Ser mujer es ser más pobre
La proporción de hogares dirigidos por mujeres que viven en la pobreza extrema se duplicó de 8,4% a 16,9% a partir de la crisis financiera de 1997. Las mujeres constituyen 60% de los adultos mayores que son pobres. La feminización de la pobreza es reforzada por un mercado laboral que mantiene la categoría de salarios altos y empleos estables exclusivamente para los hombres. La labor no remunerada de las mujeres en la familia debería recibir una compensación monetaria mediante un sistema de pensiones progresivo.
Características de los hogares de bajos ingresos
La expresión “feminización de la pobreza” la utilizó por primera vez Diana Pearce,[1]![endif]>![if> que estudió la manera en que la pobreza se había convertido rápidamente en un problema femenino en la sociedad occidental en la década de 1970. En Corea la feminización de la pobreza sucede de la misma manera que en el resto del mundo.
A partir de la década de 1970 la pobreza extrema descendió en el país gracias al fuerte desarrollo económico, que creó empleos y produjo ingresos. En la actualidad quienes reciben los planes básicos de cobertura de subsistencia (personas clasificadas por el gobierno en situación de pobreza extrema) representan 3,0% de la población (1,4 millones de habitantes), seguidos por el 4,6% de la población (2,16 millones de personas) que si bien no están clasificados como en situación de pobreza extrema, solamente ganan KRW 1,22 millones por mes (USD 1.198). A este grupo le sigue el 8,1% de la población, o 3,83 millones de personas, que no reciben protección de subsistencia.
Dos tercios de los receptores de protección de subsistencia son mujeres jefas de hogar (29,4% de los hogares urbanos pobres), una cifra que va en aumento por problemas como el divorcio, entre otras causas sociales. Las mujeres también constituyen 60% de los adultos mayores que son pobres. Debe señalarse que en total hay más mujeres pobres que hombres pobres. En un sistema patriarcal donde “hombre” equivale a “proveedor” y “mujer” equivale a “dependiente”, las mujeres son excluidas de la estructura socioeconómica y son más vulnerables ante la pobreza que los hombres por la desigualdad de género existente en el mercado de trabajo.
Desde la crisis financiera de 1997, la desigualdad en la sociedad coreana se agravó hasta culminar en una situación bipolar en que los pobres son más pobres y los ricos son más ricos. La pobreza (basada en el costo de vida mínimo) aumentó 2,7% en 1996 y 7,9% en 2000, según el Instituto Coreano de Asuntos Sanitarios y Sociales (2004). La pobreza aumentó en las zonas urbanas (especialmente en las metropolitanas) más que en las rurales. La pobreza de los hogares con jefatura de adultos mayores o de mujeres también siguió en aumento.
El costo de vida mínimo por habitante es de KRW 340.000 (USD 340,34) por mes; cualquiera que viva con menos es considerado extremadamente pobre. Al utilizar este parámetro para medirla podemos ver que la pobreza extrema de los hogares dirigidos por hombres aumentó de 1,8% en 1996 a 6,4% en 2000, y que la proporción de hogares dirigidos por mujeres que viven en la pobreza extrema se duplicó de 8,4% a 16,9% a partir de la crisis financiera de 1997. Según el informe de 2000 del Ministerio de Salud y Seguridad Social, de los habitantes que reciben asistencia pública en el grupo de pobreza extrema se encuentra 64,3% de las mujeres residentes beneficiarias de protección y 51% de mujeres beneficiarias de protección para su independencia, lo que comprueba que las mujeres padecen una situación de pobreza más critica que los hombres.
A partir de 2000 uno de cada cinco hogares dirigidos por mujeres (21%) cayó por debajo de la línea de la pobreza extrema (debajo del costo de vida mínimo), lo cual equivale al triple del porcentaje de hogares dirigidos por hombres en esa situación (21%). En el caso de los hogares dirigidos por mujeres adultas mayores (más de 65 años), 56% de los mismos están en situación de pobreza. Eso es 1,9 veces más que los hogares dirigidos por hombres (29,3%). La pobreza entre mujeres económicamente activas (20 a 64 años) también aumentó de 4,5% en 1996 a 11,6% en un lapso de cinco años. Como el desempleo aumentó y los empleos de tiempo parcial aumentaron tras la crisis financiera, las oportunidades para que las mujeres escaparan de la pobreza mediante el empleo disminuyeron.
Cuadro 1. La pobreza entre los géneros, 2004
Fuente: Instituto Coreano de Asuntos Sanitarios y Sociales.
La pobreza de los hogares dirigidos por mujeres descendió a 6,8% en 1997 de 9,3% en 1996, subiendo nuevamente a 13,2% en 1998. Siguió aumentando a 16,9% en 1999, descendiendo a 13,3% en 2000, 11,0% en 2001 y 9,3% en 2002. La pobreza de los hogares dirigidos por hombres descendió a 2,2% en 1997 de 2,5% en 1996, aumentando a 5,6% en 1998 y 5,9% en 1999. Pero descendió nuevamente a 4,1% en 2000, 3,4% en 2001 y 2,4% en 2002, al lugar donde estaba en 1997.
La disparidad de género era evidente en el porcentaje de pobreza durante la crisis económica y durante el período de recuperación que la siguió. Para los hogares dirigidos por hombres la pobreza tuvo un fuerte aumento en 1998, se atenuó en 1999 y descendió significativamente luego de 2000. Para los hogares dirigidos por mujeres también tuvo un fuerte aumento en 1998, volvió a aumentar en 1999 y luego descendió levemente a partir de 2000.
Cuadro 2. Comparación de las tendencias en pobreza de género, 2004
Fuente: Instituto Coreano de Asuntos Sanitarios y Sociales.
A las mujeres les es difícil escapar de la pobreza debido a la desigualdad de género en el mercado laboral. Aunque la participación femenina en la actividad económica aumentó constantemente a 42,8% en 1980, 47,0% en 1990, 48,3% en 2000, 48,8% en 2001 y 49,7% en 2002, cuando se la grafica por edad la misma toma la forma de una “M”. Eso ilustra la manera en que la función reproductiva influye sobre la participación económica femenina, ya que la participación desciende durante el embarazo, el parto y la crianza de los hijos. En el año 2000 las mujeres ganaban en promedio KRW 1,6 millones (USD 1.571) por mes y los hombres ganaban KRW 1,85 millones (USD 1.817). La disparidad salarial entre los sexos es incluso más pronunciada en los empleos de tiempo parcial. Según el Censo de Actividad Económica de 2002 realizado por la Oficina Nacional de Estadísticas, el salario de tiempo completo promedio para la mujer es de KRW 1,29 millones (USD 1.291) por mes, KRW 830.000 (USD 831) para un empleo de tiempo parcial y KRW 570.000 (USD 570) para una jornalera. Mientras, los hombres ganaban KRW 1,96 millones (USD 1.962) por un empleo de tiempo completo, KRW 1,14 millones (USD 1.141) por empleos de tiempo parcial y KRW 950.000 (USD 951) como jornaleros. La diferencia salarial entre los trabajadores de tiempo completo y parcial, y no solo entre hombres y mujeres, es también importante.
Medidas contra la feminización de la pobreza
En primer lugar, para contrarrestar la feminización de la pobreza deberá producirse un cambio de paradigma en la política de seguridad social. El modelo masculino del estado benefactor no es el mejor sistema para enfrentar los nuevos desafíos, ya que los enfoques tradicionales de la pobreza y la seguridad social han dado lugar a políticas sociales que excluyen a las mujeres del mercado de trabajo. El sistema patriarcal coreano percibe a las mujeres como amas de casa de tiempo completo dedicadas a las tareas domésticas no remuneradas. Las mujeres, entonces, solo pueden ser beneficiarias de las políticas sociales creadas por los hombres. Los cambios como la globalización, la reestructura laboral, el desempleo a largo plazo, la disolución de la familia, el envejecimiento de la población, la baja tasa de fertilidad, el colapso de la red de seguridad social y el crecimiento de la participación femenina en la actividad económica deberán considerarse a partir de ahora desde una perspectiva de género. Las políticas que no toman en cuenta el género no son efectivas porque no consideran los distintos estilos de vida de hombres y mujeres, y dan lugar a políticas que son favorables a los hombres y desfavorables a las mujeres. La sensibilidad de género será indispensable para el proyecto nacional de apoyo a las mujeres pobres.
En segundo lugar es necesario superar la marginación de la mujer en el mercado de trabajo. Aunque la sociedad coreana fortaleció políticas y programas para fomentar la participación femenina en la actividad socioeconómica a partir de la década de 1990, el mercado de trabajo posee barreras informales y techos de cristal para las mujeres. Asimismo, los bajos salarios y problemas de trabajo afectan a 42,2% de todas las mujeres con empleo por causa de trabajos irregulares, temporarios y de tiempo parcial. Las mujeres también deben interrumpir su labor y participación social por responsabilidades domésticas como el matrimonio, el embarazo, el parto, la crianza de los niños y demás tareas familiares. El mercado de trabajo en la sociedad coreana tiene una estructura doble. La parte superior se caracteriza por una elevada productividad, altos salarios y la estabilidad del empleo, mientras la inferior se caracteriza por una baja productividad, salarios bajos y la inestabilidad del empleo. Esta doble estructura, con los hombres en el extremo superior y las mujeres en el inferior, separa a los sexos en distintas categorías de trabajo, cargos y niveles salariales. La discriminación de la mujer en el mercado laboral genera hogares pobres con jefatura femenina. La socialización del trabajo doméstico mediante servicios de seguridad social que brindan cuidado de los niños, enfermería, prestaciones sociales y servicios médicos otorgan a las mujeres pobres la posibilidad de encontrar empleo y recibir capacitación laboral, lo cual incrementa la participación femenina. Este tipo de respaldo social tiene un significado simbólico ya que ayuda a las mujeres a superar su función tradicional como amas de casa y a avanzar hacia el modelo de igualdad de género. Es una condición previa para la participación de las mujeres en el mercado de trabajo.
En tercer lugar es necesario reformar el sistema de seguridad social doble basado en el modelo del hombre proveedor. El sistema de seguridad social está diseñado sobre la base del concepto tradicional de que los hombres mantienen a la familia mientras las mujeres la cuidan. El trabajo realizado para cuidar a los niños, los adultos mayores, los discapacitados y los enfermos impide que las mujeres sean receptoras individuales de la seguridad social. Para erradicar esa limitación hay que mejorar el sistema de pensiones. Debe incorporarse un sistema de pensiones progresista que remunere la labor cuidadora de las mujeres. También debe instaurarse un sistema básico de “una persona-una pensión” en base a los derechos civiles.
Es necesario comprender por qué se empobrecen las mujeres, y especialmente los hogares dirigidos por mujeres. Hace falta una política positiva que atienda la creciente pobreza de las mujeres adultas mayores, así como la disparidad de género de la pobreza. Por estas razones se debe incorporar una asignación para las proveedoras de cuidados que convierta al trabajo sin remunerar realizado en la familia en trabajo remunerado mediante una compensación monetaria social.
Se debe otorgar prioridad a la política de fomento del empleo femenino, al trabajo remunerado para las proveedoras de cuidados a la familia y a un sistema de seguridad social basado en los derechos civiles que tome en cuenta las diversas condiciones socioeconómicas. Es una verdad conocida que el desarrollo y la selección de políticas sociales que apoyan a la mujer basadas en la igualdad de género son medidas eficaces para resolver la pobreza y demás problemas sociales.
Nota:
[1]![endif]>![if> Pearce, Diana. “The Feminization of Poverty: Women, Work, and Welfare”, Urban and Social Change Review (febrero de 1978).