África puede competir con la manufacturación china

"Ha llegado el momento de que África profundice en la manufacturación y se apodere de unos 85 millones de empleos potenciales, ya que los salarios reales están creciendo en China y las empresas de este país buscan lugar fuera para recolocarse". Así describe el Banco Mundial la oportunidad de la región subsahariana para crecer en un futuro muy próximo a costa de Asia. Lo hace en el informe 'Todo sobre empleos: de Asia a África',que recoge razones para el optimisto, aunque también obstáculos que vencer; uno de ellos lo amplia particularmente otro informe de la Red por la Justicia Fiscal-África y ActionAid, que advierte sobre las pérdidas que supone para los países africanos la rebaja de impuestos para incentivar a las empresas extranjeras. 

En el informe del Banco Mundial se advierte de que la deslocalización de las industrias ligeras de manufacturas chinas a África puede servir como plataforma de lanzamiento para la "largamente retrasada" transformación económica del continente.

La exportación de manufacturas es un tren que perdió el continente cuando China emergió en los ochenta. "El declive de la cuota de mercado subsahariana ha sido más largo y profundo que en la mayoría de los casos", señala el informe tras cifrar en el 1% la parte del pastel que le quedó a África.

No obstante, el estudio realizado por varias firmas de análisis entre 2.000 empresas de China, Etiopía, Tanzania, Vietnam y Zambia apunta a que la mejora de la economía asiática ha devuelto esta "oportunidad" a África.

Las ventajas de África, unos sueldos muy inferiores a los asiáticos y una abundante materia prima. Las desventajas, escasez de zonas industriales y medios logísticos para aprovechar sus recursos, y la baja formación de los empresarios y la mano de obra.

El ejemplo de las zapatillas

Según el Banco Mundial, la productividad en las empresas etíopes "bien dirigidas" es similar a la china y la vietnamita. Sin embargo, pagan una cuarta parte de los sueldos chinos y la mitad que los vietnamitas, siendo los costes salariales - -lo que incluye impuestos y cotizaciones sociales- "aún inferiores".

El problema es que los costes para producir madera, por ejemplo, "son de lejos mucho mayores que en China y Vietnam, obligando a Etiopía a importar los muebles de Asia, a pesar de su enorme e inexplorado potencial para suplir la demanda doméstica, especialmente de bambú".

El organismo internacional pone entre otros ejemplos el de la firma china Huajian. Invitada por el Gobierno etíope el pasado septiembre, el fabricante de zapatos aprobó la construcción de una fábrica al este de Addis Ababa en menos de tres meses, justo antes de la Cumbre de la Unión Africana.

El grupo, que emplea a 25.000 trabajadores en China, cumplió el desafío y en enero ya tenía 600 empleados produciendo calzado 'made in Etiopia' para el mercado estadounidense. Además, la fábrica se ha puesto las pilas: produce dos pares de zapatos para mujer al día por trabajador frente a los dos pares y medio que fabrica en China.

Otro ejemplo puesto por el Banco Mundial es el de una empresa etíope que ha abierto su mercado a la Unión Europea. Especializada en producir flores, su éxito ha dado trabajo a 50.000 personas.

Oportunidades y retos de África

"Sólo" con la caída de los empleos manufactureros chinos se podrá doblar los puestos de trabajos de estos sectores en África, destaca el Banco Mundial tras recalcar que la región subsahariana se ha abierto al exterior. Según el informe, entre 2001 y 2012 recibió hasta 33.000 millones de dólares en inversiones directas, "casi cinco veces más que los 7.000 millones recibidos entre 1990 y 1999".

Sin embargo, el crecimiento por sí sólo no producirá la esperada transformación africana. La región no ha cambiado prácticamente en 40 años, pero "el Producto Interior Bruto creció la pasada década un 5,2% al año". Sin embargo, esto estuvo basado en las exportaciones de materias primas y no estuvo acompañado por una transformación estructural", lamenta en el informe Obiageli Ezekwesili, vicepresidente del organismo en la región africana.

Pese al aumento de las exportaciones de petróleo, algodón, metales y minerales, la inversión fue mínima: durante la pasada década apenas se invirtió un 15% del PIB de la región en el desarrollo industrial frente al 25% de Asia, y más de un 80% de los trabajadores africanos son mano de obra con baja productividad.

Por ello, el Banco Mundial urge al continente subsahariano a aprovechar la "erosión" que produce en las fábricas chinas el incremento de los costes laborales y el aumento de la regulación laboral.

Un obstáculo: la competencia fiscal a la baja

Claro que, el coste a la baja no siempre compensa a los países africanos. Kenia, Ruanda, Tanzania y Uganda pierden 2.800 millones de dólares al año por incentivar a empresas mediante la rebaja de impuestos, una práctica que ha sido inútil para atraer inversiones, según un informe de la Red por la Justicia Fiscal-África y ActionAid. Esta tendencia “priva a los países de recursos cruciales para reducir la pobreza y la dependencia de la asistencia exterior”, señala este análisis titulado “Competencia fiscal en África oriental: ¿Una carrera a la baja?”.

En Uganda, por ejemplo, el Estado deja de recaudar por este motivo una cantidad que equivale a casi el doble del presupuesto total de salud, "una situación grave dado que la cuarta parte de los 34 millones de habitantes viven en la pobreza, con menos de 1,25 dólares al día”, advirtieron las mismas organizaciones en otro estudio dedicado exclusivamente a ese país.

El informe fue publicado casi al mismo tiempo en que el Parlamento Europeo declaraba, el 19 de abril, que la Unión Europea requería “reglas claras” para “impedir las formas de competencia fiscal que socavan las estrategias de recuperación de los países afectados” por la crisis económica.

“La política fiscal de Europa es ahora la de la Red por la Justicia Fiscal [TJN]. Es un logro extraordinario”, escribió en su blog Richard Murphy, uno de los fundadores y principales expertos de esa coalición internacional de organizaciones de la sociedad civil.

La TJN define la competencia fiscal como “el proceso por el cual las jurisdicciones usan incentivos fiscales (como exenciones de impuestos y subsidios) para atraer inversiones. Puede involucrar a países que ‘compiten’ unos con otros, pero también entre partes de una federación, como Estados Unidos o Suiza, e incluso entre ciudades”.

“Estados más débiles, como los africanos, son mucho menos capaces de lidiar con las presiones externas de la competencia fiscal”, la cual les ocasiona “una base de ingresos más baja, aumento de la inequidad, una mayor dependencia de la asistencia exterior y un debilitamiento de la responsabilidad del gobierno como consecuencia de la cambiante carga tributaria”, explica la Red en su página web.

“Los gobiernos participan con frecuencia en una ‘carrera a la baja’ mundial de los impuestos, en particular los empresariales”, observó el Grupo de Reflexión de la Sociedad Civil sobre Perspectivas de Desarrollo Global en un capítulo del Informe de Social Watch 2012. En esos países se “han preferido gravámenes indirectos, como un impuesto al valor agregado indiferenciado, que tienen efectos regresivos y aumentan las desigualdades”, agregó el Grupo, compuesto por miembros de Social Watch, Friedrich Ebert Stiftung, terre des hommes, la Red del Tercer Mundo, la Fundación Dag Hammarskjöld, DAWN y el Global Policy Forum.

En una carta abierta a todos los gobiernos, medio centenar de organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo propusieron el año pasado la creación de una Comisión Intergubernamental de Cooperación Internacional en Materia Tributaria para proteger a los países de prácticas abusivas como la evasión y la competencia fiscal nociva. Encabezaron el llamado la TJN y las redes internacionales Eurodad, CIDSE, ActionAid y Christian Aid.

En la presentación de los informes sobre África oriental el mes pasado, Sophie Kyagulanyi, coordinadora de Gobernanza de ActionAid en Uganda, dijo que “la ‘carrera a la baja’ es la tendencia actual de los gobiernos de recortar impuestos y aliviar los requisitos exigidos a los inversores extranjeros con el fin de atraer a grandes empresas para que operen en la región”. “Los pobres son los que asumen la mayor carga de esos incentivos fiscales, dada la reducción del ingreso destinado a los servicios públicos. Los únicos que se benefician de la competencia fiscal son grandes corporaciones”, agregó Kyagulanyi.

El estudio regional recuerda que Burundi, Kenia, Ruanda, Tanzania y Uganda, los cinco miembros de la Comunidad del África Oriental (EAC), completaron su integración en un área de libre comercio con un arancel externo común entre 2005 y 2009.

Con la creación de “un mercado regional más grande”, las empresas tienen desde entonces la posibilidad de “radicarse en cualquier país de la EAC para abastecerlo. Al mismo tiempo, de todos modos, los países son tentados a aumentar los incentivos para atraer inversiones extranjeras directas y, según ellos, incrementar los empleos y las exportaciones”, explica el informe regional.

“Los países de África oriental brindan una amplia gama de incentivos fiscales, muchos de ellos para atraer compañías extranjeras. Los más notorios son las ‘vacaciones fiscales’ de 10 años de los impuestos a las ganancias empresariales, y exenciones de los impuestos al valor agregado, a las importaciones y a los salarios”, agrega el estudio. “Los principales beneficiarios son inversores extranjeros, y los más perjudicados, dada la sustancial pérdida de ingresos, son la población y los países en sí mismos.”

En Tanzania, la pérdida de recaudación por exenciones fiscales e incentivos vinculados con el comercio y la inversión extranjera equivalió a 6% del producto interno bruto en 2008; en Kenia, a alrededor de 3,1% anual; en Uganda, a “por lo menos 2%” en el ejercicio 2009-2010; y en Ruanda, a 4,7% en 2009, según el informe.

El estudio urgió a las autoridades nacionales a “asumir la revisión pública de todos los incentivos fiscales con miras a reducir o eliminar muchos de ellos, especialmente aquellos para cuya asignación los ministros tienen facultades discrecionales” y a elaborar cada año “un análisis público sobre pago de impuestos” en el que conste el costo de los beneficios y que identifique a los beneficiarios.

Los gobiernos deben también “promover la coordinación en la EAC para atender la competencia fiscal dañina” y “para eliminar los incentivos fiscales excesivos”, asegurando “una mayor transparencia sobre aquellos que persistan”.


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