La tragedia de Lampedusa. ¿Por qué los hijos no pueden llorar a sus madres?

En la madrugada del 3 de octubre, un turista estaba disfrutando de la hermosa y tranquila playa de la isla mediterránea italiana de Lampedusa cuando aparecieron tres jóvenes hombres africanos que buscaban frenéticamente ayuda. Habían dejado a sus madres en el mar en un barco en llamas.

La Unión Europea corre el peligro de tratar las prioridades equivocadas. Equipo militar y aviones no tripulados no son la respuesta a esta gran cantidad de refugiados desesperados que están dispuestos a arriesgar sus vidas incluso si tienen que nadar en el Mediterráneo. En lugar de militarización necesitamos crear espacios y comunidades seguras para los refugiados, donde los que son sobrevivientes de la trata puedan curarse y dar a conocer la situación. La Unión Europea necesita fortalecer una política de diálogo y participación de las comunidades involucradas.

El barco hizo la travesía esa noche y se acercó a Lampedusa con más de 500 pasajeros a bordo. Mientras esperaba para descargar a los pasajeros, el barco se alejó de la orilla. Cuando el capitán trató de encender el motor para llevarlo nuevamente a la orilla, este no prendió. Entonces decidió buscar ayuda y encendió una guirnalda de fuego. Fue así que se quemó a sí mismo y arrojó la canasta ardiente en el barco, y no en el mar. Los pasajeros entraron en pánico y corrieron hacia un lado. En el interior del barco, las mujeres y los niños estaban durmiendo. Encerrados en las cabinas, no sobrevivirían al viaje. Sólo seis mujeres llegaron con vida.

Los sobrevivientes fueron los hijos de estas madres, hijos de Eritrea, que podían nadar y eran lo suficientemente fuertes para hacerlo. Este es el testimonio que el periodista MeronEstefanos y el Padre Mussie Zerai escucharon cuando fueron a Lampedusa el 21 de octubre. Sólo 155 sobrevivieron. La guardia costera italiana afirma que la cifra de muertos podría llegar a 400. La mayoría de los pasajeros eran refugiados de Eritrea.

El gobierno de Eritrea negó que los sobrevivientes fueran eritreos, mientras que el Presidente de Italia, Giorgio Napolitano, ofreció la ciudadanía a los que habían muerto, pero no a los sobrevivientes. Los sobrevivientes y los familiares desde Eritrea reclamaron que los cuerpos fueran llevados a casa. El presidente de Italia anunció un entierro de Estado.

En cuanto quedó claro que la mayoría de las víctimas eran realmente eritreos, el escenario cambió rápidamente. El alcalde de Lampedusa ya no tuvo el control. El entierro por parte del Estado fue dejado sin efecto. Los cuerpos fueron rápidamente enterrados en diferentes lugares de la isla sin el consentimiento de las familias. Las autoridades de Eritrea se hicieron cargo del proceso. Mientras que la Cruz Roja italiana ya había ofrecido tomar las pruebas de ADN de manera que las víctimas pudieran ser identificadas, los funcionarios eritreos engañaron a los sobrevivientes pidiendo 150 euros para una prueba de ADN que obviamente no pueden realizar. Los sobrevivientes fueron intimidados, ya que les tomaron fotografías, y los encerrados en centros de detención. No pudieron ir a los funerales y no fueron invitados a la ceremonia conmemorativa. Iniciaron una huelga de hambre para llorar a sus madres.

¿Por qué arriesgan la vida?

Dos barcos, uno con 200 y otro con 150 pasajeros a bordo, llegaron el 24 y el 25 de octubre a Lampedusa. La mayoría de estos pasajeros también eran eritreos. Esto planteó la pregunta que todos están pensando: ¿por qué se juegan la vida sabiendo el peligro que corren?

El presidente de la Comisión Europea, Manuel Barroso, hizo esta pregunta retórica mientras miraba un ataúd en el que era enterrada una madre con su bebé recién nacido.

En las dos semanas anteriores los periodistas han hecho esta misma pregunta a expertos en migración una y otra vez.

Meron Estefanos y el padre Mussie hicieron estas preguntas a los jóvenes y niños que sobrevivieron. La respuesta era simple: preferían morir en el mar, con una esperanza, que perdidos en los campos de tortura de los traficantes y en los crueles centros de detención en Libia, Chad, Egipto, el Sinaí y Yemen.

La Cumbre de Jefes de Estado de la Unión Europea abordó este tema el 25 de octubre. Un Grupo de Trabajo para el Mediterráneo va a estudiar propuestas que serán adoptadas en diciembre en la próxima cumbre. Se espera que este grupo de trabajo entienda de qué están huyendo los refugiados y por qué están corriendo estos riesgos desesperados.

Prioridades equivocadas

La Unión Europea corre el peligro de tratar las prioridades equivocadas. Equipo militar y aviones no tripulados no son la respuesta a esta gran cantidad de refugiados desesperados que están dispuestos a arriesgar sus vidas incluso si tienen que nadar en el Mediterráneo. En lugar de militarización necesitamos crear espacios y comunidades seguras para los refugiados, donde los que son sobrevivientes de la trata puedan curarse y dar a conocer la situación. La Unión Europea necesita fortalecer una política de diálogo y participación de las comunidades involucradas. Así todos ganaremos.

La decencia de un país puede medirse por la forma en que trata a quienes han muerto. Para Eritrea, la tragedia radica en que no recibieron los cuerpos de las madres y niños que murieron aquella mañana en el mar. Para Italia, la tragedia consiste en que no brindó un entierro digno a los que perecieron. Para la Unión Europea, la tragedia de Lampedusa es que fallo en ser el lugar de la decencia, en el que los hijos pudieron respetuosamente llorar a sus madres.

Por Mirjam van Reisen.

Catedrática de Responsabilidad Social Internacional en la Universidad de Tilburg, Holanda, directora fundadora de Europe External Policy Advisors (EEPA), con sede en Bruselas, miembro de la Comisión Internacional de los Refugiados de Eritrea (ICER) y autora del informe "Trata de personas en el Sinaí: Refugiados entre la vida y la muerte” (2012).
Fuente: IDN - InDepthNews