En busca del casillero perdido

Author: 
Roberto Bissio - Coordinador, Secretariado Internacional de Social Watch

El crecimiento con equidad es uno de los grandes desafíos que enfrentan las economías nacionales de todo el mundo y donde existen mayores diferencias entre los propios países en vías de desarrollo. Si bien hay cierto consenso en que el Estado y las políticas públicas juegan un rol fundamental en la redistribución de la riqueza de manera equitativa, aún persisten resistencias a la concepción de igualdad de derechos. Una mirada a los últimos datos de América Latina y el Caribe señala las principales dificultades para combinar el crecimiento con equidad.

En 1992, en un trabajo publicado meses después de su muerte trágica, el economista chileno Fernando Fajnzylber elaboró un cuadro que ordenaba de mayor a menor a los países latinoamericanos según dos criterios: el crecimiento económico y la desigualdad. Una vez que cada quien fue ubicado según la combinación de estas dos variables, un casillero quedó vacío: el que combinaba alto crecimiento con baja desigualdad.

Según el índice de desigualdad ideado en 1912 por el estadístico italiano Corrado Gini, América Latina es la región más desigual del mundo, con un valor promedio de 0,53 en 2009. Venezuela, Uruguay y Costa Rica, los países menos desiguales de América Latina, tienen un coeficiente de Gini mayor que el de Estados Unidos, el país más desigual de los considerados “desarrollados”, y son más desiguales que cualquiera del Medio Oriente o del norte de África.

Casi dos décadas después del diagnóstico de Fajnzylber sobre la falta de correlación entre crecimiento y equidad, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de las Naciones Unidas acaba de publicar su Estudio económico de América Latina y el Caribe 2009-2010, en el que se analiza la economía de cada país de la región y del conjunto. En momentos en que el mundo está conmovido por la crisis financiera y económica, el desempeño latinoamericano es espectacularmente bueno.

En palabras de Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de CEPAL: “A diferencia de crisis anteriores, esta vez los países de la región no han sido parte del problema, sino parte de la solución, y han dado muestras contundentes de responsabilidad fiscal, de sobriedad financiera, de preocupación por las personas”.

Sin embargo, la CEPAL señala que el casillero sigue vacío y ningún país latinoamericano ha logrado aún combinar alto crecimiento con equidad.

En el período que analiza el informe, la crisis obligó a los gobiernos a “impulsar medidas de diverso tipo a fin de amortiguar los efectos negativos sobre la actividad económica y la situación social” y con ello “ha revalorizado el rol del Estado y de las políticas activas”. El problema, ahora, es “la capacidad para llevar adelante estas políticas”, “ampliar el espacio de las políticas públicas”, garantizar la disponibilidad de los recursos y fortalecer a las instituciones que deben implementarlas.

En vez de complacerse con la desgracia ajena, la CEPAL toma como tema de su informe el impacto distributivo de las políticas públicas.

El alto crecimiento económico actual de la región se desacelerará a partir de los últimos meses de 2010 y sin duda en 2011, sostienen los expertos, como consecuencia de diversos factores externos. En ese marco, es necesario “mantener políticas públicas que apunten a la protección de los sectores más vulnerables” dentro de una “estrategia más amplia, que abarque no sólo el área social, sino también las políticas macroeconómicas y productivas, de modo de permitir que los países de la región alcancen un desarrollo más inclusivo.

El informe de CEPAL constata el fracaso social de las políticas económicas de la década pasada: “Existía la expectativa de que las reformas económicas, sobre todo la apertura comercial y financiera, así como la desregulación de los mercados laborales, favorecerían el uso del factor más abundante, presumiblemente el trabajo con menor nivel de calificación, lo que aumentaría su empleo e ingresos”. Sin embargo, “el dictamen de la evidencia empírica ha sido desfavorable para esta hipótesis” y se constata una ampliación de la brecha entre los ingresos de las elites y de quienes tienen educación media o baja. La brecha salarial entre hombres y mujeres, similarmente, dejó de achicarse.

Que el mercado no haya solucionado el problema no quiere decir, sin embargo, que cualquier intervención estatal sea buena. Hay que seguir asegurando la estabilidad macroeconómica, sostiene el informe, pero ésta debe acompañarse de equidad en los impuestos, con mayor aumento del impuesto a la renta y disminución del IVA, reducción de la evasión fiscal y de la informalidad.

La CEPAL informa que la nueva tendencia latinoamericana es a canalizar mayores recursos hacia los sectores más pobres. Se reconoce ahora el papel del desarrollo social en la potenciación del desarrollo productivo y el crecimiento económico, y se observa una tendencia clara al aumento del gasto público social. Se propone, entonces, “una concepción de igualdad de derechos, no sólo de igualdad de oportunidades”.

El casillero no debe seguir vacío otra década.

Radiografía de la desigualdad

La desigualdad secular hunde sus raíces en nuestra historia, sostiene la CEPAL, y se remonta a los tiempos coloniales y la época republicana. Finalmente, el patrón de desarrollo y modernización perpetuó las brechas socioeconómicas basadas en el origen racial y étnico, la clase social y el género. La estructura productiva y las oportunidades educativas siguen reproduciendo la desigualdad.

El diez por ciento de los hogares latinoamericanos más ricos concentra un treinta y cinco por ciento de los ingresos totales.

En Uruguay y Venezuela la participación del decil superior baja al veintiocho por ciento de los recursos totales, pero en Brasil y Colombia ésta supera el cuarenta por ciento. En el otro extremo, el cuarenta por ciento de los hogares de menores ingresos capta en promedio apenas un quince por ciento del ingreso total, alcanzando los valores más bajos en Honduras, República Dominicana y Bolivia, donde no excede el once por ciento.

La desigualdad también es territorial. Con la excepción de los países centroamericanos de menor tamaño y de Uruguay -con mejores indicadores de equidad, menor tamaño y organización unitaria del Estado-, las brechas geográficas son muy altas y superan a las de cualquier país europeo. Por ejemplo, mientras que en Europa el PIB per cápita de la jurisdicción más rica casi duplica el correspondiente a la zona de menor ingreso de ese mismo país, en América Latina esta relación es de seis veces.

 

* El presente artículo es un resumen del artículo publicado en Agenda Global el 29 de julio de 2010: http://agenda.item.org.uy/2010/08/02/en-busca-del-casillero-perdido/