El Gólgota de las finanzas globales

Hay acuerdo global en la necesidad de reformar la arquitectura financiera internacional, a juzgar por los anuncios hechos en São Paulo al final de la reunión del Grupo de los 20 (G-20) preparatoria de la cumbre de Washington sobre las finanzas mundiales que tuvo lugar el 15 de noviembre de 2008.

Los líderes de la Unión Europea ya habían acordado el 7 de noviembre cuatro principios para esta reforma. Los tres primeros establecen la regulación y disciplina necesarias para que puedan funcionar mercados financieros globales: regulación universal, sin excepciones (no más paraísos fiscales ni banca offshore, regulación de las agencias calificadoras de riesgo), transparencia y normas contables comunes que terminen con el secreto bancario y el ocultamiento de riesgos, y monitoreo gubernamental sobre los grandes grupos financieros, con vigilancia adecuada para detectar a tiempo futuras “burbujas”.

El cuarto principio europeo quiere otorgarle al Fondo Monetario Internacional (FMI) la tarea de “prevenir las crisis” y un “papel central en una arquitectura financiera más eficiente”, ya que la institución financiera contaría con “la legitimidad y universalidad necesarias”.

Tal confianza de la UE en el FMI contrasta abiertamente con la de los participantes del Sur en la cumbre del G-20 del 15 de noviembre. Las acusaciones de Argentina, Tailandia e Indonesia de que el FMI, si no causó, al menos contribuyó a empeorar sus respectivas crisis financieras son notorias. Y el ex ministro de Finanzas de India Yashwant Sinha dijo en junio, meses antes de que estallara la crisis: “Creo que las instituciones financieras internacionales que tenemos son terriblemente inadecuadas para lidiar con los desafíos globales. Hay una falla importante en la forma en que Estados Unidos regula las operaciones financieras. Y, ¿qué hace el FMI sobre Estados Unidos? Nada”.

Existe amplio consenso entre los analistas sobre que el origen de la crisis financiera y la consiguiente recesión de la economía global está en haber concedido millones de hipotecas en Estados Unidos a quienes no podían pagarlas, para luego revender estos papeles “basura” a bancos e instituciones financieras de todo el mundo como si fueran buenos. Los primeros puntos de la propuesta europea apuntan a evitar estos “contagios” en el futuro, pero la designación del FMI como agente regulador es un burdo intento de promover sus propios intereses. Desde su creación ha estado invariablemente dirigido por un europeo (y el Banco Mundial por un estadounidense) y los europeos tienen 33% de los votos en la institución y, por lo tanto, poder de veto, al igual que Estados Unidos, que tiene 17%.

Cuando Rusia, Asia y Argentina padecieron sus crisis financieras, el FMI acudió al rescate e impuso sus condicionalidades, en muchos casos estableciendo reglas y disciplinas que los grandes bloques económicos no aplicaron en su propia casa. Ahora que Estados Unidos y Europa están en crisis y necesitan, para recuperar la economía mundial, de las reservas acumuladas por los países excedentarios (China, India y algunos grandes exportadores de petróleo), las potencias que controlan el FMI no solo quieren que los países pobres financien la recuperación de los ricos sino que, además, ¡lo hagan a través de la institución que ellos controlan!

Finalizada la reunión del G-20 en Washington, el “G-192”, o sea, los 192 miembros de las Naciones Unidas, van a reunirse al más alto nivel en Doha, la capital de Qatar, en la Conferencia Internacional de Seguimiento sobre Financiación para el Desarrollo, del 29 de noviembre al 2 de diciembre. Pero Estados Unidos y Gran Bretaña se niegan a que allí se discutan las finanzas mundiales o su reforma.

Así comentó un experto inglés su impresión de una reunión con los asesores financieros del Primer Ministro Gordon Brown: “A corto plazo quieren mayor coordinación global en los apoyos a los países víctimas de la crisis financiera, pero se niegan a reconocer ninguna responsabilidad del sector financiero de Estados Unidos o Gran Bretaña en la crisis. Quieren relanzar las negociaciones comerciales, pero están contra cualquier mandato de las Naciones Unidas. Nos dijeron que el Primer Ministro tiene ideas ambiciosas, pero no presentaron ninguna y no quisieron discutir las nuestras. Dijeron que el Primer Ministro quiere un cambio duradero y sistémico, pero anunciaron que las próximas cumbres sólo discutirían temas de corto plazo. Muy decepcionante”.

La arquitectura financiera internacional se parece demasiado a la Iglesia del Gólgota. El Santo Sepulcro está custodiado por seis iglesias cristianas (católicos romanos, ortodoxos griegos, coptos, armenios, sirios y etíopes); cada una de las cuales tiene lugares exclusivos y administran en conjunto los lugares comunes. No es tarea fácil. En el siglo XIX alguien puso una escalera de madera sobre una cornisa a la entrada y ésta sigue allí porque no hay acuerdo sobre quién tiene autoridad para sacarla. Peor aun, un lugar frecuentemente atiborrado por miles de peregrinos carece de salida de emergencia porque no hay consenso sobre dónde ponerla y un techo está a punto de caerse pero las obras para evitarlo no pueden comenzar por desacuerdos entre coptos y etíopes.

 Los mandatarios y mandatarias que se reunieron en Washington harían bien en reflexionar sobre la precaria situación del Santo Sepulcro, donde no hay salida de emergencia y el techo amenaza con caerse porque los guardianes de cada capilla defienden privilegios mezquinos en vez de cuidar el bien común.

Tags: