Compras de tierra en África en la mira

Cultivo de jatropha en Malí.
(Foto: Eco-Carbone)

Fuente: Red del Tercer Mundo (en inglés)

Un estudio sacó conclusiones sorprendentes al identificar algunos de los principales capitales extranjeros y fondos de inversión que acaparan enormes tramos de tierras en África. Grandes superficies son adquiridas por inversionistas y fondos de inversión, a menudo a expensas de los habitantes de la zona a quienes prometen beneficios de improbable concreción, escribió la periodista Chee Yoke Heong, investigadora de la Red del Tercer Mundo (TWN), en un artículo sobre el informe del estadoundiense Instituto Oakland y publicado por Third World Resurgence (Resurgimiento del Tercer Mundo).

Atraídos por las perspectivas de alto rendimiento y de atractivos incentivos ofrecidos por los gobiernos africanos, los inversionistas extranjeros y nacionales están comprando o arrendando tierras en todo el continente como medio para asegurarselas con destino al cultivo de alimentos para los mercados de sus países de origen, para participar en la exportación de productos básicos o simplemente para especular. A cambio, los inversionistas ofrecen puestos de trabajo y desarrollar las áreas que han adquirido.

Pero en lugar de brindar esperanza a la población local, la inversión a gran escala no regulada en tierras de África causa inseguridad alimentaria, desplazamiento de campesinos y granjas locales para dar cabida a cultivos comerciales, degradación ambiental y riesgo de inestabilidad política en el continente, de acuerdo con la investigación del equipo del Instituto Oakland.

Capitales chinos, indios y de Medio Oriente también hicieron compras, pero el Instituto evaluó que las empresas, inversores individuales y fondos occidentales desempeñan un papel más importante en ese sentido. También mencionan universidades de Estados Unidos, como Harvard y Vanderbilt, entre los vagones de este tren cuyas locomotoras son firmas como la Emergent Asset Management, con sede en Londres, que fuera fundada por ex comerciantes  de los grandes bancos Goldman Sachs y JP Morgan.

Las empresas estadounidenses también invierten mediante el uso de filiales registradas en otros países, como la Petrotech-ffn Agro Mali, subsidiaria de Petrotech-ffn USA.

Las europeas también están involucradas, a menudo apoyadas por sus gobiernos. Las suecas y alemanas tienen gran interés en la producción de biocombustibles en Tanzania, mientras que los principales inversores en Sierra Leona incluyen a Addax Bioenergy de Suiza, y a Quifel International Holdings de Portugal. Y Sierra Leone Agriculture es de hecho una subsidiaria de Crad-L (CAPARO Renewable Agriculture Developments Ltd.), con sede en Reino Unido

"Las mismas empresas financieras que llevaron a una recesión mundial al inflar la burbuja inmobiliaria a través de arriesgadas maniobras financieras ahora hacen lo mismo con el suministro de alimentos del mundo", señaló Anuradha Mittal, directora ejecutiva del Instituto Oakland. Mittal advirtió que la conversión de pequeñas granjas africanas y bosques en enormes haciendas de monocultivo constituye una estrategia basada sobre activos naturales y de alto retorno que subirá los precios de los alimentos y acelerará el cambio climático.

Las justificaciones esgrimidas por los gobiernos de África, los inversores y las instituciones internacionales para el arrendamiento y la venta de tierras a gran escala es que la inversión resulta necesaria para la modernización de la agricultura de África a través de la transferencia de tecnología, el impulso de la infraestructura, el desarrollo económico, y la generación de empleo y divisas a través de la exportación de alimentos y materias primas.

Sin embargo, el estudio del Instituto Oakland, que abarca siete países africanos, confirma que las grandes adquisiciones no necesariamente producen los beneficios prometidos para las poblaciones locales. Los inversionistas, los funcionarios del gobierno y las elites locales se encuentran entre aquellos que más se benefician de la cesión y venta de tierras, que limitan los efectos positivos en la vida de las comunidades locales.

Esta situación es atribuida a las políticas de tierras y a los generosos incentivos fiscales que facilitan lo que ha llegado a ser conocido como "apropiación de tierras", ya que los inversionistas (los  extranjeros, los nacionales y la diáspora) aprovechan el inmensamente atractivo clima de inversión.

Por ejemplo, los contratos a gran escala de los inversionistas agrícolas en Sierra Leona permiten un 100% de propiedad extranjera en la totalidad de los sectores, sin restricciones sobre el uso de moneda extranjera, repatriación total de utilidades, dividendos y regalías, y sin límites sobre empleados expatriados. La tierra también es barata. Sierra Leona estipuló oficialmente que los inversores pagan US$ 12 por hectárea por año, pero incluso este bajo precio, en gran parte, no es respetado debido a que no es vinculante. Por lo tanto, Sierra Leone Agriculture solo paga US$ 2 por hectárea por año, mientras que para Quifel Agribusiness (SL) Ltd., el pago comienza en US$ 5 por hectárea por año. En Gambella, Etiopía, la empresa india Karuturi recibió inicialmente sus tierras por solo US$ 1,25 por hectárea, pero la posterior negociación con el gobierno federal ha aumentado el precio a US$ 6.75 por hectárea. Por contraste, las tasas de Brasil o Argentina eran de US$ 5,000 a 6,000 por hectárea.

Estos precios son una ganga para los inversores, pero no proporcionan mayores ingresos a los gobiernos anfitriones.

El estudio del Instituto Oakland por otro lado revela de qué manera se ven afectadas negativamente las economías locales allí donde las inversiones se hicieron cargo de granjas y negocios activos y productivos. Un ejemplo es el caso de las mujeres agricultoras de Malí, que perdieron las huertas que utilizaban para producir alimentos frescos para los mercados.

Gran cantidad de pequeños agricultores son obligados a abandonar sus tierras, y sus pequeñas granjas de alimentos debieron abrirle paso a los productos de exportación como insumos para biocombustibles y flores. En Malí, por ejemplo, la mitad de los inversores con grandes posesiones tienen la intención de cultivar plantas para producir biocombustibles, como caña de azúcar y jatropha. En Mozambique, la mayoría de las inversiones son realizadas en la industria de la madera y la producción de biocombustibles en lugar de en cultivos alimenticios.

En cuanto a si la inversión en tierra va a generar puestos de trabajo como pregonan sus defensores, la investigación del Instituto Oakland encuentra que en los países comprendidos en la misma las promesas de creación de empleo son a menudo exageradas o todavía están por materializarse.

En Sierra Leona Addax Bioenergy empleó solo unas 200 personas como trabajadores eventuales entre más de 13.000 afectados por el proyecto que involucró a 32 aldeas. Esto dejó al resto de la población en el área abarcada por el proyecto sin tierra para cultivar y sin trabajo. La compañía prometió también desarrollo bajo la forma de instalaciones escolares y sanitarias, y pozos de agua, pero hasta la fecha ninguna de estas cosas se ha materializado.