Elija su crisis

Actualmente existe el consenso de que Filipinas debe asumir su déficit fiscal y su problema de deuda. Ya sea un problema fiscal o una crisis fiscal, el hecho es que el déficit sigue estando fuera de control, mientras se calcula que la deuda pública asciende ahora al 80% del PBI. Entretanto, Filipinas mantiene niveles de pobreza sumamente elevados y se ve apremiada para recaudar recursos adicionales para las Metas de Desarrollo del Milenio.

Antes las voces de Freedom from Debt Coalition y Social Watch Filipinas eran las únicas que advertían acerca de la insostenibilidad de las soluciones al déficit y la carga de la deuda. Ahora, las multilaterales – por ej., el Fondo Monetario Internacional, el Banco Asiático de Desarrollo y el Banco Mundial – están preocupadas.

Recientemente Moody’s degradó la calificación de Filipinas, por la “inquietud de que el reciente progreso logrado por el gobierno para contener los desequilibrios fiscales no ha sido suficiente”. La comunidad empresarial está nerviosa mientras el ciudadano de a pie teme que se produzca una debacle económica tras la crisis fiscal que se perfila.

Los únicos que guardan silencio sobre la crisis fiscal son los candidatos políticos, evidentemente más dedicados a desenterrar datos que dejen mal parados a sus rivales como para importarles los problemas nacionales acuciantes.

Ahora que la crisis fiscal despertó el interés de todos, es hora de preguntar: ¿Qué soluciones se están aplicando? La respuesta clásica consta de tres alternativas: aumentar los ingresos, reducir el gasto o pedir prestado aun más. Al aumentar la recaudación de impuestos y otras entradas del gobierno, el déficit se reduce. Este es el enfoque favorecido por la mayoría de los economistas. Por otra parte, la reducción de los gastos tiene su lado feo. Se ha señalado que el recorte de los gastos “hasta el hueso” podría tener consecuencias negativas para el crecimiento económico y el desarrollo social. Finalmente, el aumento de los niveles de préstamo sólo agravará el déficit.

La presión combinada de las multilaterales y el sector privado para reducir el déficit ha sido tan fuerte que el gobierno se está concentrando en la reducción drástica del gasto, o sea que la salida más fácil cuando uno no logra abatir a los matones es perseguir a los más pequeños. El gobierno no tiene el control absoluto sobre los contribuyentes y los acreedores, pero sí controla el gasto, lo que ha hecho con energía y vigor en los últimos dos años. De hecho, el gobierno gasta de más en algunas actividades. Sin embargo, es evidente que está gastando de menos en el desarrollo económico y social.

Desde 1999, la proporción destinada al desarrollo social ha bajado constantemente. El único gasto por sectores que se ha incrementado es el gasto en los intereses, que ahora constituye el 31% del presupuesto para 2004. Esto no incluye los pagos por el capital.

Entretanto, Filipinas mantiene niveles de pobreza sumamente elevados y se ve apremiada para recaudar recursos adicionales para las Metas de Desarrollo del Milenio.

Mucho se ha hablado del éxito obtenido en el control del gasto. Pero la otrora ministra de Hacienda y experta en administración pública Leonor Briones nos hace una advertencia que no podemos ignorar. En sus esfuerzos por administrar la crisis fiscal, el gobierno podría desencadenar una crisis social si continúa recortando los servicios sociales y económicos. Esto, sostiene, es como arrojar al niño junto con el agua del baño.

Este es un tema a observar, así como lo es este gobierno que se jacta de tener la experiencia y el sentido de buen gobierno para dirigir a este país “hacia delante” mientras maneja la crisis en ciernes. Esperamos que no sea a costa del pueblo filipino.