El consenso de Sevilla: «Estás solo, chico»
Published on Tue, 2025-07-15 00:00
«Estás solo, chico... En la ceremonia de clausura de la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, celebrada el pasado 3 de julio en Sevilla, la vicesecretaria general de las Naciones Unidas, Amina Mohammed, pronunció unas palabras que invitan a la reflexión: «... Durante décadas, la misión del desarrollo sostenible ha unido a los países. Sin embargo, hoy en día, el desarrollo y su gran facilitador, la cooperación internacional, se enfrentan a enormes dificultades. Durante los últimos cuatro días (...) se han puesto de relieve las consecuencias humanas del aumento de la deuda, la escalada de las tensiones comerciales y los drásticos recortes de la ayuda oficial al desarrollo. «Del mismo modo, comprendemos perfectamente los daños colaterales que las prioridades gubernamentales contrapuestas pueden tener en la financiación del desarrollo, y que el apoyo mundial al desarrollo sostenible ya no puede darse por sentado». Dado que su trabajo requiere transmitir confianza en el sistema multilateral de las Naciones Unidas, encontró cierto consuelo en que el documento final «mantiene los compromisos contraídos en Addis Abeba hace diez años y trata de reavivar la esperanza encarnada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible». Mantener antiguos compromisos que nunca se cumplieron es una pobre compensación por la falta de avances sustanciales en las cuestiones clave de la agenda de la FFD. En cuanto a la ayuda oficial al desarrollo (AOD), la conferencia se comprometió a «invertir las tendencias a la baja» (párrafo 36b) y reafirmó el compromiso de hace cincuenta años «de la mayoría de los países desarrollados» (Estados Unidos nunca aceptó ese objetivo) de destinar el 0,7 % del ingreso nacional bruto a la AOD para los países en desarrollo y entre el 0,15 % y el 0,2 % a los países menos adelantados. El problema es que en medio siglo solo se ha alcanzado la mitad de ese objetivo y que Estados Unidos, Alemania, el Reino Unido y Francia, entre otros, han anunciado importantes recortes en los presupuestos de ayuda. Al mismo tiempo, los presupuestos militares europeos se están duplicando y se prevé que alcancen el 5 % del PIB en la mayor parte de Europa, con la notable excepción de España, país anfitrión de la Cumbre. En cuanto a la deuda externa, el documento final reconoce que «los retos que plantea la deuda soberana se han convertido en uno de los mayores obstáculos para el desarrollo sostenible» (párrafo 47), pero en lugar de empezar a trabajar en un mecanismo de renegociación de la deuda soberana, tal y como pidieron los países en desarrollo, se limita a prometer vagamente «iniciar un proceso intergubernamental en las Naciones Unidas con miras a formular recomendaciones para colmar las lagunas de la arquitectura de la deuda y estudiar opciones para abordar la sostenibilidad de la deuda» (párrafo 50 f)). En materia de comercio, el «Compromiso de Sevilla» (un título que muchos críticos denominan irónicamente «Compromiso») reconoce que «las restricciones comerciales, incluidos los aranceles incompatibles con las normas, los principios y los compromisos de la OMC, están aumentando a nivel mundial en un contexto de crecientes tensiones comerciales y estancamiento de las negociaciones multilaterales». La conferencia hace los habituales llamamientos, probablemente ineficaces, al respeto de los antiguos compromisos. Una de las pocas decisiones concretas fue el apoyo a la «actualización y reforma de los acuerdos de inversión obsoletos» y el llamamiento a «la creación de un centro consultivo sobre solución de controversias en materia de inversión internacional», con el fin de ayudar a los países a reformar los mecanismos de solución de controversias entre inversores y Estados en los acuerdos comerciales y de inversión. En cuanto a la arquitectura financiera internacional, la Conferencia reconoció una vez más la necesidad de una reforma, pero se negó a afirmar que las Naciones Unidas debían desempeñar un papel importante para garantizar que las decisiones de las instituciones de Bretton Woods se ajustaran a los principios de los derechos humanos y el desarrollo. Reafirmó «el pleno respeto de los mandatos y órganos de gobernanza respectivos de las diferentes instituciones internacionales». Dado que los Estados Unidos tienen derecho de veto en esas instituciones, es probable que todos los «estímulos» adicionales para que los países emergentes tengan más poder de voto caigan en saco roto. En cuanto a las finanzas nacionales, la Conferencia reconoció la importancia de una fiscalidad justa y progresiva para movilizar los recursos nacionales y comprometió a los gobiernos a «participar de manera constructiva en las negociaciones sobre la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre la Cooperación Internacional en materia de Fiscalidad», siguiendo las demandas iniciadas por los países africanos. Sin embargo, evitó apoyar el proceso del Consejo de Derechos Humanos para la elaboración de un instrumento jurídico vinculante sobre las empresas transnacionales y los derechos humanos. Las empresas legalmente constituidas siguen siendo una fuente importante de flujos financieros ilícitos que salen de África, flujos que superan con creces el importe total de la ayuda oficial al desarrollo recibida.
Muchos comentaristas argumentaron que el mero hecho de alcanzar un acuerdo consensuado era un gran logro para el multilateralismo, en un momento en el que algunos países están imponiendo su voluntad mediante el poder militar y económico. De hecho, el consenso solo se alcanzó porque Estados Unidos, tras rechazar todo el borrador, decidió abandonar el proceso en el último momento en lugar de forzar una votación. Según Bhumika Muchala, de TWN, «el papel de Estados Unidos en las negociaciones ha sido de dominio público, ya que bloqueó agresivamente y solicitó la eliminación de párrafos enteros del documento». Por su parte, la Unión Europea y otros países desarrollados —entre ellos Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Japón y el Reino Unido— también ejercieron presión a lo largo de todo el proceso. Sin resultados sustanciales y sin alianzas con el Norte Global, el mensaje a los países en desarrollo suena inquietantemente similar al estribillo de la canción de Taylor Swift: «¡Estás solo, chico!». Por Roberto Bissio, coordinador de Social Watch. Referencias https://docs.un.org/en/A/CONF.227/2025/L.1 https://docs.un.org/ar/A/CONF.227/2025/L.1 (https://twn.my/title2/finance/2025/fi250703.htm) Este artículo forma parte del boletín informativo de ANND sobre las reuniones de la FFD en Sevilla.
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