Una transnacional que cobra globalmente y despide localmente

Armine Yalnizyan. (Foto: CCPA)

El cierre en Peterborough, Canadá, de una fábrica de la mayor cadena de heladerías del mundo, Baskin-Robbins, es una demostración más de cómo la economía global incide en las economías locales, sobre todo en el empleo y en los salarios, según explica en una columna para el diario The Globe and Mail de Toronto Armine Yalnizyan, principal economista del Centro Canadiense para las Políticas Alternativas (CCPA).

Lo que sigue es la columna de Yalnizyan:

El resfrío detrás del cierre de la fábrica de Baskin-Robbins

Armine Yalnizyan (*)
Especial para The Globe and Mail

Éste ha sido un estío inusualmente caluroso, y las altas temperaturas dispararon las ventas del plato veraniego por antonomasia: el helado. Pero Baskin-Robbins decidió cerrar su fábrica en Peterborough, Ontario, y despedir a 80 trabajadores porque… adivinen… ¡aumentó la demanda!

Desde el departamento de “repita eso, ¿cómo dijo?”, ésta es la cuchara que carga esta peculiar decisión, que puede congelar cualquier cerebro.

Baskin-Robbins, que sirve 31 sabores (uno por cada día del mes) vendió 1.800 millones de dólares de sus productos en sus 6.777 locales de todo el mundo el año pasado. En el primer trimestre de 2012, las ventas aumentaron 9,4 por ciento respecto del mismo periodo del año pasado, aun antes de la ola de calor.

A pesar de que el negocio crece, la compañía afirma que elevar la producción no está en sus planes. Peterborough es la única ciudad de América del Norte donde Baskin-Robbins fabrica lo que vende, y con sus 80 trabajadores suministraba a un tercio de los 4.200 locales fuera de Estados Unidos, incluidos 1.300 canadienses.

Esta producción se está trasladando a proveedores tercerizados. La fábrica de la firma Scotsburn Dairy en Truro, Nova Scotia, cubrirá por ahora la demanda canadiense. Al igual que la de Peterborough, la de Truro es una planta de afiliación sindical obligatoria. Pero la mayor parte de la producción de la fábrica cerrada se sustituirá en industrias de El Paso, Texas, un estado de Estados Unidos donde no rige un salario mínimo y donde apenas 5,3 por ciento de la fuerza de trabajo está sindicalizada.

¿Esta actitud convierte a Baskin-Robbins en la Caterpillar de Peterborough? Aminore la velocidad de sus razonamientos…

La mayor cadena de heladerías del mundo ya opera en 110 naciones, y cree que una ulterior expansión podría lograrse mejor concentrándose en la venta minorista y en la asignación de franquicias. Por lo tanto, están retirándose de la actividad productiva. De ese modo, reduce costos al delegar las decisiones en materia de costos laborales a terceras partes.

El plan de Baskin-Robbins va aun más allá: se propone reducir costos ampliando su presencia en mercados emergentes donde los ingresos crecen, del mismo modo que surgen nuevos proveedores.

El fenómeno podría denominarse “Walmartización del helado”. Si una empresa es lo suficientemente grande a nivel global no está obligada a tomar decisiones que cambien el modo en que se hacen las cosas: lo que origina los cambios en las reglas de juego es la dimensión de los contratos. Y el que manda es el minorista, el comerciante que vende directamente al público. Abaratar es la ley.

Los proveedores obtienen por cada unidad vendida una ganancia ridículamente baja porque el balance final es enorme. Por lo tanto, buscan el modo de recortar sus propios costos. Baskin-Robbins lo hace delegando el incentivo del ahorro a las terceras partes fuera de la empresa. Delegar esas decisiones eleva las ganancias. Ésta es la formula de estos días.

Y la formula es aun más compleja: la compañía madre de Baskin-Robbins es Dinkin’ Brands, propiedad de Bain Capital, la firma de Mitt Romney antes de convertirse en aspirante a la candidatura presidencial de Estados Unidos por el conservador Partido Republicano. Estas empresas, y Romney, han estado cabildeando contra la administración de suministros con la finalidad de reducir los precios de los productos lácteos para ayudar a la gente a engordar con pizza y helados, de a un bocado barato por vez.

Los lácteos baratos son, de hecho, uno de los platillos del menú de los acuerdos de libre comercio como el que Canadá negocia con Europa y comenzará a negociar en breve con las naciones del Pacífico, las cuales al parecer procurarán inundar el mercado canadiense con esos productos. Pero otros países producen lácteos aun más baratos. Y ésa es la clave de la competencia por el dominio global del mercado heladero. Gigantes como Baskins-Robbins, bajando sin vacilaciones el costo de sus insumos, le dan un novísimo significado al libre comercio. Pero recuérdese que la otra cara de la moneda de los precios bajos son los salarios bajos. Alguien siempre termina pagando el costo en algún lugar.

(*) Armine Yalnizyan es la principal economista del Centro Canadiense para las Políticas Alternativas (en Twitter, @ArmineYalnizyan)

Source
The Globe and Mail: http://bit.ly/N7OKIe