La participación social como presencia colectiva en el espacio público

Luis Aranguren (Foto:
Plataforma 2015 y Más)

Fuente: Plataforma 2015 y Más

A fines de 2010, casi como antesala a la primavera del pueblo árabe y al movimiento del 15M en España, Luis Aranguren Gonzalo publicaba "La nueva órbita de la participación social", una guía básica de la colección “7 claves para el 2015”, mediante la que la Plataforma 2015 y Más (uno de los puntos focales de Social Watch en España) ofrece argumentos y pistas para promover su campaña hacia el cumplimiento de los Objetivos de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Milenio. 

Aranguren Gonzalo es doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid, y se desempeña en materias como solidaridad, voluntariado, educación y ética aplicada. Integra el Consejo Asesor de la Plataforma del Voluntariado de España, también colabora con diversas organizaciones sociales. Entre sus libros más conocidos figuran “Reinventar la Solidaridad”, “Vivir es Comprometerse”, “Ética en Común”, “Educar en el Compromiso” y “Participación y Globalización”.

Analía Blasco Bengoa, del equipo de la Plataforma 2015 y Más, entrevistó a Aranguren sobre el concepto de participación social, entendido no como un instrumento, sino como un fin en sí misma que a través de la acción colectiva organizada desemboca en la transformación social.

– ¿Cuáles son los rasgos que definen a la participación social en un contexto como el actual? 

– Creo que hay una situación de cambio respecto a otros modelos de participación de décadas pasadas, la participación por causas monotemáticas ha cambiado y también se han modificado las circunstancias y el sujeto de la participación. A mi juicio, se caracteriza en primer lugar por tratarse de una práctica de transformación social guiada desde la acción y la reflexión. En segundo lugar, y lejos de ser una aventura individual tal y como el sistema vigente promueve en la actualidad, se realiza a través de procesos organizados. Otra característica es que no se lleva a cabo a través de un sujeto único, ni de una clase social concreta, ni de un movimiento social específico, como el pacifismo o el feminismo, sino que, en términos sociológicos, está protagonizada por un sujeto mestizo. Y, por último, la cuarta característica de la participación social es que trata de arañar, en términos de Galeano, mayores cuotas de justicia social, entendiendo por justicia social la defensa de los derechos de la gente excluida del sistema.

Entonces, si la participación social es una práctica de transformación social, ¿en qué sentido puede ser un arma para alcanzar algunos de los retos planteados para 2015? El año 2015 se planteó como un horizonte de humanización y de justicia social de nuestro planeta y en esta línea se situaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero la participación social, tal como la entiendo y tal como la expreso, no es un medio para conseguir un fin, sino que es un fin y un valor en sí mismo. No se trata una estrategia, de un modo de estar o de un valor instrumental, que al final es todo aquello que tiene un precio, sino que tiene una vinculación ética muy relevante, ya que desde un punto de vista ético la participación es buena, porque habla de la excelencia de las personas y de sus posibilidades de emancipación; habla de su mejor hacer posible en orden a conformar un planeta habitable y una convivencia pacífica.

– “El desmoronamiento del sistema financiero internacional supondrá el fin del capitalismo salvaje”, ¿cómo puede la participación social contribuir a este fenómeno?

– Obviamente, al ser la participación un fin en sí mismo y ser buena en sí misma, es un ejercicio de ciudadanía, de solidaridad, de creación de unas mejores condiciones de vida para todos y en especial para la gente más vulnerable, y en toda esa órbita genera también tomas de posición ante la realidad que vivimos. Es decir, la participación tiene una parte de denuncia fortísima, en este caso de denuncia frente a los excesos y los abusos del capitalismo salvaje, y más en un momento como el actual, y es a través de esta denuncia cómo contribuye a poner los cimientos de transformación social y de un nuevo orden económico internacional.

– Desde hace años se habla de una fuerte crisis de representatividad de las democracias occidentales. ¿Cuál es el origen de esta crisis en España?

– En el caso de España se trata de un tema de tipo histórico. Hemos atravesado una transición de la dictadura franquista a la democracia que ha dejado no pocos decepcionados por el camino. Los partidos políticos han adquirido una fuerza enorme, no hay que olvidar que en España se ha derramado mucha sangre para que haya partidos políticos legalizados, y por eso es un bien que hay que, cuanto menos, conservar. Pero ciertamente, estos últimos 30 años nos han ido conduciendo una fuerte crisis de representatividad de los partidos políticos. Hay una canción de Lluis Llach de 1978, año del referéndum de la Constitución, que ya entonces decía: “no es eso compañeros, no es eso”, referido a la clase política. Es decir, ya en el 78 se hablaba de desencanto político en España. La falta de conexión entre clase política y ciudadanía viene, pues, de lejos.

– ¿Cuáles son en su opinión las alternativas ante un problema como éste?

– Al tratarse de una cuestión de desencuentro absoluto entre la clase política y la ciudadanía, la participación social y, muy vinculada a ella, todo el entramado de las organizaciones que provienen de la sociedad civil, ha ido implementando nuevos estilos, nuevos ensayos y nuevas maneras que exploran nuevas formas de hacer política y de generar un nuevo tipo de representación política no institucionalizada. A diferencia de los partidos políticos, la participación social emerge en la arena pública y en el foro público sin necesidad de contar a cuántos representa, ya que posee una legitimidad moral de las ideas y las propuestas que respalda. Es imposible conocer, por ejemplo, cuál es el respaldo político en términos de legitimidad electoral que tienen los ONGD; ahora bien, desde el punto de vista de un mínimo planteamiento ético no cabe rechazar sin más sus planteamientos.

– Ha afirmado que la participación social “acampa” en el espacio público, término que nos recuerda al Movimiento 15M.

– Sí, efectivamente. También hacía referencia a cómo la cultura actual propicia, alimenta y fomenta una participación individualizada y privatizada. Incluso en movimientos de solidaridad como el voluntariado, la moda, la propaganda política o la clave de propuesta “marquetinera” es la de participar, pero de uno en uno. Ya no para cambiar la sociedad o para cambiar el mundo, sino para ocupar tu tiempo libre, tu vida o tu mundo privado. Y esto está haciendo mucho daño, porque se interpreta a la participación como algo puramente subjetivo. Por eso en mi reflexión rompo con ese coto privado y digo que la participación social es acampar y hacerse presente de manera colectiva en el espacio de lo público, donde podemos discutir y hablar e incidir abiertamente de los temas de las políticas públicas.

– ¿Cuál es la opinión que le merece entonces este movimiento?

– Yo creo que se trata ante todo de un movimiento muy organizado que nace de una experiencia de indignación colectiva ante un malestar político y económico que llega a muchas capas de la sociedad. Hay muchos intereses que se concitan en una misma expresión, desde los de los parados, a los de los transeúntes de la calle; desde los de los estudiantes con dos carreras que no tienen acceso al mundo del trabajo, hasta los del padre de familia que quiere luchar por que sus hijos tengan un futuro mejor. Es un movimiento enormemente interesante porque ha desbordado todas las previsiones y porque no tiene líderes, está descabezado, lo que de alguna manera supone una participación social en forma de acracia y más vinculada al anarquismo que otras formas de participación política. En este punto nos recuerda un poco a la manifestación contra la guerra de Irak en 2003, un movimiento que fue masivo, pero que no contó con un coordinador o un líder conocido. Pero lo que sin duda sorprende de este movimiento es el fuerte rechazo a la clase política, incluida la izquierda, lo que es muy significativo.

– ¿Qué relación cree que tiene este movimiento con las revueltas en el mundo árabe?

– En efecto, hay algunas vinculaciones. La primera es que ambos movimientos se producen como resultado de la indignación ante una situación intolerable, si bien en un caso tiene que ver con una situación más dictatorial vinculada a un componente religioso y fanático, mientras que en el otro tiene más que ver con un malestar político y económico que se hace cada vez más insostenible. Otro punto en común es la convocatoria a través de las redes sociales. Pero más allá de eso, creo que son situaciones muy distintas.

En relación a las revueltas árabes, muchos han afirmado que aunque el cambio político ha comenzado, todavía es pronto para hablar de una verdadera transición a la democracia... Lo que se está dando en los países árabes es un intento de transición, desde una dictadura o muchas dictaduras hacia una democracia, pero aún no puede hablarse de una transición como la que vivimos en España porque la democracia aún no ha tenido lugar en toda su historia. Mientras tanto, en el caso español se trata de la transición de una democracia no representativa hacia una democracia real, en los mismos términos que utiliza la propia convocatoria del 15M, “lo llaman democracia y no lo es”. En cualquier caso los países árabes tendrán que expresar e tipo de democracia a la que aspiran, que no ha de formatearse necesariamente como la nuestra.

Estos movimientos se han forjado y expandido en buena parte a través de las redes sociales, ¿qué posibilidades ofrecen estas nuevas formas de relación social a la participación? La convocatoria y expansión de estos movimientos a través de las redes sociales ha sido quizá su rasgo más característico y novedoso. Las nuevas tecnologías han hecho posible el nacimiento de esta nueva forma de participación social y en concreto las redes sociales, como manifestación y tendencia de la sociedad en red, se han configurado como una estructura básica para el ejercicio de la participación social, ya que son capaces desde su potencial tecnológico, de acortar las distancias, de facilitar relaciones y encuentros y de acordar acciones a escala global.

El papel de las mujeres ha sido tan relevante como controvertido, no sólo en los movimientos árabes, sino también en España ¿Qué pasa con ellas en esta nueva órbita de participación? En el caso de España, tal y como he podido observar, introduciría su papel en el nuevo marco de participación y no haría referencia especial al caso de la mujer, como tampoco la haría en relación a los varones. Es decir, no ha habido diferencias en cuanto a liderazgo, ambos se han colocado en pie de igualdad, y no atribuiría un papel especial más que la configuración de ambos como parte de un sujeto mestizo que incluso va más allá de la aportación en pie de igualad entre varones y mujeres. Sin embargo, creo que en el tema africano ha sido mucho más importante, porque es mucho más arriesgado, más osado y mucho más novedoso, porque está mucho más castigado y supone por tanto una dosis de riesgo y romper con no pocos tabúes sociales, religiosos e históricos que aquí ya se han superado o están en vías de superación. Por eso es de admirar el papel relevante y protagonista que ha tenido la mujer en las revueltas de África.

– Muchas voces temen que el movimiento del 15M se convierta en papel mojado, ¿cuál es en su opinión el siguiente paso a dar para evitar que esto suceda?

– Es un tema complejo porque ha sido un movimiento tan efusivo y tan carente de representatividad de cara a un interlocutor que nos ha dejado a todos desconcertados. Los que creo es que hay un punto de no retorno, el punto de sensibilización pública y ciudadana ante una realidad de insostenibilidad del régimen político y económico. Y esto en sí mismo es muy positivo, con independencia de cómo evolucione el movimiento. Digamos que, desde el punto de vista ético el bien está hecho. ¿Su continuidad? No la sé, pero es cierto y relevante que se están buscando discursos, propuestas, una incidencia e interlocución políticas prolongadas, que necesitan del concurso de todos los actores sociales y de las organizaciones de la sociedad civil, unas organizaciones que cuentan con cierta experiencia de interlocución política, sobre todo las ONG de desarrollo, para articular propuestas efectivas, como la de reformar la ley electoral, la de controlar las instituciones financieras u otras a nivel muy local, como el tema de los desahucios que hemos visto estos últimos días en Madrid. Se necesita por tanto una articulación en el tiempo echando mano de aquellas organizaciones sociales que tienen ya experiencia en el terreno de la interlocución política.

– Me comenta que hay organizaciones con experiencia en el fomento de la participación social, pero desde hace un tiempo se las acusa de hacer precisamente lo contrario ¿Cuál es en la actualidad y cuál debería ser el papel de las ONGs en esta nueva órbita de participación?, ¿la fomentan en la actualidad o han dejado de lado esta misión?

– Efectivamente, el movimiento del 15M ha puesto en evidencia la situación de fuera de juego en que se encuentran la mayor parte de la ONG, tanto las de desarrollo como las de acción social, porque ha desenmascarado que buena parte de las ONGD fundamentalmente están a la caza de proyectos y a la caza de subvenciones, acentuando la prestación de servicios y orientadas en el fondo a su propia supervivencia. Pero la participación social va por otro lado. Cuando históricamente muchas de estas organizaciones habían surgido como un factor de movilización, esa movilización, en buena parte, la han ido perdiendo. En todo caso lo que han ido es intentando captar socios para sus propias causas, pero eso es captación de socios pura y dura, y no movilización, que se hace en el espacio público y con otras herramientas. En este sentido, el 15M ha sido un aviso a navegantes, también del mundo de las ONG, para darles un toque de atención y reorientarlas hacia la movilización como eje fundamental de su trabajo. Porque la participación social nunca ha necesitado ser tan movilizadora en lo social como en este momento histórico, cuando lo que arrastramos es una participación muy individualizada. El esquema ha de ser otro y hay que reavivar el espacio de la movilización, que ha estado muy descuidado.