mujeres,  la nueva entidad de la ONU para la igualdad de género, catalizar ese cambio?

En 1979, muchos de los gobiernos del mundo asumieron compromisos jurídicos con los derechos de la mujer al firmar la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por su sigla en inglés). Dieciséis años después, en 1995, la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer adoptó un exhaustivo plan de acción para lograr la igualdad de género: la Plataforma para la Acción de Beijing. En septiembre de 2010, los líderes del mundo se reunirán en Nueva York en la Cumbre sobre los ODM para evaluar los avances hacia esos objetivos, entre los cuales figura la reducción de la pobreza y la desigualdad, y dialogar sobre cómo acelerar esos avances frente a las múltiples crisis superpuestas del clima, los alimentos, la energía, las finanzas y la economía.

A pesar de algunos avances, los compromisos asumidos en Beijing y la CEDAW están muy lejos de ser aplicados plenamente, y la igualdad de género no siempre es un componente de los programas de desarrollo económico y social sustentable. Desde cualquier perspectiva, incluido el Índice de Equidad de Género (IEG) de Social Watch, se necesitan progresos urgentes en esta área porque los gobiernos suscriben los instrumentos internacionales con prontitud pero son lentos en garantizar su aplicación.

La pobreza en aumento y el progreso irregular hacia los ODM – todos los cuales tienen dimensiones de género – se deben no sólo a impactos y crisis externas sino también a desequilibrios estructurales subyacentes. En épocas de crisis, son las mujeres quienes llevan la peor parte de la disminución de fondos para el desarrollo, pues deben encontrar formas de alimentar y cuidar a sus hijos y otros dependientes cuando el hogar cuenta con menos ingresos, y deben asumir más tareas no remuneradas cuando se recortan los servicios sociales. Las personas pobres – y las mujeres están entre los más pobres de los pobres – no tienen reservas para afrontar las crisis. Sin embargo, los mismos países que no encuentran dinero para el desarrollo movilizaron miles de millones de dólares para rescatar bancos y empresas.

En busca de un nuevo paradigma de desarrollo

Crisis como la de los alimentos, los combustibles y las finanzas no son neutrales frente al género. Exacerban las desigualdades existentes y ponen de relieve los efectos negativos sobre las mujeres y sobre las economías que dependen de ellas. Sin embargo, pocas de las medidas adoptadas por los países en respuesta a la crisis han dado prioridad al empleo y los medios de vida de las mujeres. Si no se toman medidas muy específicas, las mujeres pobres quedarán fuera del sistema: deberán buscar empleos precarios de menor productividad, con ingresos exiguos y sin protección social. Muchas se vuelven más vulnerables a la trata de personas y a formas de trabajo peligrosas o ilegales.

Es imprescindible establecer medidas para proteger a las mujeres de los peores impactos de las crisis. Sin embargo, también hay una gran necesidad de políticas de desarrollo social  que asuman el género como un paso decisivo hacia la igualdad y el mayor bienestar de las personas. Como se vio en crisis anteriores en Asia y América Latina, los indicadores sociales demoran el doble en recuperarse de las crisis y es preciso vigilarlos atentamente, al igual que el crecimiento económico. Este último ha dejado de ser una medida válida del bienestar humano y social. Se necesita un cambio de paradigma, y reflejarlo en la práctica. No se trata de tener la meta del crecimiento y formular algunas políticas para la mujer, o para las familias pobres, sino de diseñar y aplicar un nuevo paradigma de desarrollo con derechos y oportunidades iguales para todos y todas.

A pesar de los adelantos en los marcos jurídicos y políticos para la igualdad de género, en todo el mundo los movimientos de la mujer se han sentido frustrados porque los estados no han aplicado estos marcos y no han cumplido con sus compromisos. Como dijo Norah Matovu Wing, directora ejecutiva de la Red de Desarrollo y Comunicación de las Mujeres Africanas (FEMNET): “El cambio que se ha logrado en el estatus político, social y económico y la situación de la mujer africana es innegable. Sin embargo, nos preocupa que todavía sólo una minoría disfruta de estos beneficios”[2] . Los cambios en la vida cotidiana de las mujeres son contados, especialmente para las de las zonas rurales y las que deben migrar dentro de sus propios países y al extranjero.

Impactos de género de la crisis económica

La crisis económica de 2008 y los posteriores planes de recuperación en los niveles nacionales, regionales e internacionales no han logrado reconocer, comprender, analizar y corregir el impacto de género de la crisis financiera. La negación continua de su impacto de género, unida a la falta de inclusión de las mujeres como parte de la solución, acarrea el riesgo de que se vuelva a una estrategia de recuperación “como de costumbre” que, en el largo plazo, tendrá consecuencias perjudiciales para las vidas reales de mujeres, hombres y niños y también para el medio ambiente.

La crisis económica actual se diferencia de recesiones anteriores en que se trata de una recesión que ha tenido - y seguirá teniendo - un impacto mucho mayor, aunque distinto, sobre las mujeres. En comparación con períodos anteriores de desaceleración económica, las mujeres hoy en día “son la fuerza más importante – y menos reconocida – para el crecimiento económico en el planeta”, por lo menos según The Economist, que sugirió que en las últimas décadas las mujeres han contribuido más a la expansión de la economía mundial que las nuevas tecnologías o los mercados emergentes de China e India[3] . Sin embargo, se hace caso omiso de esta realidad. Además, el número sin precedentes de mujeres en el mercado laboral significa que contribuyen a los ingresos de los hogares como nunca antes. Por lo tanto, la integración de la mujer en el mercado laboral significará no sólo que la crisis tendrá un mayor impacto directo en las propias mujeres sino también en los hogares, donde los ingresos se verán afectados en forma considerable por las pérdidas de empleo femenino.

Pero lo más importante es que la situación económica de las mujeres al comienzo de la recesión no era de ningún modo igual a la de los hombres. En modelos laborales que se caracterizan por mercados segregados por sexos, brechas salariales entre hombres y mujeres, mayores niveles de empleo a tiempo parcial y una alta concentración en el llamado sector informal con menores ingresos y escasa o nula protección social, las mujeres no están en una posición ventajosa para enfrentar la crisis.

Es importante reconocer las dimensiones interdependientes y multifacéticas de la crisis financiera y económica para comprender su impacto total en las mujeres y en las relaciones de género ahora y en el futuro. En general, se han pasado por alto las dimensiones de género de esta crisis. Por ejemplo, en Europa, las predicciones oficiales de desempleo dan cifras similares para mujeres y hombres. Sin embargo, no tienen en cuenta que la proporción de mujeres con trabajo a tiempo parcial, un área que queda fuera de las estadísticas de desempleo, es excesiva. En 2007, el porcentaje de las mujeres que trabajaban a tiempo parcial en la UE era del 31,2%, cuatro veces más elevado que el de los hombres[4] . Las mujeres también son las principales proveedoras de servicios públicos y representan hasta dos tercios de la mano de obra en la educación, la salud y la asistencia social; por lo tanto, es probable que el desempleo femenino aumente en forma desproporcionada a raíz de los recortes de gastos del sector público.

Para comprender los efectos de los recortes de los gastos públicos sobre las mujeres, tanto en el corto como en el largo plazo, se debería hacer un análisis de impacto de género antes de aplicarlos. Las respuestas de los Estados a esta crisis se han centrado en los sectores dominados por la presencia masculina (p. ej., la industria automotriz y el sector de la construcción), pero los recortes de gastos públicos sin duda tendrán como consecuencia que servicios como la prestación de cuidados volverán a las mujeres, lo que limitará aún más su capacidad de participar plenamente en todos los aspectos de la vida. De la misma manera, el impacto de los recortes de gastos para servicios de asistencia en las comunidades en situación de desventaja socioeconómica tendrá como consecuencia una mayor dependencia de las mujeres tanto dentro de las familias como en la comunidad.

En todo el mundo, las tasas de desempleo de las mujeres están aumentando debido a conceptos de género anticuados y recortes en los gastos públicos, mientras que al mismo tiempo su participación en la economía informal y en el trabajo “voluntario” ha aumentado en la medida que se han eliminado las medidas de asistencia social y se espera que las mujeres cubran estos vacíos.

Desafíos globales un  vistazo general

En Asia, África, Europa, América Latina y el Medio Oriente, los movimientos feministas han reconocido los efectos positivos de los acuerdos internacionales sobre las vidas de las mujeres y las niñas. Sin embargo, en algunas regiones se ha observado un aumento del extremismo religioso y/o el conservadurismo de derecha que se asocia a la perpetuación y propagación de leyes que discriminan a la mujer. Muchos estados y partidos políticos manipulan el derecho de las personas a la diversidad cultural y religiosa como un pretexto para violar los derechos humanos de las mujeres, las niñas, las personas portadoras de VIH/SIDA y las que tienen orientaciones sexuales diferentes[5] . La opresión política de las mujeres y sus derechos se potencia por el conflicto armado y una concentración excesiva en la militarización en lugar del bienestar humano como forma de garantizar la seguridad.

Pueden observarse variantes de este fenómeno en África y otras regiones en desarrollo a las que las crisis han llegado por diversos canales de transmisión. También se ha vuelto necesario utilizar una perspectiva de género para decodificar situaciones que ocurren dentro de los hogares, ya que las personas que comparten el mismo techo tienen relaciones de poder asimétricas[6] . Además, a pesar de los cambios actuales en los roles sociales, la división del trabajo por sexo dentro de los hogares sigue siendo muy rígida. Las limitaciones que esta división del trabajo impone a las mujeres, y las jerarquías sociales que se basan en ella, determinan una situación desigual en tres sistemas estrechamente vinculados: el mercado de trabajo, el sistema de bienestar o las prestaciones sociales y el hogar.

América Latina y el Caribe: faltan políticas de género

En América Latina, las principales consecuencias negativas de la crisis económica mundial son la disminución de los intercambios comerciales - tanto en volumen como en valor - , la caída de las remesas y el desempleo, junto con un aumento de la pobreza. Más de 2 millones de personas perdieron el empleo en 2009 y, a pesar de las previsiones de un mayor crecimiento económico en 2010, será difícil recuperar estos empleos[7] . Esto se agrava por lo que informa la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL): en 2009 las exportaciones cayeron en un 24% a consecuencia de la crisis[8] .

Por el momento, las respuestas a la crisis en la región se han centrado en la estabilización del sector financiero y en medidas para apuntalar la demanda, el empleo y la asistencia para las poblaciones vulnerables. Sin embargo, muy pocas de las medidas adoptadas por los gobiernos de América Latina y el Caribe mencionan a la mujer, a pesar de que la recesión tiene mayores efectos sobre ellas, en términos tanto de desempleo como de más trabajos precarios, con menor productividad y menos protección social. Es necesario que estas políticas tomen en cuenta la desigualdad de género pues la acumulación de ganancias se basa no sólo en la explotación de los recursos naturales sino también en la mano de obra barata, y la mano de obra femenina es la más barata de todas.

Aunque no se reconozca formalmente, el proceso de producción impone una carga doble a las mujeres: dentro del hogar (o trabajo “voluntario”) y por los empleos con salarios más bajos para aumentar las ganancias. En las últimas décadas, los sueldos se redujeron en la mayor parte de los países de la región, sobre todo por la inclusión de más mujeres en el mercado laboral.

En la Décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, en agosto de 2007, 33 gobiernos acordaron el Consenso de Quito que exigía la adopción de todas las medidas de acción positiva y todos los mecanismos necesarios, incluidas las reformas legislativas y las medidas presupuestarias, para garantizar la participación y los derechos de las mujeres[9] . La incapacidad de aplicar los compromisos asumidos en Quito, demuestra las deficiencias de las políticas de igualdad de género, que se vinculan a la debilidad de los Estados al momento de adoptar y aplicar mecanismos para la promoción de la mujer, y al predominio de políticas de “bienestar” sesgadas, que se basan más en la caridad que en los derechos humanos.

En la reciente Undécima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, realizada en julio de 2010 en Brasilia, Brasil, la CEPAL presentó un documento que analiza los logros en materia de igualdad de género y los desafíos que todavía enfrentan las mujeres de la región[10] . Propone un nuevo pacto social para redistribuir la carga laboral total (de trabajo pago y del no remunerado) entre los hombres y las mujeres, de manera de facilitar el acceso de las mujeres al mercado laboral[11] .

La región africana: una gota en el océano

A pesar de los avances en la legislación orientada hacia la equidad de género y el proceso judicial, las mujeres africanas expresaron su desilusión con sus gobiernos, que suscribieron los instrumentos de derechos humanos y apoyaron las diferentes políticas internacionales y regionales con prontitud, pero son sumamente lentos en cumplir con sus compromisos.

El Informe Paralelo de las ONG africanas sobre Beijing +15 encontró que “las numerosas medidas prácticas que se tomaron en los últimos cinco años son una gota en el océano si se las compara con las múltiples promesas hechas por los gobiernos africanos sobre el asunto fundamental de lograr la igualdad de género, la equidad y el empoderamiento de la mujer. En pocas palabras, los líderes africanos están defraudando las expectativas de las mujeres africanas”[12] .

Si bien hoy en día las políticas de los Estados reflejan algunos elementos de los marcos de “igualdad de género”, en general no llegan a abordar los asuntos relativos al empoderamiento de la mujer y, en especial, la salud y los derechos sexuales y reproductivos.

En el contexto de la crisis económica y financiera mundial, las primeras personas que perdieron sus empleos en el sector formal en África fueron las de los estratos inferiores, donde la mayoría son mujeres. Las mujeres todavía permanecen mayormente invisibles en la economía formal, y su trabajo no remunerado sigue sin ser reconocido y va en aumento, al mismo tiempo que deben asumir el peso del impacto social y económico de las políticas macroeconómicas.

Economistas feministas han observado reiteradamente que la crisis mundial tiene cada vez más efectos con dimensiones de género pues ocurren en un contexto político que afecta la carga horaria de las mujeres y las obliga a asumir más tareas de prestación de cuidados cuando los servicios privados o públicos se vuelven menos accesibles. Este contexto también incluye tasas de desempleo mayores para las mujeres y/o un aumento de la marginación de la mujer en el sector informal y un posible deterioro de sus condiciones de trabajo[13] .

La región árabe: el empoderamiento económico de la mujer

En contra del mito de un “mundo musulmán” único y homogéneo, los grupos de mujeres en la región árabe han estado impulsando las transformaciones desde el interior de sus comunidades, luchando contra las interpretaciones conservadoras del islam que niegan la igualdad de género y abogando a favor de la justicia de género en el ámbito local. A pesar de su cultura común, hay diferencias notables entre los países árabes en términos de la aplicación de la Plataforma de Beijing. Esto se debe a varios factores, entre los cuales figura la forma en que los diferentes países interpretan los textos religiosos sobre las mujeres, y que se refleja en las leyes sobre el estatuto personal y las responsabilidades que se les permite ejercer fuera de los límites del hogar y la familia.

Si bien todos los Estados Árabes han firmado y ratificado la CEDAW, lo han hecho con tantas reservas que se frustra el propósito de la convención. Otros países como Afganistán, por ejemplo, han ratificado la Convención pero nunca han presentado un informe al Comité de la CEDAW.

Se ha hablado mucho del papel que desempeña la religión en esta región, especialmente en lo que concierne a la promoción de la mujer. Hace mucho tiempo que las feministas de la región discuten el uso del término “fundamentalismos” para referirse a las interpretaciones conservadoras del islam[14] y están emergiendo nuevas iniciativas para reformar el derecho de familia musulmán desde dentro[15] . Los grupos de mujeres de la región admiten que la falta de voluntad política – más que la tradición religiosa – es el principal obstáculo para aumentar la participación de la mujer en las posiciones de liderazgo.

En diciembre de 2009, varias organizaciones de mujeres celebraron una reunión regional de consulta en El Cairo para evaluar los logros y los desafíos en la región árabe desde la aprobación de la Plataforma de Beijing. Esta reunión regional, a la que concurrieron 235 mujeres de 14 países, líderes de movimientos por los derechos de la mujer y representantes de la sociedad civil, concluyó con la indicación de las prioridades futuras para la región árabe con miras al cumplimiento de la Plataforma de Beijing[16] .

Aunque la participación de la mujer en la fuerza laboral de la región ha aumentado, todavía es muy baja si se la compara con otras regiones, y existe una gran dependencia económica con todas las consecuencias sociales que eso implica. Es frecuente que las mujeres trabajen en el sector informal, y cuando son propietarias de negocios no los dirigen personalmente sino que deben encomendárselos a un hombre de la familia. Si bien pocos países recopilan estos datos, cuando las mujeres tienen empleos formales, generalmente se les paga menos que a sus colegas hombres[17] .

La región árabe no es inmune a los efectos de la crisis económica mundial que tuvo como consecuencia una desaceleración económica y afectó la capacidad de las personas de ejercer sus derechos humanos. Algunos defensores de los derechos de la mujer sostienen que la crisis actual les ha dado a los gobiernos la oportunidad de cambiar sus políticas macroeconómicas para favorecer más inversiones en impulsar la igualdad de género. Otros han cuestionado esta estrategia sosteniendo que en el contexto musulmán, las políticas y los programas en apoyo del empoderamiento de la mujer no pueden ser eficaces si su aplicación es frenada por fuerzas que se interponen entre las mujeres y las instituciones del Estado, tales como las costumbres y prácticas tradicionales y religiosas[18] .

Asia y el Pacífico: adelantos y asuntos pendientes

En octubre de 2009, organizaciones y redes de la región de Asia y el Pacífico que representaban una amplia gama de mujeres y niñas se reunieron en el Foro de ONG sobre Beijing +15 y reafirmaron su confianza en la Plataforma de Beijing como documento estratégico para la promoción de las mujeres y las niñas, los derechos humanos, la paz, la seguridad de las personas y un desarrollo que incluya a las mujeres. El Foro también identificó las crisis paralelas del desarrollo, la deuda, el cambio climático, la seguridad alimentaria, los conflictos y las finanzas, y una violencia creciente contra las mujeres como los elementos que tienen consecuencias más graves para los derechos de las mujeres y las niñas de toda la región[19] .

El Foro también destacó la ratificación de la CEDAW por todos los países, a excepción de Brunéi Darussalam, Nauru, Palau y Tonga, como un paso positivo. Además, varios países de la región como Tailandia, Cambodia y Filipinas en Asia Sudoriental; y la India, Nepal y Bangladesh en Asia Meridional ahora tienen Planes de Acción Nacionales para combatir la violencia contra la mujer[20] . Se están aprobando leyes y políticas para fortalecer la seguridad y los derechos económicos de las mujeres en áreas fundamentales como el trabajo decente y el acceso al crédito y los mercados. Algunos países - por ejemplo Afganistán, Indonesia y Timor-Leste - aprobaron cupos u otras medidas de acción positiva para aumentar la participación de las mujeres en la toma de decisiones políticas, mientras que otros adoptaron medidas para mejorar los resultados en salud de las mujeres y las niñas e implementar mecanismos para reducir las brechas de género en la alfabetización y la enseñanza primaria y secundaria.

A pesar de estos avances, el Foro reconoció los desafíos inmensos y complejos que todavía deben enfrentar las mujeres y las niñas de la región y su lucha por afrontar las crisis recurrentes. Se expresó una preocupación especial por el impacto de estas crisis en los derechos de la mujer. Se reclamó una integración económica subregional y la creación de planes de desarrollo nacionales que se funden en los principios y las prácticas de la sostenibilidad ecológica, la soberanía alimentaria, la inclusión financiera, la protección social universal, la solidaridad económica y el comercio justo.

Conclusión

En la actualidad las necesidades de las mujeres y las niñas van más allá de promover la Plataforma para la Acción de Beijing y la aplicación de la CEDAW, e incluyen la planificación de un desarrollo sostenible que tenga al ser humano como centro. Los foros regionales como el Foro de ONG de Asia y el Pacífico señalan que se necesita una integración económica subregional y la creación de planes de desarrollo nacionales que se funden en los principios y las prácticas de la sostenibilidad ecológica, la soberanía alimentaria, la transparencia financiera, la protección social universal, la solidaridad económica y el comercio justo.

Esta recesión global es el momento perfecto para crear un nuevo modelo de desarrollo en el que la igualdad de género y la inclusión social deben ser prioridades fundamentales. Es necesario repensar los modelos macroeconómicos que se basan en mantener baja la inflación y la balanza de pagos controlada, y reconocer que una economía en crecimiento requiere salarios mínimos vitales y que todas las personas contribuyan a la productividad económica. Esto también requiere el reconocimiento de que una economía productiva depende de una amplia economía del cuidado en la que la mano de obra es predominantemente femenina. Ha llegado el momento de un nuevo paradigma del desarrollo con derechos y oportunidades iguales para todos.

Nace ONU Mujeres: ¿estará a la altura de los desafíos?

Genoveva Tisheva y Barbara Adams

Las organizaciones y los grupos de mujeres de todo el mundo celebraron la resolución de la Asamblea General de la ONU, aprobada el 2 de julio de 2010, que establece la entidad de la ONU para la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer: ONU Mujeres. Esta nueva entidad estará dirigida por una Secretaria General Adjunta y consolidará y fusionará las cuatro entidades existentes dedicadas al género, aumentará la capacidad operativa a nivel de los países y tendrá más autoridad y recursos para impulsar el empoderamiento y la promoción de la mujer.

En esta resolución, llaman especialmente la atención los párrafos sobre la importancia de la participación de la sociedad civil en la nueva entidad. La nueva organización ampliará su capacidad operacional en los países: entre otras cosas, se relacionará con grupos de mujeres y otras organizaciones de la sociedad civil dedicadas a promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

Esta resolución sólo fue posible por todo el trabajo de promoción y el compromiso firme de los movimientos de mujeres y otras organizaciones de la sociedad civil en el transcurso de los últimos cuatro años. Esto comenzó con la aprobación del Informe 2006 sobre la Reforma de la ONU del Panel sobre la Coherencia de todo el Sistema, que incluyó la recomendación de establecer una nueva entidad para aumentar la autoridad, los recursos y la capacidad de la ONU en su trabajo por la igualdad de género. En el entendido de que se precisaba un esfuerzo más fuerte por parte de la sociedad civil para la conformación de la nueva entidad, varios de esos grupos se unieron en la Reforma de la Arquitectura para la Igualdad entre los Géneros o Campaña GEAR (por sus iniciales en inglés). Charlotte Bunch, ex directora ejecutiva del Centro para el Liderazgo Global de las Mujeres, miembro fundador de la campaña GEAR, declaró: “Tenemos grandes expectativas para esta nueva agencia: los grupos de mujeres y otras organizaciones dedicadas a la justicia social, los derechos humanos y las organizaciones de desarrollo que desempeñaron un papel fundamental en este esfuerzo deben trabajar ahora para asegurar que este nuevo organismo cuente con los recursos humanos y financieros necesarios para tener éxito”.

Mucho depende de la persona que el Secretario General de la ONU nombre como nueva Secretaria General Adjunta al frente de la nueva organización. Hay consenso de que esta persona debe reunir la visión, la experiencia y la determinación no sólo de ampliar el trabajo de la entidad de la ONU para la igualdad de género sino también hacer que las otras partes del sistema de la ONU rindan cuentas de sus esfuerzos por impulsar la igualdad de género en todos los países. Esto es especialmente importante en esta época, cuando tanto la comunidad internacional como los países de todo el mundo aceleran sus esfuerzos para avanzar hacia el cumplimiento de los ODM para 2015, al mismo tiempo que enfrentan el impacto continuado de la peor crisis económica y financiera global de los últimos 40 años.

El primer desafío importante que deberá enfrentar ONU Mujeres es, pues, si adoptará el modelo tradicional de multilateralismo, por el que las decisiones se toman sólo por los gobiernos y el proceso político tiende a diluir las recomendaciones sobre las políticas. Este modelo no ha logrado impulsar el desarrollo sostenible en todos los países ni enfrentar el desajuste entre las políticas macroeconómicas y los enfoques de justicia de género. Los defensores de la igualdad de género en las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), los gobiernos y las agencias de la ONU deben empezar a cerrar esta brecha, y la prueba para ONU Mujeres es si podrá brindar la visión y el liderazgo necesarios.

Políticas divergentes

La crisis financiera y económica ha representado un desafío no sólo para los recursos para el desarrollo sino también a las políticas que buscan hacerlo inclusivo y sostenible. En tanto los gobiernos tratan de reducir sus presupuestos y sus gastos públicos en vista de la deuda que han generado para enfrentar la crisis, estos recortes se harán sentir en muchas áreas de los servicios sociales, como la educación y la salud, que son fundamentales para la promoción de las mujeres. Esto, a su vez, pone en peligro el empoderamiento ya logrado, no sólo porque estos servicios serán más limitados y más caros, sino porque los recortes aumentarán el trabajo no remunerado de las mujeres para compensar la falta de estos servicios con la llamada “economía del cuidado”, que se basa en la suposición incierta de que las mujeres son por naturaleza más propensas a brindar cuidados y que tienen el tiempo y la capacidad para hacerlo.

Al mismo tiempo, estos son los sectores en los que más se concentran los empleos femeninos, lo que agrega a las pérdidas de empleo de las mujeres, pues se parte del supuesto de que si los gobiernos reducen el gasto en servicios públicos y, en cambio, subsidian las iniciativas del sector privado, ese sector brindará esos servicios y así creará empleos para mujeres y hombres. Este planteo supone no sólo la demanda sostenida, a pesar de la reducción de ingresos en los hogares y la necesidad de nuevos desembolsos, sino también que la principal fuente de ingresos del hogar es el empleo del hombre, mientras que los ingresos de la mujer son secundarios. Y esto en un momento en que la ONU ha afirmado – y las metas de los ODM lo reflejan – que la estrategia clave para reducir la pobreza es brindar empleo pleno, productivo y decente, especialmente para las mujeres y los jóvenes. Las políticas en respuesta a la crisis económica en muchos casos perpetúan todas estas suposiciones pasadas de moda y desacreditadas, colocan a las mujeres en una situación de desventaja desproporcionada y aumentan el desajuste entre las políticas.

Este y otros informes han destacado que se debe permitir a los gobiernos de los países en desarrollo, que no fueron responsables de causar esta crisis, un espacio político suficiente como para ampliar sus políticas fiscales para responder a la crisis de manera de poder fomentar el empleo y proteger el gasto social. En respuesta, las instituciones internacionales de crédito como el FMI y el Banco Mundial han indicado su mayor disposición a apoyar políticas fiscales más flexibles y la continuación del gasto social, por lo menos en algunos casos. Por lo tanto, lo que se necesita con más urgencia son esfuerzos concertados de la sociedad civil, incluso de las organizaciones de mujeres, para asegurarse de que los gobiernos ocupen ese espacio, de manera de proteger los derechos y promover el bienestar de todos los sectores de sus sociedades. Es en esta nueva dirección que la recién creada entidad de género, ONU Mujeres, debe proporcionar inspiración y liderazgo.

La red GEAR de organizaciones y redes de mujeres y de la sociedad civil se está comunicando con representantes de la ONU a todos los niveles para trabajar en el proceso de transición y asegurar a la nueva Secretaria General Adjunta su voluntad de apoyar a la nueva entidad para impulsar la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer. “Sabemos que esto es sólo el comienzo”, dijo Rachel Harris de la Organización de Mujeres para el Medio Ambiente y el Desarrollo (WEDO). “Debemos seguir garantizando que estamos construyendo una ONU que realmente sirva a todas las mujeres en la vida real. Eso exige la participación activa de todos los interesados”.

 

[1] Este artículo es el resultado del trabajo del Social Watch Gender Working Group, que se basa en hallazgos del  Social Watch 06 Cuadernos ocasionales, La hora de la economía de género (marzo de 2010). Fue redactado por Enrique Buchichio y Amir Hamed, del Secretariado de Social Watch.

[2] African Women NGO Review Beijing +15, noviembre de 2009. Disponible en:  <www.foroyaa.gm/modules/news/article.php?storyid=3913>.

[3] Ruth Sunderland, “This mess was made by men. Now let the women have their say”. The Observer, 1º de febrero de 2009. Disponible en: <www.guardian.co.uk/commentisfree/2009/feb/01/davos-global-recession-gender>.

[4] Lobby Europeo de Mujeres, Mujeres y la crisis económica: la urgencia de una perspectiva de género, 2010. Disponible en: <www.socialwatch.org/node/11611>.

[5] Ver, por ejemplo: Social Watch, La hora de la economía de género – A 15 años de la  IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, marzo de 2010. Disponible en:  <www.socialwatch.org/node/11578>.

[6] Equipo de Investigación de Social Watch, Género y pobreza: un caso de desigualdades entrelazadas, 2005. Disponible en: <www.socialwatch.org/sites/default/files/pdf/en/genderpoverty2005_eng.pdf>.

[7] OIT, 2009 Panorama Laboral de América Latina y el Caribe, Ginebra, enero de 2010.

[8] CEPAL, El comercio internacional en América Latina y el Caribe en 2009: crisis y recuperación. Enero de 2010. Disponible en: <www.eclac.org/publicaciones/xml/6/38276/Crisis_recuperacion_2009.pdf>.

[9] “Latin American and Caribbean countries approve Quito consensus,” 14 de agosto de 2007. Disponible en: <www.caribbeanpressreleases.com/articles/2200/1/Latin-American-and-Caribbean-countries-approve-Quito-consensus/Page1.html>.

[10] CEPAL, ¿Qué Estado para qué igualdad?, julio de 2010. Disponible en: <www.eclac.org/publicaciones/xml/6/40116/Que_Estado_para_que_igualdad.pdf >.

[11] Para más sobre esta región, ver: Social Watch, “América Latina y el Caribe: no hay solución a la crisis sin políticas de género”, 2010. Disponible en: <www.socialwatch.org/node/11615>.

[12] FEMNET, “The Africa Women’s Regional Shadow Report on Beijing + 15”, 10. Disponible en: <www.un-ngls.org/IMG/pdf_1272966511_196.200.26.62_Africa_NGO_Report-_Beijing_15_FINAL-ENG.pdf>.

[13] Development Alternatives with Women for a New Era (DAWN), “Re-imagining Feminist Politics and Strategies in the Global South”. Disponible en: <www.dawnnet.org/resources-news.php?id=92>.

[14] Por más información ver Anita Nayar, “Para pensar sobre fundamentalismos”, en Social Watch, “La región árabe: 30 años de la CEDAW”, 2010. Disponible en: <www.socialwatch.org/node/11599>.

[15] Ver Musawah - For equality in the family, <www.musawah.org>.

[16] Regional Beijing+15 NGO Shadow Report Issued by Women’s Rights Experts, El-Karama, 2010. Disponible en: <www.el-karama.org/content/regional-beijing15-ngo-shadow-report-issued-women%E2%80%99s-rights-experts>.

[17] Mona Chemali Khalaf, Women’s control over economic resources and access to financial resources, UN Economic and Social Commission for Western Asia (ESCWA), 31 de agosto de 2009. Disponible en: <www.escwa.un.org/information/publications/edit/upload/ecw-09-2-e.pdf>.

[18] Vivienne Wee, Farida Shaheed et al., “Women empowering themselves: A framework that interrogates and transforms”, Women’s Empowerment in Muslim Contexts, 2008. Disponible en: <www.wemc.com.hk/web/rf/3_WEMC_Research_Framework.pdf>.

[19] Final Declaration of the Asia Pacific NGO Forum on Beijing +15. Disponible en: <apww.isiswomen.org/index.php?option=com_content&view=article&id=65:final-declaration-of-the-asia-pacific-ngo-forum-on-beijing-15&catid=2:ap-ngo-forum-15&Itemid=25>.

[20] Noeleen Heyzer, discurso principal, Foro de ONG de Asia y el Pácifico sobre Beijing +15, Manila, octubre de 2009.