Ayuda a los LDCs necesita una nueva arquitectura

Fuente: Agenda Global.

La Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Países Menos Adelantados (PMA) concluyó el viernes pasado en Estambul con nuevos compromisos para apoyar a las 47 naciones así calificadas. De todos modos, lo que determinará el éxito o el fracaso de la reunión será la consolidación o no de una fuerte estructura de seguimiento para controlar el cumplimiento de esos compromisos, escribió Martin Khor, director ejecutivo de South Centre, en su última columna para Agenda Global.

La ayuda a los países más pobres

Por Martin Khor*

La difícil situación de los países más pobres del mundo fue el tema central de la Conferencia de las Naciones Unidas celebrada en Estambul del 9 al 13 de mayo, en la que participaron unos cincuenta jefes de gobierno y cientos de ministros.

Hay cuarenta y ocho países menos adelantados (PMA): treinta y tres en África, catorce en Asia-Pacífico y uno en América Latina y el Caribe, Haití. En 1971 había veinticinco, es decir que casi se han duplicado. La pobreza continúa presente y las malas condiciones de salud y el alto desempleo son motivo de fuerte preocupación.

En la última década, los PMA tuvieron tasas de crecimiento económico relativamente altas. Pero esto se debió en buena medida a los altos precios de los productos básicos de exportación y no a su desarrollo industrial y agrícola.

En 2008-2009, el auge de los productos básicos se revirtió como consecuencia de la recesión mundial y las economías de los PMA se desplomaron.

Los precios de los productos básicos volvieron a experimentar un repunte el año pasado, pero esta tendencia podría revertirse una vez más si la economía mundial se desacelera, lo que parece probable. De hecho, los PMA son aún más vulnerables que antes a las fluctuaciones de la economía mundial y las perspectivas distan de ser brillantes.

La Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre los PMA fue una buena oportunidad para revisar lo sucedido a los países pobres desde la anterior hace una década, y que los países desarrollados renovaran su apoyo.

Pero lamentablemente estos países no estuvieron dispuestos a renovar sus compromisos. Varias economías europeas están sumidas en una crisis de endeudamiento, los dirigentes políticos estadounidenses están obsesionados con la reducción del gasto público y Japón se encuentra en una situación de emergencia tras el terremoto y el tsunami. Por lo tanto, no quieren o no pueden –o ambas cosas– hacer promesas significativas en materia de ayuda.

El Plan de Acción de Estambul, adoptado el 13 de mayo, se limitó a establecer que los países que ya destinan más del 0,2 por ciento de su PIB como ayuda a los PMA continúen haciéndolo, los que han cumplido con el objetivo del 0,15 por ciento se comprometan a alcanzar el 0,2 por ciento y otros que se han comprometido al objetivo de 0,15 por ciento lo alcancen el año 2015.

Esta declaración débil y con lagunas fue criticada por las organizaciones de la sociedad civil que asistieron a la Conferencia de Estambul.

“El plan de acción no tiene asimiento y parece haber dejado a la población de los PMA en una situación aún peor que la anterior”, declaró Arjun Karki, dirigente del foro de la sociedad civil en la Conferencia. Thida Khus, directora de la ONG camboyana Silaka, dijo que “el fracaso de la Conferencia debe atribuirse en mayor medida a los países desarrollados por no comprometer recursos financieros adicionales para los PMA”.

De hecho, el Plan de Acción parece contener más compromisos de los PMA que de los países ricos para ayudarlos, lo cual constituye un retroceso respecto de las tres conferencias previas.

Por ejemplo, el cambio climático es un problema importante para los PMA que se enfrentan a un aumento de las inundaciones y a una menor productividad agrícola. Pero en el Plan de Acción no hay ningún nuevo compromiso para ayudar a los PMA, ya sea con fondos o tecnología, más allá de los principios generales ya enunciados en otras instancias, mientras que estos países se han comprometido a integrar medidas nacionales de adaptación y mitigación en sus planes de desarrollo nacional.

Este compromiso va más allá de lo que los PMA están obligados a hacer en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

En cuanto al comercio, la cuestión más controvertida fue la disposición de acceso libre de impuestos y cuotas para los productos de los PMA.

Los países en desarrollo hicieron el esfuerzo de avanzar con respecto a la decisión de 2005 de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Hong Kong, según la cual los países ricos otorgan el estatus de libre de impuestos al menos a un noventa y siete por ciento de los productos de los PMA, y extender este compromiso a la totalidad. Lamentablemente, en Estambul sólo se estableció “lograr la aplicación oportuna” de la decisión de Hong Kong.

Su adopción en la Conferencia, sin embargo, podría allanar el camino para un “resultado inicial” de las estancadas negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC, que permita aplicarlo incluso antes de que concluyan las mismas, lo que constituye un avance.

Pero toda pequeña ganancia obtenida por los PMA en Estambul podría quedar en nada cuando firmen los acuerdos de asociación económica que están negociando con la Unión Europea.

En estos acuerdos se les pide a los países de África y el Pacífico –muchos de los cuales son PMA– que reduzcan sus aranceles a cero en el ochenta por ciento de sus importaciones y también que abran sus mercados de servicios, inversiones y contratación pública.

El éxito final de la Conferencia de Estambul depende ahora de que se cree un eficiente mecanismo de seguimiento para supervisar y poner en práctica las promesas contenidas en el Plan de Acción.

*Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.