Una nueva y ambiciosa agenda debe vincular finanzas, sociedad y ambiente
Published on Fri, 2012-07-13 16:03
La comunidad internacional necesita trabajar en pos de soluciones urgentes para la crisis global de hoy. Un proceso que siga el camino usual de actualizar los objetivos acordados y que expirarán en 2015 no es suficiente. Tal fue el mensaje principal a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del panel realizado el 6 de julio en Nueva York en el marco del Foro de Cooperación al Desarrollo, primer debate internacional de alto nivel luego de la Cumbre Río+20. Juan Somavía, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y Roberto Bissio, coordinador de Social Watch, figuraron entre los participantes de ese panel.
Social Watch: La sustentabilidad financiera y social son tan vitales como la ambiental Intervención de Roberto Bissio, coordinador de Social Watch, en la sesión interactiva del Foro de Cooperación para el Desarrollo sobre “¿Hacia dónde vamos desde Rio?” Rio+20 no colmó las ambiciones de todos, y, por cierto, tampoco las de la sociedad civil, pero logró algunos acuerdos fundamentales. El embajador Jean Baptiste Mattei [a cargo de Globalización y Desarrollo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia] mencionó algunas de ellas [como la aprobación de un proceso para definir Objetivos de Desarrollo Sustentable]. Yo agregaría a esa lista la reafirmación del principio de [la Cumbre de la Tierra de 1992] de Rio de las Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas, lo cual no es una cosa menor. Al analizar ese principio y lo que significa 20 años después, lo de “común” gana más peso ahora, mientras que durante mucho tiempo lo esencial fue lo de “diferenciadas”. Debemos redefinir el equilibrio entre los dos. Pero lo “común” surge ahora con mucha fuerza, lo cual es también un mensaje desde Rio cuando hablamos sobre Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS). Estos ODS deberán ser universales, para todos los países, no para una lista reducida. Deben aplicarse, por supuesto, en condiciones y capacidades diferenciadas, pero son comunes y deberían basarse sobre los derechos humanos. Son necesarios, además, nuevos indicadores para medir los avances. Rio+20 también declaró que el PIB [producto interno bruto] no es nuestra erramienta, que no es útil como medida para los problemas del desarrollo sustentable que abordamos ahora. Esto es algo que la Cumbre de la Tierra ya declaró en 1992. La comisión convocada por Francia y encabezada por Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi para establecer algunas guías sobre indicadores de sustentabilidad recomendó claramente no usar un número único, sino una serie de números. La comisión usó la metáfora del panel de un automóvil. Si el panel tuviera un solo indicador sería inútil. Es necesario saber la gasolina que hay en el tanque, la velocidad y los kilómetros recorridos. De modo similar, para evaluar el desarrollo sustentable se precisa una serie de indicadores que darán cuenta de los pilares ambiental, social y económico de ese concepto, pero también abordar el problema de los límites planetarios, límites que son flexibles, porque la tecnología puede expandirlos, por lo cual también debe medirse la tecnología que el mundo comparte. Muchas de estas conclusiones suenan novedosas, pero apenas anotan con palabras diferentes principios que el sistema de la ONU ha mantenido desde hace mucho tiempo. Para algunos, por ejemplo, uno de los nuevos objetivos debería ser el acceso universal a Internet. Y el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 ya establecía que todos deberían contar con medios “apropiados” para obtener información y para participar en las discusiones públicas. Por lo tanto, todo lo que se necesita es decir que en 2012 decir “apropiado” significa “Internet”. El principio de que los objetivos deben ser comunes y universales ya había sido aprobado en la Cumbre Social de Copenhage, en 1995. Juan Somavía, presente en este panel presidió el proceso preparatorio para esa conferencia de la ONU, desde la cual ya tenemos metas universales sobre empleo, integración social y erradicación de la pobreza, que entonces eran cuestiones clave. Esos objetivos se elaboraron sobre los grandes logros de la Conferencia sobre Derechos Humanos de 1993 en Viena, en la cual se definió que los derechos femeninos, laborales y de los pueblos indígenas son derechos humanos. Pronto será el 20 aniversario de la Conferencia de Viena y sus principios deberían introducirse en el proceso por el cual un comité de 30 gobiernos, por un lado, discutirán los ODS y expertos de la ONU, por el otro, considerarán un “marco post-2015” para cuando venza, en ese año, el periodo fijado para los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Eso nos lleva a las preguntas sobre el Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC). Cada dos años o cada seis meses, discutimos cómo reformar esta institución, como hacer que cumpla la función que debería cumplir. Todos en este panel saben mucho más sobre ECOSOC que yo, pero tras haber presenciado alguna de esas discusiones, concluí que son sobre su propia gobernanza, sus regulaciones y su funcionamiento, pero lo que hace a esta institución realmente vibrante no es eso, que es, por cierto, muy importante, sino su sustancia. ¿ECOSOC va a atender las discusiones sustanciales que lo hacen vibrante? Creo que ése es el desafío real, y que este Foro de Cooperación para el Desarrollo brinda un excelente ejemplo de cuán relevante puede ser y cuánto poder de convocatoria puede tener. Cuando se ponen los problemas reales sobre la mesa, la gente vendrá a discutir. Y eso significa, por ejemplo, instalar grupos de trabajo con plazos para dar resultados con participantes de múltiples sectores como miembros y participantes. He aprendido en estos días una nueva terminología. Siempre odiamos el término “organizaciones no gubernamentales” porque no nos gusta ser definidos por la negativa, pero usando esa fórmula ECOSOC abrió desde los inicios de la ONU sus puertas a los pueblos. Bajo el letrero de “organizaciones no gubernamentales” tenemos estatus consultivo en este cuerpo, lo cual significa que podemos ofrecer nuestros insumos para las discusiones entre gobiernos. El término que se usa ahora ya no es el de “organizaciones no gubernamentales” sino el de “organizaciones no ejecutivas”. ¿Debemos dar la bienvenida a los alcaldes, las autoridades locales y a los parlamentarios a las filas de la sociedad civil? Nos complace mucho trabajar con ellos, pero creo que las autoridades electas no son, claramente, lo mismo como organizaciones populares. Y muchas de ellas también tienen golpeando a la puerta a la sociedad civil, que les demanda resultados y rendición de cuentas. De todos modos, esto significa un reconocimiento de la necesidad de presencia de una variedad de actores en estos grupos de trabajo que aborden todos los problemas reales que afectan a la gente. Y que también necesitamos grupos de expertos. La otra Comisión Stiglitz, la creada durante la crisis financiera en 2009 como grupo asesor del presidente de la Asamblea General de la ONU, produjo mucha sustancia sobre la crisis y sobre maneras de resolverla que aún son válidas. Rio+20 reconoció esa contribución haciendo que este tipo de grupos de expertos sea una realidad más formal y reconocida que fortalezca el proceso y le dé al ECOSOC, a la Asamblea General y a la ONU como un todo un rol mucho más vibrante.
Somavía: Necesitamos una agenda global y no solo para los países en desarrollo Intervención de Juan Somavía, director general de la OIT, , en la sesión interactiva del Foro de Cooperación para el Desarrollo sobre “¿Hacia dónde vamos desde Rio?” Desde la perspectiva de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el resultado de Rio+20 es un avance significativo. ¿Por qué? Porque el Rio original [la Cumbre de la Tierra de 1992] no tenía ninguna referencia real al empleo, al trabajo decente, al diálogo social o a la protección social. La agenda de la OIT, sencillamente, no estaba ahí, en parte porque esa conferencia se inclinaba mucho hacia lo ambiental. Ahora tenemos, sí, creación de empleo, protección social, derechos laborales, diálogo social, empleo juvenil y la potencialidad de los empleos “verdes”. Esto significa, claramente, que esas cuestiones serán parte de los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS), pues, si bien ya eran parte de la agenda de la ONU, no eran parte vinculante entre los tres pilares [del desarrollo sustentable: el económico, el social y el ambiental], que están mucho más equilibrados con un rol mucho más importante de lo social. La cuestión del trabajo y del empleo, la agenda del trabajo decente, está en el corazón de los tres pilares. Es, por cierto, parte del pilar económico, pues para crear empleos decentes se requiere inversión productiva, no inversión financiera de riesgo que no crea empleos sino su pérdida, como se ve con tanta frecuencia. Necesitamos una solución productiva para la crisis, no una solución financiera. Es parte del pilar social porque el trabajo decente es el mejor modo de acabar con la pobreza. Denme oportunidades y lo lograré con mis propios medios, pero no me digan que lo logre por mí mismo sin que nadie haga nada. Necesito políticas públicas, y entonces haré lo que deba hacer para operar en el mercado laboral. En cuanto al tercer pilar, es muy claro que el cuidado del ambiente implicará cambios en los patrones de consumo, en los patrones de inversión, en las nuevas tecnologías que se incorporen a los sectores en los que se creará empleo, pero también implicará la destrucción de puestos de trabajo. La transición requerirá diálogo social, porque ocurrirá en empresas concretas, con nombre y con dirección. Algunas cerrarán, y lo mejor será que lo tengamos claro ahora. Nuestra responsabilidad es advertir sobre esas consecuencias negativas ahora. Para enfrentarlas se requieren dos cosas. La primera es un piso de protección social para los trabajadores e inversores de las empresas afectadas. La segunda es instalar un diálogo social, entre empleados y patronos, entre ambos y los gobiernos, para lograr una transición suave. Desde una perspectiva global, si tomamos los ODS como algo para lo que deberemos prepararnos hacia 2015 no tendremos los pies sobre la tierra, porque hoy ? no dentro de tres años, sino hoy ? estamos en medio de la crisis. Parecía que quizá estábamos saliendo de ella, pero, por el contrario, estamos regresando a la crisis. Europa, por cierto, no está afuera de la crisis, Japón tampoco, Estados Unidos, tampoco. El mundo industrializado no está afuera. Y si se observa la tasa de crecimiento de países como China, India, Brasil o México, se ve que éstos comienzan a tener problemas. Entonces, ¿haremos una abstracción de lo que sucede hoy para trabajar hacia 2015 o nos diremos que los ODS son la manera más razonable de atender la crisis? Porque para responder a la crisis debemos tener una política integrada que equilibre los desequilibrios, que reduzca el nivel de inequidad, el alto desempleo juvenil, todas las consecuencias que conocemos. ¿Por qué no ver los ODS como un reconocimiento de que este modelo de crecimiento y de globalización en crisis debe ser finalmente sustituido? Esto significa que la agenda de desarrollo de la ONU es una agenda global de desarrollo y no una agenda de desarrollo sólo para los países en desarrollo. Debemos decidir que esa agenda será global y que afectará a todos los países. El mundo necesita, por cierto, una nueva visión sobre lo que es el desarrollo. El mandato del ECOSOC es analizar la agenda global de desarrollo. Esa tarea es ahora urgente, porque el proceso de globalización está en crisis. Aquí veo la oportunidad en medio de la crisis. ¿Podremos aprovecharla? Ésa es una cuestión totalmente diferente, pero a menos que lo intentemos, nunca tendremos una respuesta a la pregunta. Se trata de una agenda totalmente diferente de la clásica agenda de desarrollo, del modelo de globalización que está fallando. Preferimos economías abiertas y no cerradas, creemos que un poco más de justicia o mucha más justicia es absolutamente esencial para el equilibrio de las sociedades. Y podemos hacer una lista de los valores que compartimos, muchos de ellos ya definidos en Río en 1992. Tenemos una decisión enfrente de nosotros. Habrá una tendencia, por ejemplo, a que nos quedemos en la agenda de desarrollo tradicional, porque la conocemos, porque ya la acordamos, tratemos de no cambiarla demasiado, sino de mejorarla un poco. O podemos decir que la ONU debe ser relevante y que para eso debe pensar hoy en la crisis que vivimos hoy, y no en algo para despues de 2015. No tenemos idea de a qué se parecerá el año 2015. Por eso pongo la cuestión sobre la mesa: tenemos por delante la decisión política de si la ONU discute dentro de un capullo o se vincula con los numerosos procesos sociales y movimientos que sienten que no están recibiendo respuestas. En las sociedades hay una enorme intranquilidad. En casi todas partes hay una sensación de desconexión y los jóvenes sienten que no son escuchados, que las políticas no responden a sus problemas. Éste es un desafío que cada uno de nuestros países y cada una de nuestras instituciones tienen, y no se trata sólo de decir “vengan a contarnos qué piensan y nosotros veremos qué tenemos que hacer”, No, es mucho más que eso. La crisis tuvo, tiene y tendrá un fuerte impacto en el enfoque del mundo en desarrollo y sobre las políticas tradicionales, que procedían del mundo desarrollado. Esto comenzó con la crisis de la deuda en América Latina en los años 80 y siguió en la de Asia en los 90, con las fuertes imposiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) que se cobraron un enorme costo social. Ahora esos países se han equilibrado, y la conclusión a la que llegaron fue que debían pagarle al FMI tan pronto como pudieran. América Latina lo hizo, Asia lo hizo, y dijeron que en la próxima crisis se manejarían con sus propios medios y crearían sus propias reservas. Y ahora tenemos a todos esos países con enormes reservas inactivas. Ese dinero debería dirigirse al Banco Mundial, al FMI, debería circular. Pero no se lo aprovecha por una razón muy sencilla: ningún país en desarrollo que haya pasado por la experiencia del FMI quiere vivirla de nuevo. De hecho, buena parte del mundo en desarrollo salió de la actual crisis más rápido porque no aplicó las políticas tradicionales. Protegieron sus salarios mínimos, los aumentaron, ampliaron la protección social, si tenían bancos públicos, no los privatizaron y abrieron el flujo de inversiones sin esperar si los bancos privados querían arriesgarse o no a prestarle a sus pequeñas empresas. No hablamos de cosas que están en el aire sino de cosas que realmente suceden. El efecto contagio desde el mundo desarrollado desacelera el proceso de crecimiento, pero hay una sensación nueva de firmeza y de empoderamiento en el mundo en desarrollo. […] Déjenme terminar diciendo que en todo este proceso hay algo que Roberto [Bissio] dijo que es muy importante. Nos recordó la Conferencia de Viena sobre derechos humanos. Así como hablamos de Rio+20 deberíamos hablar también de la Cumbre Social+20, Beijing [sobre las mujeres]+20, Viena+21, El Cairo sobre población+22, Roma sobre alimentación+22… ¿Sólo recordaremos Rio? ¿O recordaremos también otras conferencias del pasado y que nos demuestran lo bien orientados que estábamos entonces? Sugiero que, ya que hablamos sobre el año 2015, al menos pongamos dentro de ese marco la Cumbre Social, Beijing, los derechos humanos, la población y también la Cumbre sobre Alimentación, que fueron conferencias clave. Es difícil explicar que celebremos Rio+20 y nos olvidemos de las otras conferencias que están mucho más cerca de la vida real de la gente. Las cuestiones que desembocaron en la crisis fueron descriptas en la Cumbre Social, y la definición de objetivos globales también surgió allí. Los objetvos de desarrollo del milenio (ODM) surgen de la Cumbre Social, pero oportunidad, una incredible oportunidad de renovar nuestro pensamiento y de mirar estos asuntos con la fortaleza intellectual y política que movió a la ONU en los años 90. |