TAILANDIA

Una respuesta miope (otra vez)

Nantiya Tangwisutijit
Social Agenda Working Group

El Gobierno tuvo una rápida respuesta a la crisis bajo la forma habitual de los paquetes de estímulo. No obstante, se torna obligatoria una visión más sostenible: una que incorpore a la solución las consideraciones ambientales y de seguridad alimentaria que enfrentan actualmente el país y el mundo. Si el cambio ha de suceder, procederá de un movimiento social revitalizado, con el sólido respaldo de intelectuales y empresarios.

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Al principio, el pueblo de Tailandia observó cómo se desarrollaba la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos con poca conciencia de su significado o efectos. La primera pista surgió en noviembre de 2008 cuando las exportaciones, que en la última década tuvieron un crecimiento anual de dos dígitos, cayeron repentinamente 20% en comparación con noviembre de 2007. A continuación, cuando las empresas reaccionaron rápidamente para minimizar los costos, los trabajadores coparon las calles en protesta por los recortes de los salarios y los beneficios sociales. Entonces se hizo oficial: la crisis había llegado.

Tailandia no es ajena a la conmoción económica, ya que fue el epicentro de la crisis financiera asiática hace 12 años, pero la recesión actual parece más profunda. A diferencia de 1997, la crisis actual arrasó con gran cantidad de la riqueza en todo el mundo. Así, el sector exportador de Tailandia se encuentra en caída libre, con un descenso anualizado a un ritmo superior al 30%1.

Como las exportaciones representan 70% del PIB, Tailandia se encuentra entre las economías más expuestas de Asia emergente. Las exportaciones tailandesas se derrumbaron en Estados Unidos, Europa, Japón y ANSEA en su totalidad. Además, las exportaciones a China – el único país que podría proporcionar la energía para sacar a Tailandia y Asia emergente del pantano económico – también han caído.

La velocidad de la decadencia económica también se vio exacerbada por el fracaso recurrente de los gobiernos – hubo cuatro primeros ministros tan sólo en 2008. Esta parálisis política retrasó la finalización de los presupuestos gubernamentales y la instrumentación de proyectos atrasados de obras públicas. El crecimiento económico en 2008 apenas llegó a 2,6%, frente a 4,9% en 2007. El pronóstico para 2009 es una contracción mayor, reducida a -3,9%2.

Trabajo y desempleo

Más de 250 mil trabajadores perdieron sus empleos entre octubre de 2008 y febrero de 2009. El desempleo creció 140% entre enero de 2008 y enero de 2009. La Federación de Industrias Tailandesas calcula que, para fines de este año, el desempleo afectará a entre 1,5 y 2 millones de personas, de 5% a 8% de la mano de obra registrada3. Sin embargo, el desempleo real será mucho peor, ya que los cálculos oficiales omiten al sector informal, que representa 60% de todos los empleos. Eso incluye a los trabajadores cuyos patrones evaden el sistema de seguro de paro, y a quienes siguen desempleados después de agotar sus seis meses de beneficios por desempleo.

Según las cifras oficiales, en la crisis anterior el desempleo sólo alcanzó 5,6% en 19984. Organizaciones defensoras de los trabajadores, como la Fundación Arom Pong-pangan, prevén que pronto el desempleo superará por lejos esa cifra.

Los trabajadores de hoy tienen menos poder de negociación debido a cambios en los trámites de empleo y cese de funciones, señalaron Bundit Thanachaisretavuth y Vassana Lamdee de la Fundación Arom Pong-pangan. Muchas empresas tercerizan la administración del personal con intermediarios “invisibles” para evitar toda responsabilidad legal directa sobre las prácticas de empleo. Asimismo, los despidos masivos del pasado, que podrían asegurar un fuerte apoyo del público para prácticas laborales más estrictas, ya no suceden. A los trabajadores se los despide de a poco y se los traslada a sus pueblos rurales natales para evitar que causen problemas.

Mientras intentan enfrentar la crisis a través de su función de vigilancia, los medios de comunicación y los grupos de la sociedad civil también sufren la crisis. Las ONG son doblemente golpeadas ya que sus donantes extranjeros recortan sus presupuestos y sus monedas debilitadas se convierten en menos baht tailandeses.

Agricultura

Durante la crisis de la década de 1990 numerosos trabajadores desempleados fueron al sector agrícola; ahora, sin embargo, las arroceras rurales tienen menos para ofrecer. Aunque la baja de los precios del petróleo recortó los costos de los insumos agrícolas más que los precios, la reducida demanda de las exportaciones, especialmente de importantes materias primas como el caucho y la mandioca, eliminaron las oportunidades de absorción de los trabajadores desplazados. Peor aún, como consecuencia del creciente ingreso de productos agrícolas baratos desde China, tras la aplicación del tratado de libre comercio de 2003, los granjeros tailandeses perdieron competitividad. Además, en la última década, debido al crecimiento de las deudas familiares y al incremento de la migración laboral desde las granjas a las fábricas, hay menos pequeños productores agrícolas que sean propietarios de tierras.

Los más pobres entre los pobres

 

Estas tendencias ejercen incluso mayor presión sobre los 23 millones de trabajadores en el sector informal, la mayoría de ellos mujeres. A medida que la economía empeora se espera que las mujeres, además de menores ingresos, soporten cargas mayores, indicó Usa Lerdsrisuntad, directora de programas en Women Foundation. En casos de divorcio o separación, de tendencia creciente en Tailandia, la responsabilidad por la crianza de los hijos continúa recayendo mayormente sobre las mujeres. La Oficina Nacional de Estadísticas señala que 30% de los hijos de familias con un solo padre están al cuidado exclusivo de sus madres. Se teme que muchas mujeres se aferren a relaciones abusivas para minimizar las dificultades económicas en sus familias. También es probable que la falta de apoyo estatal para la crianza de los niños, combinada con una economía debilitada, empuje más mujeres a la industria sexual y/o a empleos en el exterior obtenidos a través de organizaciones de tráfico humano.

Como son uno de los grupos más vulnerables de la sociedad, los niños son las víctimas extremas de toda crisis, sea económica, social o política, aseguró Chettha Munkong de Children Foundation. La deserción escolar va en aumento ya que los alumnos van a trabajar. Para aquellos que pueden permanecer en la escuela, los defensores de los derechos de los niños también temen que la crisis ya haya afectado la calidad de su enseñanza. Cada vez más maestros pasan menos tiempo en el aula y más buscando ingresos suplementarios.

La rápida expansión económica de la década pasada, combinada con mayores restricciones a su capacidad para sostenerse a través de recursos naturales, arrojó a un número creciente de minorías étnicas a la mano de obra informal. Las comunidades de gitanos del mar, por ejemplo, han ingresado gradualmente a los servicios de hotelería y turismo, pero ahora que el turismo descendió 20%, los empleos están desapareciendo. Sin educación formal y con una competencia mucho mayor, las consecuencias para ésta y para otras comunidades marginadas pueden ser las más duraderas.

 

Respuesta del Gobierno

En enero de 2009, el Gobierno lanzó un paquete económico de USD 4.500 millones que incluyó exenciones impositivas, amplió la enseñanza gratuita, subsidios para el transporte y los servicios públicos y dinero en efectivo para los asalariados con bajos ingresos. Dos paquetes similares están previstos para antes de fin de año. Pese a esta rápida respuesta, tanto el rumbo de la política como su instrumentación generaron mucha inquietud en la sociedad.

Una de las medidas más polémicas fue la entrega por única vez de THB 2.000 (USD 57) en efectivo a empleados públicos y privados con ingresos menores a THB 14.000 (USD 397) por mes. Incluso quienes estaban habilitados a recibir los fondos criticaron de populismo descarado la política, sin considerarla un estímulo significativo. Por ejemplo, la extensa mayoría de los trabajadores en esta categoría pertenece al sector informal y, por lo tanto, no están habilitados a recibirla, lo cual plantea el problema de la discriminación de género, ya que las mujeres comprenden la gran mayoría de los trabajadores informales.

Activistas sociales como Bundit, de la Fundación Arom Pong-pangan, también critican la estructura verticalista y la falta de transparencia de la administración del fondo que ofrece terreno fértil a la corrupción. Por ejemplo, los THB 7.000 millones (casi USD 199 millones) designados para recapacitar a 240 mil trabajadores sólo se habilitarán a los organismos estatales con una limitada rendición de cuentas, no a las organizaciones de las administraciones locales ni a las asociaciones profesionales comunitarias que trabajan más directamente con los desempleados.

Para complementar su plan de estímulos, el Gobierno también trabaja en una importante reestructura regulatoria de los mercados financieros. Sin embargo, a diferencia de muchos países que establecieron mayores garantías para proteger a los consumidores y sus economías, Tailandia avanza hacia la fuerte desregulación y liberalización para incrementar el papel del mercado de capitales en el desarrollo de la economía. Se teme que esta iniciativa, dirigida por muchas de las mismas personas que participaron de la crisis financiera de 1997 buscando exclusivamente ganancias a corto plazo, allanará el camino a una nueva crisis apenas el país se recupere.

Los grupos de la sociedad civil señalan que la mayor falla de la política gubernamental de estímulos es su falta de estrategia coherente. No existe visión de la forma en que Tailandia podría utilizar los recursos del estímulo para abordar algunas de las causas que radican en la desigualdad y las persistentes dificultades sociales y económicas que padece la mayoría de la población. Surichai Wankaeo, director del Social Research Institute, en la Universidad de Chulalongkorn, señala que el paquete no proporciona un timón a la política económica, que por demasiado tiempo ha seguido los caprichos de la demanda multinacional, lo cual dejó vulnerable al país ante la volatilidad de los mercados internacionales. En muchos sentidos, se asemeja a programas similares aplicados en la década de 1930: proyectos de trabajo subsidiado y programas de ayuda asistencial que al final no hacen más que ofrecer asistencia temporaria y no contribuyen a cimentar una economía ni una sociedad más fuertes.

Para construir una economía más resistente, el país debe implementar estrategias que fortalezcan el consumo interno de los productos nacionales. Sus defensores mencionan el éxito, en los últimos años, de la industria turística, que se comercializó hacia el turista nacional para compensar la reducción de la demanda del turista extranjero. No obstante, un punto de partida mucho mejor sería el de apoyar la seguridad alimentaria. Con un sector agrícola tan fuerte y aún más descentralizado, las políticas, los incentivos y las disposiciones destinadas a la producción de alimentos orgánicos tendrían efectos de largo alcance para la economía nacional y la salud pública. La Organización Mundial del Comercio considera que, si se regulariza el uso de productos químicos y se prohíben los productos que los contienen, Tailandia adquiriría inmediatamente una ventaja competitiva sobre las importaciones. Muchos agricultores tailandeses ya utilizan métodos orgánicos simplemente como medio para reducir el costo de los insumos, con escaso acceso a redes de distribución donde sus productos podrían recibir precios superiores.

El tema de la reforma agraria también es clave para ayudar a los productores de las zonas rurales. En la actualidad, 90% de la tierra de Tailandia le pertenece a 10% de la población. Como mínimo se debe instaurar una estructura tributaria altamente progresiva para la propiedad de la tierra, y asistencia para la compra a quienes compran por primera vez, especialmente en el sector agrícola. Estos programas podrían vincularse a las políticas de agricultura orgánica para que puedan alentar a los nuevos propietarios de tierras a adoptar estos cultivos de alto valor.

Otro ámbito donde el país debe mirar hacia adentro es el de la energía. Casi 90% del petróleo de Tailandia es importado, lo cual absorbe hasta 10% del PIB del país. Esto representa mucho dinero y empleos que podrían integrar un programa de combustibles alternativos, si se dieran los pasos para apoyarlo. De manera similar, se deben otorgar incentivos para la generación de tecnologías autóctonas de energía alternativa y de ahorro de energía para cesar la marcha del país hacia la compra de plantas de energía nuclear y la construcción de plantas de energía a carbón.

El Gobierno debe trabajar para fomentar recursos de energía nacionales más limpios como parte integral de un plan que aborde los desafíos del cambio climático. Destacados científicos y economistas tailandeses han probado que la catástrofe se acerca rápidamente y que el momento para hacer algo y prepararse es ahora. Los organismos estatales deben adquirir la experiencia y tecnologías para comprender mejor los cambios que vivirá el país y las estrategias de adaptación necesarias para que la economía y la sociedad puedan transitar un futuro con clima cambiante.

El sector agrícola es fundamental para esta preparación. La sequía ya es un problema más frecuente y, con los cambios sustanciales proyectados en los patrones de lluvias, los agricultores deben tener alternativas para cultivos, patrones de cosecha y técnicas agrícolas. El fomento de la investigación nacional, el ensayo y la aplicación de estos nuevos enfoques debe ser una prioridad para asegurar la viabilidad del sector.

Los esfuerzos dirigidos a fortalecer la economía no deben ser el único objetivo de la respuesta del país a la crisis actual. Igualmente importante es la evolución del estado de bienestar. Luego del éxito de la atención sanitaria universal durante la década pasada, los grupos de la sociedad civil en Tailandia sienten que es hora de explorar beneficios jubilatorios que abarquen a la mayoría de la población, trabajen en el sector de empleo formal o no.

Oportunidad

Si la crisis económica actual encierra algo de bueno es que brinda la oportunidad de observar detenidamente a los factores que la crearon, y a las estrategias a desplegar para evitar su reiteración. Las exenciones fiscales, la capacitación laboral y la desregulación de los mercados financieros puede brindar estímulos valiosos, pero sólo si el objetivo trasciende a la recuperación de corto plazo. El cambio deberá provenir de un movimiento social revitalizado, con el apoyo de intelectuales y empresarios. Tailandia no es ajena a este tipo de movilizaciones, que generaron la Constitución del Pueblo – un hito en la reforma política democrática y la primera en el país redactada por una asamblea electa – en 1997. La interrogante, sin embargo, es si ese movimiento puede darse con la rapidez necesaria para tener algún impacto en la respuesta del Gobierno a la crisis actual.

 

1 Dirección de Desarrollo Nacional, Económico y Social. Disponible en: <www.nesdb.go.th/Portals/0/eco_datas/economic/eco_state/4_51/Press_Eng4-2551.pdf>.

2 Ibid.

3 Centro de Investigación Kasikorn. Ver: <www.kasikornresearch.com/portal/site/KResearch/rsh_d/?id=19586&cid=3>.

4 Ministerio de Trabajo. Ver: <www.mol.go.th/info_Mar0409_2.html>.


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