La amenaza de la exclusión social

Isagani Serrano
Social Watch Filipinas

Han transcurrido 10 años desde las cumbres de Copenhague y Beijing, y Filipinas sigue luchando para cumplir con sus compromisos sociales. Es posible que el país se descubra un día ante un escenario escalofriante: una generación de filipinos desnutridos, sin educación, enfermos y viviendo en ambientes inseguros.

Un futuro de temer

El gobierno compromete la sostenibilidad de largo plazo al invertir en forma insuficiente en la seguridad humana. En lugar de la cohesión social es posible que tengamos una sociedad más dividida para 2015.

La tabla 1 muestra cómo contrastan las proyecciones de Social Watch Filipinas con las del gobierno con respecto a las posibilidades del país de realizar los derechos mínimos de la población pobre.

Cuadro1: Proyecciones relativas a la realización de los ODM

ODM

Evaluación oficial

Evaluación de SWF

Perspectivas generales

Perspectivas para las regiones y provincias más pobres

Pobreza

Alta

Menos probable

Improbable

Hambre/Nutrición

Media

Improbable

Muy improbable

Agua potable

Alta

Acceso, sí
Calidad, no

Improbable

Educación: Participación

Alta

Probable

Menos probable

Educación: Supervivencia

Media

Improbable

Improbable

Educación: Género

Alta

Paridad, sí
Igualdad, no

Paridad, no
Igualdad, no

Mortalidad infantil

Alta

Menos probable

Improbable

Salud materna

Media

Improbable

Muy improbable

VIH/SIDA

Alta

Probable

Amenaza creciente

Medio ambiente

---

Menos probable

Improbable

Habitantes de tugurios

Alta

Menos probable

Improbable

Exclusión por pobreza y hambre

La pobreza descendió 15,5% en los últimos 15 años, de 40,2% en 1990 a 24,7% en 2005. Hoy hay más de 21 millones de filipinos en la pobreza.

No obstante, las cifras oficiales están en duda, particularmente la caída de casi 3% del 27,5% en 2001. El gobierno recibió críticas por reducir la pobreza a través de las estadísticas, al cambiar su metodología bajando la línea de pobreza y reduciendo el tamaño de la familia de seis a cinco integrantes. El propio Banco Asiático de Desarrollo (BAD) afirma que la nueva metodología generó una medición inferior de la pobreza y la modificación de tendencias. El BAD estima que la pobreza se agravó entre 2000 y 2003.

El desempleo es otro ámbito en disputa: aumentó de 10,4% en 2003 a 11,3% en enero de 2005. Estas cifras ya son suficientemente elevadas, pero muchos creen que fueron modificadas para ocultar la realidad del gran desempleo y subempleo. El nuevo método para determinar las tasas utiliza semanas en lugar de trimestres como referencia temporal y como la base para el análisis de las tendencias.

La pobreza rural no mejoró en absoluto y en algunas provincias incluso se agravó. Las condiciones de vida del número creciente de pobres urbanos tampoco son mucho mejores. Más de la mitad de los filipinos residen en ciudades, y se espera que el número aumente para 2015.

La desigualdad sigue enconándose. El coeficiente de Gini ronda el 0,48. La relación entre el ingreso del quintil más rico y el correspondiente al quintil más pobre ascendía a 16 a 1 en 2000, comparado con 13 a 1 en 1990. El ingreso promedio de los grupos familiares descendió 10%, de PHP 175.000 (USD 3.230) a PHP 144.000 (USD 2.657). El gasto de los hogares también descendió 8%, junto con la caída de los ingresos. Los pobres siguen privados del acceso a recursos como la tierra y el capital.

El país está atrapado por la deuda, con un eterno déficit comercial e incapaz de recaudar ingresos suficientes para financiar su presupuesto. La deuda nacional aumentó a USD 65.000 millones. La deuda consolidada del sector público asciende a USD 107.000 millones.

El servicio de la deuda absorbe 85% de los ingresos del Estado y, de incluirse los pagos por concepto de deuda extrapresupuestarios, podría representar hasta 51% del gasto del Estado en 2005.

El crecimiento económico ha sido constante los últimos 15 años, con excepción de la crisis asiática de 1997. Pero se trata de un crecimiento asimétrico, limitado, poco equitativo y sin creación de empleos.

Filipinas ha subinvertido en educación básica, por lo general a un nivel inferior al 3% del PNB y menor que la mayoría de los países vecinos del sudeste asiático. La UNESCO recomienda un nivel de gasto de al menos 6% del PNB.

Lo mismo ocurre con la salud. La Organización Mundial de la Salud señala que Filipinas figura en los últimos lugares (número 161) en gasto en salud, y en el lugar número 126 en su nivel general de salud. Gasta mucho menos que otros países de medianos ingresos y, por lo tanto, no puede generar condiciones sanitarias comparables.

Un estudio de 1993 realizado por el Banco Mundial entre 10 países de Asia-Pacífico mostró que Filipinas ocupaba el penúltimo lugar en gasto en salud per cápita y en gasto en salud como porcentaje del PBI.[1]

En líneas generales, el presupuesto de Filipinas se gasta en: 33% para el servicio de la deuda, 32% para los salarios de los empleados públicos, 12% para la educación básica y 1,3% para los servicios sanitarios. Entre 10 y 20% se pierde por la corrupción.

La 9a. Convención Nacional sobre Estadística estimó que al filipino pobre promedio le llevará 41 años escapar de la pobreza. A mediados de 2004, el BAD informó que unos 12 millones de filipinos estaban atrapados en la extrema pobreza y sobrevivían con menos de un dólar diario. La incidencia de la extrema pobreza en Filipinas es inferior al promedio asiático de 21,4%, pero es la mayor del sudeste asiático después de Laos (30,4%) y Camboya (34,2%).[2]

Una encuesta de Social Weather Stations (SWS)[3] reveló que el hambre aumentó a cifras récord en la zona metropolitana de Manila y Mindanao en 2004. En todo el país, 11% de los jefes de los hogares encuestados dijeron que su familia no tenía nada para comer al menos una vez en los últimos tres meses, dos puntos porcentuales más que en el año anterior. En marzo de 2005 esto aumentó a 13%, o un número estimado de 2,1 millones de familias. Desde que SWS comenzó a controlar la incidencia global del hambre en 1998, se registró una cifra récord de 16,1% en marzo de 2001.

La incidencia del hambre en Mindanao aumentó a 16%, la más elevada del país. En las islas Visayas aumentó a 13%, más del doble del 6% registrado en septiembre de 2003.[4] Se puede explicar la pobreza crónica en Mindanao porque la producción de cultivos para la exportación no trajo el progreso a la isla. Las compañías agrícolas de Mindanao solo beneficiaron a un puñado de capitalistas agrícolas y de familias terratenientes. La mitad de las provincias de Mindanao también se encuentran entre las 25 provincias más pobres del país. Por lo menos la mitad de la población en la mayoría de estas provincias vive por debajo del umbral de la pobreza.[5]

El gobierno reconoce la baja probabilidad de poder cumplir con la meta de 50% de reducción en el número de personas que padecen de hambre, según la evidencia a continuación:

·        deficiencia energética dietética crónica, que afecta particularmente a los niños pequeños y a las mujeres embarazadas y lactantes;

·        nutrición de energía proteica insuficiente entre los niños preescolares y escolares;

·        deficiencias de micronutrientes, particularmente de vitamina A, hierro y yodo en un grupo importante de la población de todas las edades.[6]

El Departamento de Medio Ambiente y Recursos Naturales señala que cerca de 25 millones de filipinos (33%) no tienen acceso al agua potable, y que solo 26,25 millones (35%) tienen acceso al agua de saneamiento.[7] Esto explica la vulnerabilidad de los pobres ante las enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea, una causa principal de mortalidad infantil y entre menores de un año.[8]

En algunas provincias, solo 30% o menos de los hogares tiene acceso al agua potable. La mitad de las provincias no cumplirá el objetivo de mejorar el acceso.

Exclusión en la educación

Casi no hay mejoras en el acceso y la supervivencia en la escuela, así como en el rendimiento educativo. Las tasas de participación en la educación primaria permanecieron virtualmente estancadas en los últimos tres años. Se calcula que 10% de los niños entre 6 y 12 años de edad no integran el sistema escolar. Las tasas de supervivencia y finalización[9] de los alumnos mejoraron marginalmente, mientras las tasas de abandono tanto en primaria como en secundaria siguen elevadas, en 7,2% y 12,8%, respectivamente.

La supervivencia, más que la participación, sigue siendo el flagelo del sector educativo. Un estudio del Banco Mundial señaló que “por cada 1.000 alumnos que ingresan al primer grado, 312 no concluyen la enseñanza primaria, 249 terminan los seis años de nivel primario en un promedio de 9,6 años debido a la repetición, y solo 439 terminan la enseñanza primaria en seis años”. Más alarmante es que de los “688 que finalizan la enseñanza primaria, solo siete graduados califican al menos con 75% en pruebas de rendimiento en inglés, ciencia y matemática, que es la norma para dominar las capacidades exigidas”.[10] A pesar del aumento en la asistencia escolar, no hubo impacto alguno en la alfabetización funcional.

Según el Índice de Desarrollo de la UNESCO, Educación para Todos, una medición basada en la matriculación, la alfabetización y la tasa de supervivencia según el género hasta quinto grado - Filipinas figuró en el lugar número 44, tras Tailandia, Vietnam, Indonesia y China. Con respecto a la calidad de la educación medida por la tasa de supervivencia, Filipinas no superó a algunos de los países más pobres de África, como Burkina Faso y Etiopía.

Filipinas es uno de los pocos países en desarrollo que alcanzó la paridad básica entre niños y niñas con respecto al acceso, la retención y el rendimiento escolares. Las niñas superaron de manera constante a los niños en cuanto a las tasas bruta y neta de matriculación primaria, supervivencia hasta el sexto grado, tasas de repetición y abandono y rendimiento educativo. Esto se observó a lo largo de la década de 1990 y sigue siendo un hecho tanto en el medio rural como el urbano.

Exclusión en la atención médica

Según las estadísticas de la Encuesta Demográfica y Sanitaria Nacional (EDSN)[11] de 2003, la tasa de mortalidad entre menores de un año descendió de 34 muertes cada 1.000 nacidos vivos en 1990 a 29 en 2000. No obstante, 40 de cada 1.000 niños y niñas que nacen en Filipinas mueren antes de cumplir cinco años.

Filipinas posee una de las tasas de mortalidad materna (172 muertes cada 100.000 nacidos vivos) más elevadas del mundo. En 2000, 60% de los embarazos se consideraron de alto riesgo debido a las malas condiciones sanitarias y al escaso tiempo transcurrido entre un parto y otro. La EDSN[12] de 1998 reveló que el riesgo de que una mujer muera de complicaciones derivadas del embarazo o del parto es de 1 en 100. Las estadísticas de la EDSN de 1998 también muestran que las mujeres de la Región Autónoma de Mindanao Musulmán (RAMM) y del norte de Mindanao sufren casi el doble del riesgo, con tasas de mortalidad materna de 200 y 300 cada 100.000 nacidos vivos, respectivamente.

Social Watch Filipinas y otras organizaciones afirman que la tasa de mortalidad materna mencionada anteriormente oculta la gravedad del problema social ubicado en muchas partes del país donde las cifras son muy superiores. Un documento publicado por la Comisión de Población y el Fondo de Población de la ONU[13] reveló que 3.650 mujeres filipinas mueren cada año por causas relacionadas con el embarazo.

Las elevadas tasas de mortalidad materna en muchas partes del país son consecuencia de la falta de acceso a los servicios y los centros de atención sanitaria de calidad, particularmente en las zonas rurales y en las grandes comunidades de los pobres urbanos. La mayoría de los nacimientos son asistidos por parteras tradicionales o hilots, muchas de las cuales carecen del conocimiento necesario para asegurar partos seguros y saludables.

Se observaron disparidades regionales en el acceso a la atención materna. El número de mujeres que reciben atención prenatal de un profesional de la salud fue mayor en Visayas Occidentales (93,4%) y en la zona metropolitana de Manila (92,1%). En RAMM, la atención prenatal solo está disponible para 49,9% de las mujeres y solo 56% de los partos fueron atendidos por profesionales de la salud. Entre las regiones, RAMM registró el porcentaje más bajo de partos asistidos por profesionales de la salud (21,7%) y de partos realizados en un centro sanitario (10,7%).

Filipinas exporta cada año numerosos médicos, enfermeras y demás profesionales de la salud, pero muchas mujeres y niños de las zonas rurales mueren sin haber visto a un médico. La cuenta promedio de hospital supera tres veces el ingreso mensual promedio,[14] a pesar de la Ley de Genéricos de 1988, que pretendía proporcionar medicamentos seguros y eficaces a bajo precio a los hogares de bajos ingresos. Los precios de los medicamentos y demás productos farmacéuticos son los más elevados de Asia, entre 250% y 1.600% más altos que en las vecinas Indonesia, Malasia, India, Bangladesh y Sri Lanka.[15]

Derecho al medio ambiente sano comprometido

La rehabilitación de nuestro medio ambiente avanzó poco desde 1990. Filipinas sigue padeciendo graves desafíos de contaminación urbana del aire y el agua, la degradación de recursos naturales y el descenso en la calidad de los recursos costeros y marinos. Filipinas es uno de los países más ricos del mundo en biodiversidad, pero su tasa de deforestación también es una de las más altas. Las leyes dirigidas a detener, aunque no a revertir, ese deterioro han fracasado.

El índice de sostenibilidad ambiental de 2002, desarrollado por las Universidades de Yale y Columbia, calificó a Filipinas en el lugar 117 entre los 142 países estudiados.[16] En calidad ambiental (agua, aire, biodiversidad), Filipinas quedó en el antepenúltimo lugar.

Las políticas neoliberales llevaron a la liberación de las normas de inversión y al incumplimiento de las normas ambientales. El gobierno no reconoce la situación e insiste que los recursos naturales son subexplotados, a pesar de la creciente evidencia de su superexplotación y abuso. Abrió las puertas de par en par a las industrias de extracción, especialmente a las mineras, que el gobierno considera una solución para la crisis fiscal del país.

Las políticas y las leyes ambientales no faltan, pero los intentos por integrar los principios de desarrollo sostenible a las políticas y programas del país no lograron el cambio fundamental de dirección en lo que muchos creen es una vía insostenible de desarrollo.

Qué hacer

El gobierno debe darse cuenta de que los compromisos tienen que ver menos con las metas que con el cumplimiento de las obligaciones en materia de derechos humanos y los compromisos de justicia social y ambiental. La política de desarrollo debe reorientarse desde una perspectiva de derechos humanos.

Asimismo, el gobierno debe rendir cuentas por los desastrosos resultados de las políticas de liberalización, privatización y desregulación. Hace falta una revisión pública integral. La represión de la corrupción es urgente.

Hacen falta más movilizaciones populares y más fuertes para que el gobierno cambie de política y cumpla sus promesas. El Llamado Mundial a la Acción Contra la Pobreza es una oportunidad para elevar el nivel de conciencia pública y acción colectiva.

Las estadísticas y su interpretación son una inquietud constante para los integrantes de Social Watch y demás activistas. Cuando desagregamos las cifras nacionales por género y localidad, se revelan las distintas realidades de la pobreza y la exclusión. En este sentido, Social Watch Filipinas ha estado a la vanguardia y así debe continuar.

Social Watch Filipinas debe seguir instando a los gobiernos locales a que reflejen sus compromisos sociales y ambientales en los planes de desarrollo, presupuestos y prioridades de inversión locales. Los éxitos y las lecciones aprendidas deben documentarse y divulgarse como ejemplos a emular.

Notas:

[1] Instituto Filipino de Estudios de Desarrollo. “Health Care Financing Reform: Issues and Updates”. PIDS Policy Notes # 98-06, 1998.
[2] “Hunger stalks 15% of Pinoy households”, Philippine Daily Inquirer, 5 de octubre de 2004.
[3] Social Weather Stations es una institución privada sin fines de lucro de investigación social, fundada en 1985. Sus miembros son cientistas sociales en economía, ciencias políticas, sociología, estadística, investigación de mercados, entre otros (www.sws.org.ph).
[4] Collas-Monsod, Solita. “Low real income, more equal distribution”, Philippine Daily Inquirer, 4 de septiembre de 2004.
[5] De la Rosa, Billy. “Food for all: Can we achieve it? (Hunger stalks the country’s food basket)”, Philippine Daily Inquirer, 10 de octubre de 2004.
[6] Herrin, Alejandro, et al, 1993, citado por Manasan, Rosario, et al. Financing Social Programs in the Philippines: Public Policy and Budget Restructuring. Makati City: Instituto Filipino de Estudios de Desarrollo, 1996.
[7] Lacuarta, Gerald G. “25M Pinoys have no access to clean water - DENR” Philippine Daily Inquirer, 26 de marzo de 2003.
[8] Departamento de Salud. Estadísticas Sanitarias Filipinas, 1998.
[9] La supervivencia es la relación entre el número de alumnos de un grado particular y el número de alumnos del grado anterior en el año anterior.
[10] Citado en el plan Educación para Todos, Departamento de Educación, agosto de 2004.
[11] Ibid.
[12] Datos de la Encuesta Demográfica y Sanitaria Nacional citados en Informe sobre el progreso filipino hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio, enero de 2003.
[13] Columna de Rina Jimenez-David en el Philippine Daily Inquirer, 16 de julio de 2004.
[14] Departamento de Salud, 1999 Updates: Philippine Health Statistics.
[15] Feria, Monica. “Fighting the high cost of health,” Philippine Graphic, 27 de septiembre de 1999.
[16] Índice de Sostenibilidad Ambiental 2002. www.ciesin.columbia.edu/indicators/esi/rank.html

El presente informe se basa en varios estudios y consultas locales y nacionales realizadas por Social Watch Filipinas en 2004 y 2005.