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El camino de desarrollo que siguen los países más ricos hace estragos en los recursos naturales del planeta. Se necesita un cambio radical de este sistema económico que sigue produciendo marcadas desigualdades económicas y sociales en todo el mundo. Para poder enfrentar los desequilibrios estructurales con éxito es decisivo introducir mecanismos de regulación y control gestionados democráticamente, capaces de fomentar y proteger los derechos humanos en lugar de los privilegios de las empresas. Los pilares y metas fundamentales de la estrategia deberían ser la erradicación de la pobreza, la disminución de las desigualdades, la realización de esfuerzos por lograr una sociedad más justa e inclusiva y el respeto por el medio ambiente.
El futuro del mundo, sus 7 mil millones de personas y las generaciones venideras quedará determinado por las respuestas que demos a los importantes desafíos que enfrenta el planeta. Nuestras prácticas actuales ponen en peligro nuestra misma existencia.
En la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río, la comunidad internacional adoptó una serie de principios y obligaciones para respaldar el desarrollo sostenible. Por desgracia, estos principios han sido poco implementados. Los países industrializados no han proporcionado los medios necesarios (recursos financieros y transferencia de tecnología) para aplicar los acuerdos de la Cumbre de la Tierra, y tampoco han ofrecido el liderazgo que se requiere para cambiar los modelos de producción y consumo, especialmente en sus propios países.
La actividad humana ha sido la principal causa de la degradación ambiental, el cambio climático y las desigualdades sociales, que ponen en peligro nuestra existencia misma. El camino de desarrollo que siguen los países más ricos del mundo ha explotado de modo desproporcionado los recursos naturales no renovables del planeta, y sigue haciéndolo. Es necesario emprender acciones para lograr una transición de gran alcance hacia modelos de desarrollo sostenible, y esto exige una transformación radical y urgente del enfoque del crecimiento y la estabilidad económica, y de los modelos de producción y consumo.
Los países tienen una responsabilidad compartida pero diferenciada por su contribución a las prácticas insostenibles de la actualidad y por las consecuencias del uso insostenible de los recursos naturales del mundo. Las naciones industrializadas son quienes más han contribuido con sus acciones a generar los problemas ambientales globales que todos enfrentamos, por lo que deberían tomar medidas para ayudar a los países en desarrollo a mitigar los efectos negativos que ahora enfrentan, entre los cuales el cambio climático, y adaptarse a ellos.
Los límites de la economía “verde”
Las medidas para implementar mecanismos eficientes de gestión sostenible de los recursos naturales y de capital tendrán inevitablemente fuertes efectos sobre los actores económicos. Es probable que la creación de una economía verde genere nuevos “empleos verdes”, pero también destruirá muchos empleos “marrones”. De esta manera, en el proceso de transformación a una economía verde, algunas personas, grupos, comunidades y países se verán perjudicados, en tanto otros se verán beneficiados. El desarrollo sostenible significa mejorar el bienestar de las generaciones presentes y también las futuras, y se preocupa no solo de la justicia ambiental sino también de la social, económica e intergeneracional: una economía más verde por sí sola no alcanzará para producir desarrollo sostenible.
Los pilares y metas fundamentales de cualquier la estrategia de desarrollo sostenible deberían ser la erradicación de la pobreza, la disminución de las desigualdades, la realización de esfuerzos por lograr una sociedad más justa e inclusiva, junto con el respeto del medio ambiente y la obligación de rendir cuentas. Una economía verde, aunque dependa menos de los recursos naturales, seguirá propiciando la desigualdad si no hay otros cambios fundamentales.
En su posición para la Cumbre de la Tierra Río+20, la Unión Europea ha previsto una reconsideración del modelo tradicional de progreso económico pero, a pesar de propuestas valiosas en lo que hace a políticas y estrategias, se apoya mucho en la innovación tecnológica como medio para lograr una utilización más eficaz de los recursos. Es cierto que innovaciones como las técnicas de geoingeniería, la nanotecnología o la biología sintética tienen la posibilidad de contribuir al desarrollo sostenible, pero es imprescindible someterlas a evaluaciones de impacto rigurosas y sistemáticas.
Además, el desarrollo sostenible es un concepto que va más allá de la utilización eficaz de los recursos: se necesitan reformas radicales en materia de modelos de producción y consumo, derechos sociales y políticos y prácticas económicas para poder enfrentar adecuadamente las múltiples dimensiones de la sostenibilidad.
Equidad, empoderamiento, derechos humanos y participación democrática
El primer principio de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo establece que: “Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible”. Según esta perspectiva, la promoción de la equidad social, de género, económica y ambiental, la reducción de la desigualdad y el cumplimiento de los derechos humanos deberían ser la base de cualquier estrategia para el desarrollo. Esto solo puede lograrse con la participación de los ciudadanos en los procesos de cambio necesarios para asegurar la sostenibilidad; y el camino hacia esos cambios debe transitarse con plena transparencia y responsabilidad. La garantía de acceso a la información, la concienciación sobre los problemas del desarrollo sostenible y la mayor participación de ciudadanos e interesados en los procesos de toma de decisiones son elementos clave para el desarrollo sostenible.
No es posible lograr una economía sostenible sin participación de todos los sectores de la sociedad. Es preciso extender la protección social, no solo para quienes tienen empleos en la economía formal, sino como derecho de todos los integrantes de la sociedad. Se debe adoptar un enfoque de lucha contra la pobreza basado en los derechos humanos y financiar estrategias para el desarrollo que se centren especialmente en la mujer. Por ejemplo, con relación a la seguridad alimentaria, es necesario reconocer el papel de las mujeres (que producen entre el 60 y el 80% de los alimentos en las sociedades agrícolas).
Financiación para el desarrollo sostenible
Para alcanzar la sostenibilidad, los países desarrollados deberán aportar cantidades importantes de fondos para permitir la ejecución de estrategias globales eficaces. En este contexto también deberá asumirse el compromiso de suministrar más fondos nuevos para enfrentar el cambio climático.
Las modalidades de financiamiento innovador que se están discutiendo hace más de un decenio también pueden ser un aporte importante para la implementación de estrategias de desarrollo sostenible. Debería llevarse adelante la propuesta de un impuesto sobre las transacciones financieras (ITF); la mayoría de los sistemas locales y nacionales de tributación deberían ser revisados para que fomenten la sostenibilidad. Los nuevos sistemas deberán basarse en el principio de que quien contamina debe pagar, y deberán eliminarse todos los subsidios que socaven el desarrollo sostenible.
Conclusiones
Las recientes crisis han mostrado los límites de los modelos económicos actuales. Una mayor liberalización no producirá desarrollo, si lo entendemos como un concepto multidimensional que abarca el progreso económico, ambiental y social. Este modelo ha llevado a mayor inestabilidad, el surgimiento de numerosas crisis, una preocupación exagerada por la acumulación de riqueza personal, más desigualdades sociales y degradación ambiental.
Los desequilibrios estructurales del sistema económico global que perpetúa estas desigualdades y atrapa a millones de personas en ciclos de pobreza deben ser enfrentados. Es necesario redistribuir el poder y establecer mecanismos de regulación y control gestionados democráticamente. Las personas deberían estar en el centro de cualquier estrategia que tenga por finalidad garantizar la seguridad social, económica y ambiental. Río 2012 es una oportunidad importante para construir sobre la base de compromisos anteriores y asegurar su ejecución. El objetivo final debe ser la adopción de compromisos internacionales vinculantes con plazos y estrategias consensuados, y para ello se requiere la participación de los líderes de gobierno de más alto nivel.
El futuro del mundo, sus 7 mil millones de personas y las generaciones venideras quedará determinado por las respuestas que demos a todos estos desafíos que enfrenta el planeta: nuestras prácticas actuales ponen en peligro nuestra misma existencia.
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