La revolución de los millonarios

Auteur: 
Roberto Bissio

El programa de cambios inmediatos incluye las siguientes medidas: 1. terminar con las exoneraciones de impuestos a los hogares con ingresos anuales de más de un cuarto de millón de dólares; 2. aplicar un impuesto a las transacciones financieras (Tasa Tobin); 3. eliminar las exoneraciones impositivas sobre los dividendos y rentas del capital; 4. implantar un impuesto progresivo al patrimonio sobre las grandes fortunas; 5. crear un impuesto a la renta adicional para los ingresos más altos; 6. eliminar los paraísos fiscales y 7. eliminar los subsidios a las remuneraciones excesivas de los ejecutivos.

No. No es una propuesta del Foro Social Mundial de Porto Alegre, ni de los sindicatos globales que este año enviaron una nutrida representación al Foro Económico Mundial de Davos para reclamar medidas urgentes contra el desempleo récord a nivel global. No es ni siquiera una propuesta de un partido de izquierda o progresista. Éstos son los siete puntos que reclama el movimiento Wealth for the Common Good (Riqueza para el Bien Común) en una carta abierta al presidente Barack Obama y a los congresistas que está recogiendo miles de firmas. Wealth for the Common Good fue iniciado en setiembre pasado por el millonario Chuck Collines y agrupa a ciudadanos norteamericanos con ingresos muy superiores al promedio, dispuestos a pagar más impuestos y a apoyar el principio de justicia redistributiva.

La idea ya ha cruzado fronteras y en Alemania el médico y también millonario Dieter Lehmkuhl está promoviendo la creación de un impuesto a la renta adicional de cinco por ciento a los ingresos mayores de medio millón de euros. Esto es exactamente lo opuesto a los planes de la coalición de centroderecha presidida por Angela Merkel, que ganó las elecciones proponiendo un recorte de impuestos de 36.000 millones de dólares a partir de 2011.

“Cuando los ricos pagan más se cierra la brecha entre ricos y pobres, y tenemos un desarrollo más justo, más libre y más democrático”, explica Gerry Hadden, vocero del grupo alemán Vermoegende für eine Vermoegensabgabe (Ricos a favor del Impuesto a la Riqueza). “A largo plazo, esto beneficia a todos, incluyendo a los ricos”. Chuck Collins reconoce “el papel del esfuerzo individual y de la creatividad en la generación de riqueza”, pero subraya: “Sin inversiones públicas en educación, salud e infraestructura, que se pagan con nuestros impuestos, no tendríamos oportunidades de hacer los negocios que nos hacen ricos”.

En Estados Unidos hay unos dos millones de millonarios. En Alemania los individuos con ingresos anuales de siete cifras son ochocientos mil. De ellos apenas cincuenta han firmado hasta ahora la solicitud de que el Estado les cobre más, lo que proporcionalmente es mucho menos que en Estados Unidos. Sin embargo, el movimiento está atrayendo la atención de la prensa a ambos lados del Atlántico, al punto de que la cadena televisiva Bloomberg, dedicada a los negocios y que lleva al nombre del millonario alcalde de Nueva York, le reservó varios minutos de programación. “Si los ricos quieren pagar más para lavar su culpa, yo estoy de acuerdo”, declaró a la televisión la arteterapeuta alemana Agnes Zander. “Mi primera reacción fue de descreimiento. Todos creemos que detrás de las grandes fortunas hay actos criminales y no esperamos este tipo de generosidad.

Pero esto es un llamado a la esperanza. Ojalá el movimiento se propague por todo el mundo”.  Por lo pronto, Chuck Collins ha encontrado aliados poderosos. El primero de ellos es Bill Gates Senior, quien se presenta públicamente como “abogado retirado de Seattle” pero es inmediatamente reconocido como padre del hombre más rico de Estados Unidos. Gates padre firmó en diciembre un artículo junto con Collins en defensa del impuesto a las herencias que actualmente está a estudio del Congreso. Gates y Collins calculan que la abolición permanente del impuesto a la herencia –suspendido temporariamente por el presidente Bush y que ahora se quiere reimplantar– costaría al fisco estadounidense un billón de dólares (un millón de millones) en las próximas dos décadas, generando un vacío que habría que llenar con recorte de gastos públicos, impuestos a la clase media o más deuda pública.

El otro aliado de la causa es Ralph Nader, legendario activista de defensa de los derechos del consumidor y eterno tercer candidato a la presidencia de Estados Unidos para quien demócratas y republicanos son la misma cosa. El último libro de este veterano organizador de movimientos de base se llama, sorprendentemente, Sólo los súper ricos pueden salvarnos. El título parece contradecir la práctica de toda una vida de Nader, pero el libro no es un ensayo sino una novela, una obra de ficción con protagonistas reales como Warren Buffett, Bill Cosby, George Soros, Yoko Ono y Ted Turner, multimillonarios con poder suficiente como para implementar cambios sociales en gran escala.
“Nadie me creería si no lo hubiera escrito como ficción”, explica Nader, pero en su libro estos multimillonarios no se contentan con yates, mansiones o fundaciones caritativas que lleven su nombre más allá de sus vidas, sino que “quieren mirar a sus nietos a los ojos con orgullo”.

Nader no quiere sustituir la tradición de movimientos sociales de base por el esfuerzo de un puñado de millonarios iluminados. Sin embargo, alega, “hay una diferencia entre ser consciente y ser serio”. El dinero es necesario para poner en práctica las ideas y estrategias de cambio desarrolladas por los progresistas. Cuando lanzó su libro en Boston en noviembre pasado, la gran pregunta del público escéptico fue: ¿Cómo podemos creer que los ricos van a ir contra sus intereses?

Nader responde que los ricos de Boston financiaron el movimiento de abolición de la esclavitud del siglo XIX y, décadas más tarde, el movimiento de derechos civiles liderado por Martin Luther King recibió abundante apoyo financiero de muchos millonarios. “Nada impide que esto pase de nuevo”, afirma, y su mejor ejemplo es la campaña de “Riqueza para el Bien Común” que ayudó a financiar la promoción de su libro.

“Si estereotipamos a todos los súper ricos, nos vamos a perder a muchos tan esclarecidos como nosotros creemos ser”, sostiene el organizador de los consumidores. Pero como idealista incorregible que es, a Nader le preocupa menos de dónde vendrá el dinero y su esfuerzo mayor es cómo diseñar un mundo más justo: “Todo aquel que se haya ocupado del cambio social alguna vez sabe que sólo hay una cosa más difícil que recaudar fondos y ésta es decidir cómo usarlos”.

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