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Brasil ha debido pagar el precio de haberse “integrado” a la economía mundial. Al retirarse los inversores y especuladores extranjeros, los mercados de valores se desplomaron y la moneda sufrió una fuerte devaluación. Aunque la respuesta del Gobierno ha sido un tanto tímida, aún es posible que Brasil pueda sobrellevar la crisis. Al mismo tiempo, la economía mundial se encuentra ante una oportunidad única de promover estrategias de crecimiento ambientalmente sostenibles, así como nuevas normas para que los sistemas financieros trabajen en pro del desarrollo y de la redistribución de los ingresos y la riqueza.
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