El mismo paisaje

Andile Mngxitama
National Land Committee

Pasaron más de seis años desde el nacimiento de la democracia que prometió revertir el legado del capitalismo racial. Los nuevos gobernantes del país adoptaron, en 1996, una versión “autóctona” de los conocidos Programas de Ajuste Estructural (PAE) del Banco Mundial. Conocida como la Estrategia de Crecimiento, Empleo y Redistribución (GEAR), esta política prometió una redistribución económica basada en la estricta disciplina fiscal y en el alto crecimiento nacional.

Cinco años después, la GEAR[1] no cumplió con ninguna de sus promesas de desarrollo social ni con muchas de sus promesas fiscales. Aunque la GEAR prometió crear 1,3 millones de nuevos empleos “formales, no agrícolas” para el 2000, la economía formal recortó más de 500 mil empleos, lo que equivale a una pérdida neta de empleos en el quinquenio de 228 mil puestos de trabajo.[2] A la vez, la brecha de la pobreza se amplió, con el 20% más rico de la población recibiendo el 52,5% de los ingresos familiares totales, mientras el 20% más pobre recibe sólo el 3,1%.[3] Las intervenciones de política neoliberal aseguran que el legado del apartheid siga virtualmente intacto en la Sudáfrica rural, donde más de 19 millones de sudafricanos siguen viviendo de una tierra que aún no pueden considerar suya.

La política de Estado

La Constitución sudafricana, redactada tras negociaciones multipartidarias en 1990-1993 y adoptada en 1995, es considerada una de las más liberales del mundo por el énfasis puesto en los derechos socioeconómicos.

Los primeros años después de 1994 se dedicaron principalmente a construir instituciones que se encargarían de la transformación del apartheid y supervisarían la aplicación de programas públicos destinados a cumplir la Constitución.

La primera política oficial que surgió fue la del Programa de Reconstrucción y Desarrollo (RDP), que fijó objetivos de desarrollo para todas las principales carteras socioeconómicas. Aunque el gobierno asegura que sigue rigiéndose por el RDP, es aceptado por todos que dicha política fue abandonada en 1996 tras la adopción de la GEAR, que sustituyó el énfasis puesto en el desarrollo dirigido por el Estado por el énfasis en la liberalización del mercado. El gobierno prometió que la GEAR permitiría al mercado corregir los desequilibrios creados por el colonialismo y el apartheid.

Pobreza rural, GEAR y redistribución de ingresos

La pobreza en Sudáfrica es predominantemente un fenómeno rural. Aproximadamente la mitad de los sudafricanos son pobres, pero en el medio rural —donde vive el 48% de los 45 millones de habitantes del país— al menos el 71% de la población es considerada pobre, en comparación con el 29% en el medio urbano.[4] Aproximadamente el 86% de las mejores tierras están en manos de 60 mil granjeros blancos, mientras el 14% restante de tierras de mala calidad pertenecen a 17 millones de negros. Los terrenos de los productores negros tienen un promedio de 1,3 hectáreas, mientras aquellos de los productores blancos tienen un promedio de 1.570 hectáreas.[5]

Promesas y patrañas de la reforma agraria

En 1994, el gobierno incorporó un programa de reforma agraria en tres etapas dirigido a la restitución, la redistribución y la reforma de la tenencia de la tierra. Casi siete años después, estas políticas apenas lograron redistribuir el 1% de la tierra a la población negra, a pesar de la promesa del RDP de redistribuir el 30% de las tierras agrícolas para 1999. La reforma de la tenencia tampoco tuvo mejor suerte. El alcance de leyes nuevas adoptadas para proteger los derechos de los residentes en las granjas (trabajadores y arrendatarios) es limitado por las concesiones otorgadas a los terratenientes blancos.

Las nuevas políticas de reforma de la tierra incorporadas en 1999 prometen abandonar virtualmente el énfasis puesto en los pobres por las políticas anteriores, para crear una clase de élite de agricultores comerciales africanos. La mayoría de la población negra sin tierras sería excluida por el requisito de contar con una “contribución propia” para acceder a los subsidios estatales de reforma agraria.

La privatización del agua y el cólera

El RDP prometió extender el suministro de agua potable a millones de negros. Lamentablemente, el gobierno luego adoptó una política para cobrar el servicio y luego la complementó con un programa inspirado en la GEAR para privatizar los servicios de agua en el país. Paradójicamente, algunas comunidades pobres, que durante el apartheid recibían gratuitamente el agua, fueron obligadas a pagar por la misma con el nuevo gobierno.

La imposibilidad de pagar las tarifas obligó a muchos pobres a depender de fuentes de agua no potables, lo cual condujo a un serio brote de cólera en la provincia oriental de KwaZulu-Natal, en agosto del 2000. El brote se extendió a otras provincias e infectó a 72.739 personas, cobrando 147 vidas en los primeros seis meses.[6] Anualmente mueren de enfermedades diarreicas unas 50 mil personas, principalmente niños pobres del medio rural.[7] Muchas enfermedades que se trasmiten por el agua podrían evitarse con facilidad mediante la atención médica, el saneamiento y el suministro de agua potable.

VIH/SIDA y la “ciencia” del misticismo

La aparición del énfasis puesto en la atención primaria de salud después de 1994 condujo a un sistema de exámenes prenatales más intensivo. Esto reveló que, a diferencia de lo que se pensaba, el aislamiento de Sudáfrica durante el apartheid no la había escudado del mortal virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Las primeras estadísticas inquietantes sobre el VIH surgieron de KwaZulu-Natal, a mediados de los años 90, con algunas zonas indicando una tasa de infección del 25%. Hoy un cálculo relativamente conservador estima que el 10% de los sudafricanos son portadores de VIH.

Grupos de presión dedicados a combatir el VIH/SIDA comenzaron a mediados de los años 90 a exigir medicamentos anti-retrovirales gratuitos para las embarazadas y las víctimas de violación portadoras de VIH, con la idea de que esa medida impediría 20 mil infecciones nuevas entre los nacidos cada mes. Esta propuesta generó una curiosa respuesta del gobierno. Por una parte, el Ministerio de Salud adoptó una fuerte postura contra la industria farmacéutica que, sostenía, lucraba con el sufrimiento provocado por el SIDA en África. Por otra parte, el gobierno rechazó el pedido de tratamiento gratuito a las embarazadas y víctimas de violación, e incluso clausuró proyectos de la sociedad civil que ofrecían tratamientos gratuitos en los hospitales públicos.

La oposición al tratamiento gratuito no se basa en el costo, sino en la minoritaria opinión científica que rechaza la idea, apoyada por la mayoría, de que el VIH causa el SIDA. La falta de financiación pública a los esfuerzos de prevención impide el acceso de las personas pobres portadoras de VIH al tratamiento y asegura que sus hijos nazcan infectados. La confusión reinante atenta contra los esfuerzos de prevención.

Representantes del gobierno se distanciaron aun más de las ONGs dedicadas a combatir el SIDA cuando, a fines de los años 90, comentaron que salvar a los bebés de las madres con SIDA sólo aumentaría el costo para el Estado.

Flexibilidad laboral y la creación de una clase amortiguadora negra

La estrategia macroeconómica GEAR socava la mayoría de las promesas de transformación socioeconómica que condujeron a un acuerdo negociado con el estado del apartheid a principios de los años 90. La idea del desarrollo dirigida por el Estado ha sido sustituida por las promesas de un Renacimiento Africano conducido por el sector privado. En ese sentido, la prioridad del gobierno ya no radica en los programas dirigidos a satisfacer las necesidades básicas, sino a permitir lo necesario para la expansión del sector privado.

Una estrategia clave del gobierno para que se acepte este cambio de política es la creación de una élite negra que, espera, distinga a la nueva era de dominio del sector privado de los viejos tiempos en que los intereses comerciales blancos apuntalaban el régimen del apartheid.

Las políticas de acción afirmativa y de empoderamiento económico de los negros lograron que muchas empresas de propiedad de blancos busquen “ennegrecer” sus estructuras de administración y propiedad.

Un estudio[8] reciente proyecta que en el 2001 el ingreso colectivo de los negros superará el ingreso de los blancos por primera vez en la historia. Los negros ocupan el 23% de los sectores de mayor ingreso en el país. Sin embargo, la importancia de este dato positivo es mitigada por el hecho de que los grupos negros de bajos ingresos contribuyen al patrimonio nacional menos que hace cinco años, mientras la población negra de medianos ingresos siguieron en la misma situación en el mismo período. Esto se corresponde con la observación del empresario negro Cyril Ramaphosa de que el país ha experimentado un “enriquecimiento negro” más que un empoderamiento de la población negra.

Conclusión

Las divisiones sociales y económicas del pasado se reprodujeron debido a que el gobierno no ha transformado fundamentalmente el paisaje socioeconómico de Sudáfrica a partir de 1994, junto con la inserción del país en la economía globalizada, y en coincidencia con la adopción de la democracia. La minoría blanca sigue teniendo un gran poder económico, político y social sobre la mayoría negra que permanece en la pobreza y con muy poco poder político en su tierra natal.

El racismo blanco sigue siendo el principal obstáculo social, pero el crecimiento de una pequeña élite negra, que es la principal beneficiada por el fin del apartheid, agravó la división entre ricos y pobres. A medida que las élites blanca y negra se dividen entre sí la riqueza del país, la mayoría de la gente, sobre todo los pobres y desempleados, recurren al nacionalismo para explicar su sufrimiento, lo cual agrava la división existente entre los 11 grupos lingüísticos del país. Esto alimenta la xenofobia contra los visitantes procedentes de los países vecinos al norte de Sudáfrica.

Como los gobernantes sudafricanos procuraron reinsertar al país en el mapa mundial a partir de 1994, muchas de sus políticas nacionales, así como la creciente hostilidad de su población, generan una vez más la percepción de que Sudáfrica se está convirtiendo en una economía agresiva que busca explotar al resto del continente.


Notas:

[1] Growth, Employment and Redistribution Strategy.

[2] Statistics South Africa OHS 2000.

[3] Unisa BMR 2000.

[4] SALDRU, 1994.

[5] Deiniger y May, 2000.

[6] The Citizen, 19 de marzo del 2001.

[7] Land & Rural Digest, enero/febrero del 2001.

[8] Unisa, BMR, 2001.


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